Bush pierde la guerra en las urnas

La democracia americana es tanto o más imperfecta que las demás. Me atrevería a señalar que es más imperfecta que las europeas y, precisamente por ello, es más sólida y más perdurable.

Es una democracia basada en los contrapoderes, en el control de las instituciones, en el papel de los medios de comunicación que miran a los poderes desde la distancia y desde la frescura de la crítica en las informaciones y en las opiniones. Prefiero periódicos sin gobierno que gobierno sin periódicos, decía Thomas Jefferson hace más de siglos.

Alguien ha dicho que el sistema americano está diseñado por genios para que pueda ser gestionado por imbéciles. Hay muy pocas democracias modernas exentas de un golpe de estado desde 1776.

Para lo malo y para lo bueno, Estados Unidos es una democracia en acción dentro de su gran complejidad. El martes se renovó toda la Cámara de Representanters y un tercio del Senado que estaban bajo el control del partido republicano de George Bush.

El control de la Cámara ha pasado al partido demócrata y el del Senado quedará, más o menos, en empate. Los americanos votan muchas cuestiones en las elecciones legislativas. Pero el debate de fondo en esta ocasión ha sido la guerra de Iraq, el más doloroso episodio de la política exterior americana en las últimas décadas.

El electorado le ha pasado factura a Bush, como se la pasó a Aznar y como se la está pasando también a Tony Blair.

La primera víctima de las elecciones ha sido el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, cuyo entusiasmo lo recordamos en los primeros días de los bombardeos sobre Bagdad y el derrocamiento del dictador Saddam Hussein.

Ha sido una guerra construida sobre una gran mentira. Han muerto casi tres mil soldados norteamericanos y se calcula en más de seiscientos mil los iraquíes que han perdido la vida. Y lo más inquietante es que no se divisa en el horizonte el final político y militar de la ocupación de un país que está más cerca de la guerra civil que de un sistema democrático.

Las elecciones del martes van a cambiar el curso y la estrategia de la guerra. También obligarán a revisar la política exterior de los últimos seis años.

Lo más paradójico es que las críticas que he formulado en estos años a la guerra de Iraq son mucho más suaves que las que he leído en los periódicos americanos. La democracia en América que describió Tocqueville goza de buena salud.