Problemas europeos

El modelo europeo está en revisión. Francia, la de los derechos universales, es incapaz ni siquiera de encontrar un diagnóstico sobre una revuelta de los más desheredados, ciudadanos franceses que malviven en comunidades que comparten una religión que no es la de los valores republicanos.

Alemania no consigue formar gobierno después de dos meses de haberse celebrado las elecciones. Es el gigante económico de Europa.

El gobierno británico se ha enredado en unas leyes excesivas sobre cómo combatir el terror y Tony Blair ya sufrido la primera derrota en ocho años. La libertad y la seguridad se dieron de bruces y los británicos no han querido aprobar un plan del gobierno que pretendía detener sin pruebas durante noventa días a los sospechosos de ser terroristas.

En España, ya lo ven, con lo que cae en el mundo estamos en los derechos históricos, las reformas estatutarias y enfrascados en un debate sobre la unidad nacional.

Los italianos tienen como primer ministro al hombre más rico de Italia, el que controla los medios de comunicación y el que pretende aprobar leyes que le garanticen su inmunidad por las causas judiciales que tiene pendientes.

Pero el modelo americano tiene sus problemas. Resulta que se fue a una guerra porque un país dictatorial disponía de armas de destrucción masiva y a los pocos meses, según la RAI que no ha sido desmentida por el Pentágono, las tropas invasoras utilizaron armas de destrucción masiva contra los insurrectos o terroristas de Falluja. El terrorismo alcanza a Amman, Madrid, Londres, Nueva York y lo que nos queda por ver.

Las democracias no están en crisis por la sencilla razón de que lo propio de las democracias son las crisis que se superan para entrar en otras nuevas e inesperadas crisis. Las democracias manejan las imperfecciones de la sociedad y evitan que alguien se levante con recetas perfeccionistas que acaban perjudicando a los hombres y mujeres que pretendían proteger.

Estos cambios tan profundos que pasan por delante de nuestras narices no son detectados ni por las clases políticas de las democracias ni tampoco por el análisis de los periodistas que corremos paralelamente con los políticos, cabalgando los mismos o parecidos caballos, mientras el gran público contempla estupefacto el espectáculo.

La democracia funciona. Lo que no funciona es quienes la estamos instrumentalizando desde todos los ángulos posibles. Europa no se ha enfrentado con éxito al fenómeno de tantos millones de sobrevenidos que no han podido, no han sabido y, sobre todo, no les hemos dejado incorporar a nuestro sistema económico y social. No se han incorporado a la meritocracia y les dejamos en las orillas de la sociedad donde se organizan desde la desesperación.

El problema es que muchos de estos sobrevenidos son personas a las que hay que tratar como personas con todas las diferencias que lleven a cuestas. Piensan que llegan a un espacio de oportunidades y comprueban amargamente que se las negamos. Tenemos un problema, todos, y no sabemos cómo resolverlo.

Los llamados valores republicanos, democráticos, los proclamamos retóricamente pero los negamos en la práctica. Pasarán muchas cosas inesperadas en los próximos tiempos. Políticos y periodistas nos dedicaremos a analizar por qué fuimos tan ciegos para no detectar los problemas que se incubaban.

La minoría de recurre a la violencia con un discurso de odio hacia lo que pensamos que son nuestros valores puede ganar nuevos adeptos. Serán de procedencia musulmana o de procedencia democrática. Pero tendrán como telón de fondo la injusticia.