El miedo y el enemigo invisible

Que la mayor potencia del mundo sea la más golpeada por el virus indica la insuficiencia de la fuerza en situaciones fuera de control. Célebre cuadro sobre el miedo de Edvard Munch

 

 

La capacidad humana para resistir la adversidad casi no tiene límites. No ha habido etapas en la historia en las que las cosas hayan sido fáciles ni exentas de confrontaciones. Si se observa en perspectiva, lo más normal en Europa han sido las guerras de unos contra otros y de todos contra todos. Inglaterra, por ejemplo, ha sido aliada y ha estado en guerra contra todos los países de la Europa continental en algún momento de su historia. Algo semejante podría decirse de todos los estados viejos europeos. Solo por esta razón es prioritario mantener la idea de Europa tal y como se ha materializado en los últimos setenta años.

El hecho de que atravesemos una pandemia que nos mantiene en vilo a todos sin que ningún país pueda responsabilizar a otro es la novedad del nuevo estado de miedo que recorre el mundo. No es el miedo a los ejércitos vencedores o a las invasiones derivadas de una derrota ­militar. El miedo es a un virus que ha matado en este año a más de un millón de personas sin respetar fronteras, regímenes o ideologías.

Vivimos momentos de inseguridad económica, física y política que produce estados de miedo individual o colectivo. Y el miedo está minando la confianza y la interdependencia en que se basan las sociedades civiles. El miedo no es sobre los partes diarios de contagiados, ingresados o fallecidos por el coronavirus sino por la siniestralidad que puede producir en el futuro en ámbitos tan distintos como la salud, la economía, el trabajo, la psicología y las relaciones sociales.

Nada hacía presagiar hace ahora poco más de cien años que Europa entraría en una espiral de guerras y carnicerías humanas que todavía nos avergüenzan. Se abría ese largo periodo de confrontaciones en medio de los más insospechados avances científicos, culturales y económicos que el historiador británico Orlando Figes ha plasmado maravillosamente en su libro Los europeos.

Decía que el estado de alarma global no obedece a la superioridad militar o política de ningún Estado. El hecho, por ejemplo, de que el país más afectado por la pandemia sea Estados Unidos, la primera potencia militar, económica y científica, es una prueba de que la seguridad, en este caso, no depende de la fuerza o del poder económico sino de la inteligencia con que se aplican reglas tan elementales como el sentido común individual y colectivo. Es una prueba, además, de que los humanos lo podemos hacer casi todo, pero no podemos pensar en que tenemos el control absoluto de la naturaleza que nos devuelve sin avisar el maltrato y los abusos que hemos cometido contra ella.

Los prodigios efectuados por las nuevas tecnologías son semejantes, salvando las distancias, a los grandes avances que representó el ferrocarril, la incipiente aviación y la creación de unas nuevas clases medias que se tomaban vacaciones, via­jaban por todo el continente, empezaban a ver cine y se aficionaban masivamente a la ópera a comienzos del siglo pasado.

El temor al futuro pospandémico es que las crisis afloren las carencias que se escondían en sociedades prósperas y aparentemente seguras que habían concentrado su poder en los datos almacenados en un móvil o un ordenador. Decía Tony Judt hace más de diez años que nos ha ­invadido el temor a la incontrolable velocidad del cambio, el temor al paro, el ­temor a perder terreno frente a otros en una distribución de recursos cada vez más desigual, el temor a perder el control de las circunstancias y rutinas de nuestra vida diaria. Y, quizás sobre todo, decía Judt, el temor de que no es solo que no­sotros no podemos dirigir nuestras vidas sino que quienes ostentan el poder también han perdido el control, que ahora­ ­está en manos de fuerzas que se encuentran fuera de nuestro alcance.

Cuando salgamos de esta pandemia y veamos cómo queda el paisaje humano y político de nuestras sociedades tendremos que tomarnos más en serio para no crear nuevos abismos de desigualdades e injusticias. Es el propio Judt el que toma una idea de Juan Pablo II cuando dejó escrito que “los seres humanos necesitamos un lenguaje en el que expresar nuestros instintos morales”.

La nueva normalidad que nos anunciaba Pedro Sánchez en los primeros estados de alarma no puede referirse solo a la situación sanitaria colectiva. Me inclino más bien por la práctica política de Angela Merkel que ha intentado humanizar la política abandonando sutilmente los entusiasmos de la economía ultraliberal en favor de una identificación con tesis de corte keynesiano y con una economía social de mercado como garantía contra los excesos de las finanzas globalizadas.

Las desigualdades no las consiguieron acabar ni siquiera los regímenes comunistas. Pero si se quiere evitar un cataclismo global habrá que proteger a los más frá­giles, que cada día son más numerosos frente a los más fuertes que cada vez son menos pero almacenan gradualmente la mayor parte de la riqueza del mundo.

Publicado en La Vanguardia el 9 de diciembre de 2020

  8 comentarios por “El miedo y el enemigo invisible

  1. Desde mi rincón el enemigo invisible no es el virus de la CoViD19. Lamentablemente es muy visible en las hospitales, en los jeriátricos y en las funerarias. Otra cosa es que no se le quiera ver, Como se tapa, cada día cientos de veces, un cadáver con una sábana.

    Hay otros enemigos no visibles nada más que porque están disimulados detrás de escenografías y decorados de banderas, coronas, logotipos corporativos, y pantallas de televisión. A ver si levantamos el velo y el vuelo…

  2. Vivimos en tiempos oscuros, a pesar de la aparente velocidad de la ciencia. Siempre es mejor sustraer que añadir en términos de salud, que es como decir prevenir. Todos los estados del mundo eran conscientes de la posibilidad de una pandemia como esta. Sin embargo, ¿Tomaron alguna medida para prevenirla? No, ¿Por qué? Por el coste económico, que implicaría gastar en una probabilidad que no se sabía cuándo se podría dar. Ahora tenemos que añadir unos costes superiores y brutales si consideramos el valor de la vida humana.

    Una especie animal que teniendo información del riesgo no toma medidas, no es una especie inteligente, es otra cosa: avaricia y endiosamiento. No somos Dios, pero nos lo creemos. Somos humanos, y falibles, mucho más torpes de lo que creemos a pesar de nuestros logros.

    Es mucho mayor nuestra ignorancia que lo que sabemos. La ignorancia es el motor de la ciencia, pero esta necesita dinero y tiempo; las bolsas y el dinero no respeta eso. Y cuidado con los riesgos ocultos, aquellos que no se miden porque no hay prueba para detectarlos. Esto debería ser una lección de humildad en vez de aumentar nuestra prepotencia. Países gobernados por personas de dudosa salud mental no ayudan a usar el pensamiento racional y la prudencia; convierten en estúpidos a los que lo siguen, y peligrosos por su capacidad de hacer daño y matar.

  3. Los regimenes comunistas no consiguieron reducir las desigualdades, nos dice el Sr. Foix. Es cierto, pero seguramente fue el sistema que mas se acerco a esta utopia.
    El comunismo vuelve a estar medianamente de moda, pero descafeinado y siempre en boca de los que no lo son. Tiempo de frivolidades y cataclismos al caer. Si.
    Picaso es comunista, yo tampoco, decia Dali.

    • El comunismo como idea teórica no se produjo según las predicciones del propio Karl Marx. Es, como el capitalismo, una ideología que no responde al mundo real ni a la condición humana. Por ejemplo, ambas creen que pueden predecir el futuro pero no es posible por la aleatoriedad intrínseca a la naturaleza y la historia. No se puede diseñar una sociedad perfecta en este planeta, no es posible. Nos podemos acercar a un estado bueno pero no perfecto, y el comunismo provocó, como el fascismo, millones de muertos. Es dudoso sostener que esas ideologías igual que el capitalismo puedan crear sociedades «justas» ya que los datos empíricos nos muestran una vez tras otra que no dan resultado al no cumplirse sus predicciones. En ciencia basta un experimento para abandonar una teoría, en toda su extensión o en parte, y siempre solo queda como aceptable a modo de aproximación a la realidad, sea lo que está sea, ya que nadie lo sabe excepto la experiencia vital primaria.

      • Gracias por su docto comentario Jose A Garcia.
        Sin duda hablamos de sistemas de un mundo que se ha esfumado.
        No es que otro mundo sea posible, es que ya esta aqui.

      • «no se puede diseñar una sociedad perfecta en este planeta»

        totalmente de acuerdo. todas la utopías de la historia han acabado en tiranías. a falta de sociedades perfectas me conformaría con sociedades libres y justas (justicia en el sentido de lo que es coherente con la igualdad de todos los seres humanos).

  4. Sr.Foix: el miedo siempre ha sido y será un gran negocio…político, económico y social…

  5. Sr. Foix : » El miedo y el enemigo invisible » …en este preciso momento el enemigo invisiblees aun la Pandemia del VIRUS llamado …Covit-19.

    Pero desde siempre es y será …EL FACTOR HUMANO cuando EL PODER LE CORROMPE.

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