Los terroristas los tenemos dentro

Eran súbditos británicos y aparentemente se inmolaron en el transporte público de Londres. Los cuatro autores de los atentados del jueves pasado no vinieron de fuera. Eran británicos que vivían, se habían educado y tenían familiares y amigos en el norte de Inglaterra.

Los ingleses han sido entusiastas de los revolucionarios de los demás países. Pero no de los suyos. Un enemigo de los zares, de los reyes europeos o de un régimen dictatorial cualquiera han tenido siempre una acogida simpática en Inglaterra. La lista de revolucionarios exilados en Londres es interminable. Se me ocurren Marx, Bolívar, Ho Chi Minh, Mazzini, Cabrera, Stalin, Lenin… Cuentan que Marx fue detenido en Tottenham Court Road, borracho perdido, junto con dos exilados alemanes después de destruir a pedradas cristales y lámparas callejeras.

Un revolucionario inglés es un ser bastante absurdo. Los ingleses gozan de una naturaleza cuerda, equilibrada y empírica de sus vidas. Tienen poco entusiasmo por las teorías y las ideologías. Respetan a los individuos y la libertad de cada uno. Tienen una histórica capacidad para no sacrificar a seres humanos en el altar de las abstracciones y los ideales. Son gente práctica que se mueve en un orden desordenado que permite un cierto funcionamiento de la sociedad.

El problema que tienen ahora, que tenemos todos, es que el multiculturalismo está resquebrajando el carácter y la cultura nacionales. Los inmigrantes europeos se pueden acoger a todos los derechos sin necesidad de cumplir todos los deberes. O nos proponemos la integración o el multiculturalismo nos va a hacer cada vez más vulnerables como se ha demostrado en Inglaterra y en Holanda.

Los terroristas que se inmolan en Iraq, Londres, Palestina, Chechenia y tantos otros lugares del mundo son la terminal de una organización ilocalizable que ordena atacar indiscriminadamente a Occidente. Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, Al Qaeda ha estado involucrada en diecisiete atentados que han segado setecientas vidas.

¿Cuál puede ser el objetivo de esta red de terror? Pienso en dos prioridades. La primera es que todas las tropas occidentales se vayan de la península arábiga y de otros países musulmanes. La segunda es destruir la estabilidad y el progreso de Occidente. Es una guerra sin ejércitos ni estados que la impulsen y que ni Europa ni Estados Unidos están en condiciones de librar. Urge un diagnóstico y una estrategia. Señores políticos, menos retórica y más seriedad en su gestión.

Menos debate estéril y más preocupación por lo que ocurre en la sociedad que representan. No se sorprendan si la sociedad les tiene cada vez menos estima.