Juicios prematuros

La voz tranquila de un hombre seguro era la impresión que desprendían las primeras palabras de Benedicto XVI al asomarse al balcón del Vaticano en el atardecer del martes. El nuevo Papa es la continuidad de Juan Pablo II con el que trabajó muy de cerca y estableció una larga amistad a lo largo de más de un cuarto de siglo. Los cardenales no optaron por un cambio brusco sino por un continuismo calculado escogiendo una personalidad y una biografía distintas para interpretar la misma letra pero con música nueva.

El nuevo Papa es inteligente, trabajador, culto, espiritual y políglota, cualidades que pondrá en juego para llegar a las multitudes sin recurrir a las comparecencias masivas que hicieron célebre a su antecesor. Pienso que por razones de carácter y también de edad. Su primera homilía como Pontífice se centró en un compromiso por la paz y por la unidad de los cristianos, dos retos que precisan unas dosis incansables de diálogo y persuasión.

De todo lo que he leído estos días me ha interesado especialmente un encuentro a comienzos del año pasado entre el cardenal Ratzinger y Jürgen Habermas, el filósofo europeo de la racionalidad secular, en el que de alguna manera se repetía la pugna ideológica entre Voltaire y Benedicto XIV de hace casi trescientos años. Aquel siglo lo ganó Voltaire que fue una de las piezas clave de la Revolución Francesa que estallaría unos años después de su muerte.

Benedicto XVI es un hombre de pensamiento que volverá a abrir el viejo diálogo entre fe y razón, entre los valores de dos tradiciones, la religiosa y la secular, que se han disputado su influencia en el mundo moderno. A pesar de ser el encargado de defender la ortodoxia católica, Joseph Ratzinger es un hombre de diálogo. Lo decía en su encuentro con Habermas al reclamar la “necesaria relación entre la razón y la fe que se necesitan mutuamente”.

No sé cómo será el pontificado de Benedicto XVI. Pero desde su fama de ortodoxo puede abrir un diálogo entre culturas, entre religiones y entre sistemas políticos que tratan a la persona de forma muy dispar. Los conservadores son los que también han propiciado grandes cambios en la historia de la humanidad. Podemos estar ante un Papa que opte más por el diálogo que por el choque frontal de civilizaciones que han vaticinado algunos profetas de desgracias futuras.

Los juicios prematuros son siempre arriesgados, especialmente en lo que se refiere a los papas que han dado grandes sorpresas cuando han empezado a ejercer su magisterio.