El compañero Chopin

Me ha acompañado muchas horas, días, años enteros. Se ha ido algunas temporadas pero ha regresado siempre como vuelven los viejos amigos. Sus mazurkas, sus valses, sus preludios, sus baladas y sus nocturnos han sido testigos lejanos y actuales de mis lecturas y de mi trabajo como periodista. Trabajar escuchando a Federico Chopin es una monotonía reconfortante, plácida, estimulante.

He compartido las horas y los días también con Bach, Borodin, Mozart, Haendel, Beethoven y otros amigos. Shostakovich es para mi el más grande del siglo pasado y lo llamo con frecuencia para que me pase su memorable Quinta Sinfonía, una obra que va bien para las mañanas eufóricas o las tardes nostálgicas. Los prodigios de la tecnología permiten escuchar en el ordenador toda la obra de un compositor, con alguna cuña publicitaria, sin límite alguno. Y, por ahora, es gratis.

Chopin

Pedí a Federico Chopin que me acompañara durante el día de ayer al cumplirse dos siglos de su nacimiento en el Gran Ducado de Varsovia, cuando Polonia estaba dominada por Rusia, un hecho que influiría muy fuertemente en su patriotismo y en el romanticismo que floreció en toda Europa tras las guerras napoleónicas.

Una colega hebrea que escribió una biografía de Chopin, vecina de despacho en mis tiempos de Londres, resumía la vida del genio polaco diciendo que “Chopin tenía un affaire amoroso con el piano”. Su aspecto pálido, 50 kilos de peso, le cargaron de timidez y de complejos. Pero no impidieron que tuviera una singular relación íntima con la escritora George Sand con la que pasó un largo invierno en la Cartuja de Valldemosa. Pasó unos días en Barcelona en 1838, antes de embarcar hacia Mallorca, y fue atendido por un médico barcelonés al año siguiente cuando la tuberculosis estaba erosionando su precaria salud.
Inolvidable el Nocturo número 20 o la Polonesa número 53. Siempre románticos sus valsos y sus baladas. Chopin fue un compositor precoz que a los 7 años compuso la Polonesa en sol menor para piano. Murió a los 39 años en París después de haber hecho hablar con una delicadeza sublime al piano. No ha habido otro.

En Chopin se cumple la teoría de Steiner de que hay tres ocupaciones intelectuales en las que los humanos han realizado grandes hazañas antes de la pubertad: la música, las matemáticas y el ajedrez. Te pediré que me sigas acompañando. Eres sutil y tranquilo.

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