Un intelectual en la Casa Blanca

Washington

No está confirmado que un intelectual sea un buen político. En el mundo anglosajón los pensadores escriben libros o enseñan en las universidades. Raramente se dedican a la política. Porque no la entienden o porque no quieren perder el tiempo en las grandezas y miserias que comporta la gestión pública.

En su primera rueda de prensa como presidente electo, Obama deslizó como de pasada que está releyendo los discursos de Lincoln, mientras forma un nuevo gobierno y se propone cambiar el curso de la política de EE.UU. y global. Barack Obama tiene poetas y escritores de cabecera. Ha escrito libros y lee historia y ensayo. Habría que retroceder a John Kennedy para encontrar un político de mente abierta, un presidente que escribe sus propios discursos y que tiene una cierta idea de la joven historia americana.

Cuentan que Kennedy leía a Sófocles mientras se afeitaba y que un libro lo devoraba en cuestión de horas. Leyendas. Un intelectual formado en Harvard, retórico y espontáneo, regresa a la Casa Blanca después de casi medio siglo de mediocridad cultural al frente del país.

Las grabaciones de Nixon acorralado por sus mentiras en el caso Watergate reflejan una personalidad primaria. No se conoce ningún pensamiento elaborado de Reagan, que lo expresaba todo con frases cortas. Los Bush han dado poco de sí y Clinton se caracterizó por tocar el saxófono y echar en cara de su adversario aquella frase tan dudosamente académica de «es la economía, estúpido». No es costumbre exhibir cultura en las campañas electorales en EE.UU. No se traduce en votos.

Adlai Stevenson fue el gran intelectual demócrata de los cincuenta. La gente no comprendía lo que decía y no le sirvió de nada cuando apareció en los mítines con un agujero en la suela de los zapatos, en una fotografía que dio la vuelta al mundo. Al perder ante Eisenhower, un militar al fin y al cabo, dijo con elegancia: «Soy demasiado mayor para llorar, pero esto hace demasiado daño para poder reír». Le votaron todos los profesores y las mentes más ilustradas del país. Pero perdió.

Obama es un intelectual pragmático. Sus muchos discursos, desde el de la Convención Demócrata del 2004 hasta el de la noche del triunfo el martes pasado en Chicago, son piezas retóricas que acarician a todos los oídos. Detrás de esta belleza oratoria hay un pensamiento que se expresa con algunos gramos de humor pero con gran sentido práctico.

Entre sus colaboradores habrá mentes cultivadas que puedan interpretar el guión presidencial, como aquel grupo de profesores que entraron en la administración Kennedy. Pero habrá puños de hierro como el jefe de gabinete que acaba de nombrar, Rahm Emmanuel, que ha demostrado su rudeza en el Congreso y en su trato con la prensa.

El clan de los Kennedy ha estado a su lado combatiendo la influencia en el partido demócrata de los Clinton, que son los perdedores de hoy a pesar de la inestimable y creo que sincera ayuda en la recta final de campaña. Cuando Ted Kennedy, senador por Massachusetts, le señaló como el más adecuado candidato a la presidencia, se dio el paso definitivo para la designación demócrata en la convención.

La recompensa tomará forma con varios Kennedy entre los nombramientos de alto nivel de las próximas semanas. La estirpe de los Kennedy no se extingue y perdura con presidentes de todos los colores. A Obama se le entiende todo, lo expresa de forma brillante y simple. Utiliza un lenguaje nuevo en el que las palabras esperanza, audacia, el cambio ha llegado, no hay estados liberales ni conservadores sino Estados Unidos de América han calado en un electorado que ha creído en su discurso.

Ha llegado el momento de nuevas ideas. Y Obama las tiene como un intelectual que sabe relacionar la complejidad de la vida pública. Obama se ha crecido explicando la singularidad de su biografía, ante los ataques inesperados de viejos amigos reverendos como Jeremiah Wright, ha construido un discurso unitario en la pluralidad de la sociedad estadounidense en la que caben todos. Sería interesante que personas con ideas regresaran a la política.

Quien haya frecuentado el célebre restaurante parisino La Procope habrá comprobado cómo los fundadores de la república americana discutieron, comieron y bebieron con los hombres de la Ilustración. Ahí están sus nombres escritos en las mesas. Madison, Jefferson y Adams eran mentes lúcidas. Dicen que el presidente Garfield podía escribir simultáneamente griego con una mano y latín con la otra.

El primer presidente y el más valorado de la historia norteamericana, George Washington, era un militar y un patriota que conocía cómo administrar negocios pero no había leído a los clásicos. Se dejó aconsejar por los que sí los conocían.

Un presidente con ideas propias y sentido común, un intelectual de corte americano, tomará el poder en un Washington donde la política es sucia e ingrata. Como lo ha sido siempre en todas partes. Como dijo él mismo en la noche triunfal, «God bless you and may God bless the United States of America». Le harán falta muchas bendiciones.

  5 comentarios por “Un intelectual en la Casa Blanca

  1. Comparto lo que dice Foix, a Obama le harán falta muchas bendiciones y no menos suerte para sacar adelante su proyecto, que Obama tiene un nivel intelectual superior a los anteriores presidentes parece claro, esta por ver que le dejen expresar sus ideas o que estas sean bienvenidas en estos momentos, como bien dice el amigo Bartolomé en estos momentos de crisis "2+2" suman todo menos "4".

    Un saludo,J.Vilá.

  2. /ENRIC///

    Tener un poco de labia no es ni mucho menos ser un intelectual, a Obama le sobra, pero por ahora no ha hecho nada que sea para presumir de intelectual. Se espera mucho de Obama y me da que va a ser una decepción.

  3. Ayer oía una tertulia en la Ser en la que la mayoría de los intervinientes se mostraban elogiosos con este artículo suyo, excepto uno de ellos, que consideraba que Clinton tenía (y tiene) mayor altura intelectual de la que usted le atribuye.

    En cualquier caso, sin necesidad de que los políticos sean filósofos, como pedía Platón, o profesores de universidad, sí debería exigírseles un cierto nivel y capacidad de elaborar, por escrito y oralmente, un discurso coherente, sólido e inteligible. Uno no puede por más que sentir vergüenza ajena oyendo hablar a muchos de nuestros gobernantes.

    Nunca he entendido el desprecio que existe en las escuelas de nuestro país por algo que en otros se considera fundamental: la correcta expresión oral de los alumnos.

  4. Sr.Foix: La verdad no sé si esto de mezclar intelectualidad y política va a funcionar muy bien, Vd como buen intelectual ya sabe que dos más dos son cuatro, pero si eso mismo se le pregunta a un político el resultado dependerá de lo que decida el partido y por desgracia vivimos una etapa de crisis propiciada por unas cuentas bancarias que no cuadran.

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