Humanitarios de boquilla

Me sorprendió ver a un equipo de la televisión de Senegal filmando en tierras leridanas cómo viven sus compatriotas que han llegado a Europa después de travesías inhumanas, inciertas y fatigosas.

Afrontamos el fenómeno de la inmigración pensando exclusivamente en nosotros, en nuestra seguridad, en nuestra identidad, en nuestra cultura, olvidándonos de los otros, de los que vienen, de esas personas que han perdido la esperanza y que llegan aquí también para ayudar generosamente a quienes han dejado detrás.

Los senegaleses verán por televisión la suerte que les espera a los suyos en un mundo hostil y desconfiado. Pero nosotros no sabemos lo que pasa allí, lo que les mueve, cuánto cuesta embarcarse en los cayucos dominados por mafias impresentables.

Aquí reaccionamos con el miedo que llevamos en el cuerpo ante una avalancha humana que no podemos asumir de forma tan descontrolada y sin orden ni concierto.

Tony Blair lanzó un discurso de ayuda a África que ha tenido pocos resultados. Bush se dió una vuelta por el continente diciendo más o menos lo mismo. Rubalcaba se presentó en Senegal para hablar con su colega de Dakar sobre cómo detener la fuga masiva de senegaleses hacia Canarias.

Había un tiempo en que el discurso oficial pasaba por el desplazamiento de empresas hacia los países emisores de los sobrantes humanos de la globalización. Ahora, el discurso es levantar fronteras, leyes defensivas, repatriar a ilegales e impedir que tantas multitudes acaben con nosotros.

El gobierno Zapatero y el resto de gobiernos de la Unión se limitan a invocar el impacto positivo que la inmigración tiene sobre nuestras economías. ¿Nada más? ¿Es este el discurso?

La Fundación Bill y Melinda Gates se ha unido a la Fundación Rockefeller para lanzar un multimillonario proyecto en el África subsahariana que revolucionará la producción de alimentos y reducirá la pobreza y el hambre para decenas de millones de personas.

Me parece muy bien que fundaciones privadas acometan esas empresas. Pero lamento que no sean los gobiernos europeos, humanitarios de boquilla, los que actúen automáticamente con propuestas positivas y constructivas para resolver el problema en su origen. La retórica electoral a costa de los sobrevenidos me parece demagogia.