Raspada victoria de Prodi

Los italianos han decidido mostrar su división después del gobierno más largo desde el fin de la guerra mundial. Silvio Berlusconi fue primer ministro durante siete meses en 1994 lo que le convertía en un clásico de la inestable política italiana. Entrar y salir de gobiernos, construir y destruir coaliciones, ha sido el deporte más practicado por los profesionales de la política italiana.
Lo insólito ha sido que un primer ministro cumpliera los cinco años de su mandato sin dimitir.

Es uno de los escasos objetivos alcanzados por el estrafalario primer ministro Berlusconi que es el hombre más rico de Italia y controla directa o indirectamente el 90 por ciento de las televisiones del país. Ha durado. Este es su principal mérito. Y lo ha hecho sin estilo, vulgarmente, gobernando Italia como si fuera una gran empresa en la que el dueño ha trabajado al margen de sindicatos, oposición, incluso sin tener en cuenta las críticas de su propia coalición.Berlusconi es inmensamente rico.

Una de sus fincas, la de Cerdeña, frecuentada por la familia Aznar, tiene una extensión mayor que el Vaticano, un anfiteatro estilo griego y un sin número de habitaciones para huéspedes.En una entrevista concedida a La Stampa este verano, Berlusconi arremetía contra los profetas del desastre, contra la izquierda y contra los comunistas.

Decía que “desde mi villa contemplo un panorama espléndido con más yates que nunca fondeados en la bahía. Todos los italianos hablan desde sus móviles, hay más coches, más televisiones y más turistas”.

La batalla electoral contra Romano Prodi ha sido dura, fea y demagógica. Berlusconi se comparó con Napoleón y con Jesucristo y en su último mitin en Nápoles advertía a los italianos que votar a Prodi era votar por el comunismo citando de pasada a Mao, Stalin, Pol Pot y no sé cuantos sanguinarios más.

Pero el milagro económico que había prometido en las elecciones de 2001 no se ha producido. Italia ha crecido una media del 0,6 por ciento en los últimos cinco años y el 2005 se cerró con un crecimiento cero.

Puede que los italianos toleren a un “showman” como primer ministro, un hombre que empezó cantando en cruceros de lujo y se convirtió en el más acaudalado de Italia consiguiendo en buena parte su imperio gracias a los favores políticos recibidos en los ochenta cuando la coalición del socialista Bettino Craxi le concedió varias licencias de canales de televisión.

Se enfrentó contra los comunistas, contra la prensa a la que acusó de vendida y contra los magistrados que desmontaron el régimen cosido de corrupción llegando a encarcelar a más de tres mil empresarios y otros personajes de las clases dirigentes italianas.

Él mismo ha sido objeto de imputaciones judiciales que ha conseguido trampear introduciendo leyes que le blindaran el día que dejase de presidir el gobierno. Este día puede haber llegado si Prodi, profesor, ex primer ministro y ex presidente de la Comisión Europea. logra desbancarle finalmente.

A pesar de la extravagante personalidad de Berlusconi los resultados han sido raspados. El país ha exhibido una división política que puede devolver a los italianos a la acostumbrada inestabilidad que vió pasar a más de cuarenta gobiernos desde la guerra.

Prodi tendrá que ordenar su coalición y abrir la mano a la derecha que ha covnencido a la mitad aproximada de italianos. Italia vuelve donde solía. Vuelve al pacto, a las alianzas, a los compromisos y al realtivismo político.