No hay soluciones definitivas

Estamos donde estábamos respecto a cómo enfrentarnos a ETA. Mucha táctica, escasa estrategia y prácticamente sin ideas nuevas. O negociar o derrotar a la organización terrorista. No hay alternativas. Como si en 40 años no hubiera ocurrido nada o como si la foto fuera la del primer asesinato de la banda terrorista.

Me he acordado de un libro importante que leí hace años. Lo escribió Isaiah Berlin y se titulaba «Cuatro ensayos sobre la libertad». No hay peligro alguno que Zapatero o Rajoy conozcan el texto. Dudo que la cúpula de los demás partidos lo hayan leído. Los etarras no deben saber de su existencia.

Dice Berlin que cada situación requiere sus propias medidas epecíficas, ya que, como dijo Kant, del fuste torcido de la humanidad nunca ha salido nada derecho.

Lo que esta época necesita no es más fe, una dirección más severa o una organización más científica, sino, por el contrario, menos ardor mesiánico, más escepticismo culto, más tolerancia con las idiosincrasias, medidas ad hoc más frecuentes para lograr los objetivos en un futuro previsible, más espacio para que los individujos y las minorías cuyos gustos y creencias encuentran poca respuesta entre la mayoría puedan alcanzar sus fines personales.

Esto es lo que se puede llamar respeto. Respeto al otro, a sus ideas, a sus circunstancias, siempre y cuando el respeto sea mutuo. Sin el respeto a la alteridad, dice Habermas, no se puede avanzar en la convivencia.

Encuentro en el debate que nos ocupa un exceso de pasión, de partidismo, de inmovilismo.

Hacde falta en estos tiempos una aplicación menos fanática y mecánica de principios generales, por muy racionales y correctos que sean, una aplicación más cauta y menos orgullosamente segura de sí misma, de soluciones generales probadas científicamente en los casos individuales que no se hayan examinado.

No hay matices ni claro oscuros. Nos movemos en el blanco y negro. Y nada más.

Sabemos que Talleyrand era un inmoral. Lo mismo se podría decir de Maquiavelo. Uno de los principios del superviviente de la Revolución Francesa era «surtout pas trop de zèle», sobre todo no demasiado celo». Es una inmoralidad pero puede ser más humano que la exigencia de uniformidad del «virtuoso» Robespierre que mientras estuvo en el poder cortó la cabeza a una media de siete franceses cada día.

Dice Berlin que «debemos obedecer a la autoridad no porque sea infalible, sino únicamente por razones estricta y abiertamente utilitarias, como un medio necesario. Como no se puede garantizar que ninguna solución esté libre de error, ninguna disposición es definitiva».

Recomiendo esta reflexión a Mariano Rajoy. Pero también al presidente Zapatero.

  4 comentarios por “No hay soluciones definitivas

  1. Los errores de nuestros políticos los sufrimos todos, su falta de capacidad y su oportunismo electoralista son una lacra.

    J.Vilá.

  2. Este es un tema complicado , un problema de microclimas mentales , el de los terrorista por un lado y el de cada partido por otro .

  3. El problema es que todo el sistema democrático se asienta sobre los dogmas que lo "definen".

    Desde el sistema legislativo y judicial hasta el sanitario, todo está estipulado, marcado y recortado por protocolos, sin mirar más allá y evidentemente sin observar el problema de una forma individual.

    El sistema político está muy "jodido", pero lo que tampoco podemos hacer es pedirle más que al resto!

    Isarn

  4. Sr.Foix: Vivimos en una sociedad en la que hasta el más tonto sabe hacer culpable de sus errores a los otros, es lo primero que aprende el niño,"yo no he sido, ha sido Juanito", todo ello mientras Juanito nos mira con cara de no haber roto un plato en su vida.
    En todo este proceso llamado de paz, del que Vd nos habla, se han cometido errores por utilizar informaciones erroneas, por poseer datos erroneos como verdaderos, por confundir el horizonte con el deseo,por usar procedimientos ya probados como erroneos, por no arriesgarse en suma a usar el derecho que todos tenemos a cometer nuevos errores.
    Sr.Foix, nadie se ha preocupado por racionalizar los anteriores errores del pasado, por interiorizarlos o desmenuzarlos y tan solo se ha buscado combatir el humo sin saber dónde estaba el fuego, se han buscado culpables inmediatos, meros chivos expiatorios, sin darse cuenta que todos tenemos derecho a equivocarnos, derecho a intentar solucionar problemas cometiendo errores sin fórmulas magistrales, todo desde la más absoluta convicción que la peor de las estupideces es creerse en posesión de la verdad y meterse en sitios de donde no se sabe salir por temor a equivocarse.
    Es una pena todo lo que estamos viviendo, el problema es que como en el caso de "Juanito", los errores los pagamos y sufrimos otros, los que como Juanito no hemos roto un plato en la vida.

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