Inmigración, personas y humanismo

La integración o el multiculturalismo son las dos fórmulas que en Europa y en Estados Unidos se afronta el fenómeno de la masiva inmigración que llega desde el mundo musulmán o de otras partes fracasadas del planeta.

En cualquiera de los dos casos, los que deciden dar el paso en busca de horizontes vitales más dignos son mayormente gentes de mediana edad, más bien jóvenes, capaces de afrontar un futuro incierto.

El multiculturalismo ha fracasado en Holanda, una sociedad modélica hasta hace diez años, que se ha consternado por dos asesinatos emblemáticos, el del político populista Pym Fortuny y el del cineasta Van Gogh. El primero por fundar un partido cuyo lema era “Holanda está llena” y no caben más inmigrantes añadiendo que los musulmanes no forman parte de la cultura de los Países Bajos.

El segundo por haber producido una película en la que se ridiculizaban las creencias islámicas. Holanda ha vivido cinco años de confusión, desconcierto y miedo. Se han roto gobiernos y coaliciones y habrá que esperar a las inminentes elecciones para ver de qué manera el fenómeno inmigratorio afectará a la estabilidad política holandesa.

Tanto en Holanda como en Gran Bretaña o en Estados Unidos, el terrorismo no ha sido perpetrado por inmigrantes islámicos recién llegados que obedecen a consignas de movimientos terroristas internacionales que envían sus agentes de destrucción. Son inmigrantes de segunda o tercera generación, de religión musulmana, que se han introducido en el radicalismo terrorista desde las pautas correctas como son el conocimiento de la lengua y la educación recibida en las instituciones académicas nacionales.

Bernard-Henry Levy escribió en 2003 un dramático libro sobre el asesinato en Pakistán del periodista del “The Wall Street Jopurnal”, Daniel Pearl, después investigar los móviles y los actores del crimen. Sus pasos le llevaron de Karachi a Londres, de Sarajevo a Dubai, de Kandahar a Los Ángeles … Indagó en la vida de la víctima y la de sus verdugos.

El cerebro de aquel crimen era un tal Omar Sheij, nacido en Londres, en una familia pakistaní liberal y acomodada, de mentalidad abierta y culta. Tuvo un excelente expediente en la Forest School de Snaresbrook, una institución privada y cara. Obtuvo uno excelente expediente académico cuando más tarde accedió a la London School of Economics.

Era una persona afable, refinada y sutil. Todo se torció tras una estancia en Bosnia en los momentos más dramáticos de la guerra de los Balcanes de los años noventa. El informe oficial de los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres indica que los autores de los atentados no fueron adoctrinados en las mezquitas sino en los gimnasios, clubs y movimientos excursionistas.

El multiculturalismo, curiosamente, no alimentó el terror desde los templos musulmanes sino desde la vida civil y desde los mensajes que organizaciones terroristas que alimentaban su odio a Occidente en nombre de la religión del Profeta. La integración es mucho más racional y seguramente la más adecuada. Es el caso de Francia, España, Suecia y muchos otros.

Pero este modelo conduce también al fracaso si a los sobrevenidos se les obstruye el ascensor social y se les niega la meritocracia que está al alcance de cualquier nativo. Los disturbios en los suburbios de las ciudades francesas y los que podemos tener aquí cualquier día sólo se pueden evitar desde el civismo y desde la ciudadanía que nos iguala a todos.

La inmigración sólo cabe tratarla desde un punto de vista antropológico, pensando primero en las personas, en sus derechos y deberes, exigiéndoles las responsabilidades que tenemos todos.