Se puede vivir en el campo como en la calle Aribau

Publicado en La Vanguardia 12/12/2017 por SÍLVIA COLOMÉ.
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El periodista publica ‘El que la terra m’ha donat’, un canto
a la observación, la reflexión y el amor por la naturaleza

Un sugerente aroma de aceitunas molidas y no de queso azul da la bienvenida a Rocafort de Vallbona, el pueblo natal de Lluís Foix, ubicado en el valle del Corb del poniente catalán, tierra de secano. El periodista se mueve como si se tratara de su casa por las entrañas de la cooperativa agrícola, donde el aceite más puro y denso fruto del primer prensado no cesa de manar por los conductos de acero que llenan los fríos depósitos. No hay nadie, solo un operario que vigila a distancia todo el proceso.

Los avances tecnológicos han permitido que las arduas tareas del campo sean mucho más llevaderas y efectivas, pero la tierra sigue siendo la misma, sólo hace falta observarla para percatarse de ello. Y de esto, Foix, es todo un experto, tanto, que acaba de publicar El que la terra m’ha donat(‘Lo que la tierra me ha dado’, editorial Columna), un libro de reflexiones y recuerdos que parte de la observación, sobre todo de su tierra natal, pero también de los más de 80 países y ciudades vividos a lo largo de su carrera como periodista y, como no, de autores leídos.

La aristocracia intelectual y creativa estará más en el mundo rural que en el urbano
LLUÍS FOIX

Y en el fondo, este es el leitmotive del libro, un canto de sirena sutil pero constante sobre los privilegios que conlleva la vida en contacto consciente con la naturaleza.

“Quien no sabe cómo crece un roble, no sabe nada”, decía Goethe y recoge Foix en su obra, convencido de que “en un futuro, la aristocracia intelectual y creativa estará más en el mundo rural que en el urbano porque la tecnología ha hecho caer las barreras que existían”.

Un campo de cereales en Rocafort de Vallbona
Un campo de cereales en Rocafort de Vallbona (Sílvia Colomé)

Mientras pisa con firmeza y cuidado los campos de la tierra que lo vio nacer, Foix rememora la dureza que suponía la vida rural de entonces. “Hace dos o tres generaciones, la diferencia entre la ciudad y el campo era muy grande”. Y pone un ejemplo muy gremial. “Antes teníamos la información a las cuatro de la tarde, que era cuando llegaba el periódico”. En la actualidad, en cambio, “ya no existen desigualdades, todos salen de sus casas por la mañana informados y opinados, incluso vistiendo igual”. Como conclusión, “uno puede vivir aquí como en la calle Aribau, pero con un plus”.

Un plus que se encuentra en la mirada “más tranquila, menos excitada e incluso más comprensiva” que supone observar la naturaleza. “Al vivir en el campo, tienes una idea del tiempo más lenta”, explica Foix mientras palpa unas aceitunas todavía verdes que cuelgan de un olivo. “Sabes que no tienes que hacer nada, solo esperar, el campo va a su ritmo”.

Un viaje por las estaciones

Como si de un viaje por el tiempo se tratara, El que la terra m’ha donat se estructura en cuatro grandes bloques correspondiente a las estaciones del año y, por qué no, de la vida, con sentencias que capítulo tras capítulo despiertan la reflexión del lector. “El diálogo con el paisaje es tan enriquecedor como la conversación con los vecinos o conocidos”, afirma una de ellas y que Foix aplica cuando pasea por el campo.

Se aproxima a los árboles frutales que él mismo poda y acaricia las ramas desnudas de sus hojas. “Este es un granado, este otro un cerezo, aquí una higuera, un membrillero…” enumera antes de lamentar la pérdida generaliza de terminología en la sociedad actual. Los urbanitas “tienen que recuperar el vocabulario de la naturaleza”, afirma en el libro y lamenta también la desaparición de “nombres de herramientas que se utilizaban hace dos o tres generaciones en el campo”.

Una cabaña junto a árboles en Rocafort de Vallbona
Una cabaña junto a árboles en Rocafort de Vallbona (Sílvia Colomé)

Aunque nació en primavera, Foix prefiere el otoño. “Significa la plenitud, la recogida de frutos”, argumenta antes de recordar otra frase de su obra. “Quizás en el otoño de la vida no se olvida nunca lo que ha sido importante”. Y así lo constata. “Muchas cosas que consideraba relevantes, ahora no lo son, y también al revés”.

“La grandeza solo se consigue en el final del trayecto”, reza otra de las muchas sentencias subrayables del libro que el autor asume reconociendo que está acercándose a ese “final”. “Hay mucho más tiempo recorrido que por recorrer”, afirma con la naturalidad de quien comprende el ciclo de la vida.

La entrada del cementerio de Rocafort de Vallbona.
La entrada del cementerio de Rocafort de Vallbona. (Sílvia Colomé)

Llevados inconscientemente por este ciclo, terminamos el paseo por los campos de Rocafort de Vallbona en el más santo de todos. “Cuando voy a una localidad siempre visito el mercado, la iglesia y el cementerio”, comenta. Y aquí estamos, ante una puerta de hierro que parece cerrada aunque en realidad siempre permanece abierta.

Los pasos firmes de Foix conocen también el camino dentro de este paraje lleno de nombres propios y se paran frente a un nicho. “Aquí están mis padres”, los recuerda antes de proseguir el recorrido y hacer una última reflexión llena de coherencia con su última obra y, por tanto, con sus pensamientos más personales. “Me gustaría que me enterrasen en este lugar, pero no en un nicho, sino en la tierra”.

Cuando voy a una localidad siempre visito el mercado, la iglesia y el cementerio
LLUÍS FOIX

 

  3 comentarios por “Se puede vivir en el campo como en la calle Aribau

  1. Sr.Foix: espero y deseo, que la petinaz sequía que se vislumbra en el horizonte del cambio climático, no termine con toda esta paz que refleja el campo en sus escritos…

  2. Es diferente, en el campo no hay exposiciones , conciertos , salas de cine, bares , librerías…….mucha gente anónima, todo eso por ordenador es un sucedáneo.

  3. Interessants reflexions les que plasma en aquest llibre. Enhorabona Sr. Foix, pel què i el com ho expressa.

    Ara, això de «uno puede vivir aquí como en la calle Aribau» és una mica relatiu.

    Això és cert en quan a accés a informació, però hi ha molts altres aspectes -serveis- que no. Sap el Sr. Foix que si no es disposa de vehicle propi, no és possible viure en condicions ni a Rocafort ni en cap poble de la zona. Qualsevol pot fer l’exercici pràctic de viure-hi un any, sense interrupcions.

    Per la resta, magnífic llibre!

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