Lampedusa y el Estatut

La crisis que vive Europa es cierta y real. Una crisis planteada por la ampliación de quince a veinticinco y por la negación de franceses y holandeses a aceptar el tratado de la Constitución Europea.

Pero a pesar de la crisis que parece no tener salida, a pesar de las incertidumbres que se dibujan en el horizonte, la posibilidad de un conflicto armado entre los europeos nadie la contempla en un futuro a medio plazo. Este es el gran éxito europeo en un continente en el que las guerras entre reyes, estados, naciones y pueblos han sido tan constantes a lo largo de los siglos como las estaciones del año.

Espero que si se llegan a superar las cuestiones que nos han mantenido ocupados durante dos años con temas esenciales, identitarios y de uniones o desuniones de España, cuestiones de distribución de poder en definitiva, podamos dedicarnos a hablar de los temas que preocupan también a casi quinientos millones de europeos.

Se empezó el proceso del Estatut por cuestiones electorales y Zapatero ha hecho desfilar por La Moncloa a los principales actores del drama de dos años, también por las ambiciones electorales, por supuesto que legítimas, de todos. Para este trayecto no hacía falta tanta gasolina que se ha vertido inútilmente para provocar pequeños y grandes incendios que han hecho aflorar la cara más fea de todos.

Estamos a mitad del encuentro pero me da la impresión de que Zapatero lo está ganando cómodamente. También lo está ganando Artur Mas que tan enfadado estaba hace dos años cuando se formó el tripartito a pesar de que CiU fuera la formación con más diputados en el Parlament.

Maragall lo está ganando también porque puede pasar a la posteridad como el presidente que consiguió un nuevo Estatut convenciendo a Zapatero para que diera un paso hacia adelante que muchos pensábamos que caminaba hacia el precipicio y que, por el contrario, puede situarnos en la otra orilla del barranco.

Esquerra Republicana ha sido pareja de baile para la estabilidad del gobierno en Madrid y pieza imprescindible para la formación del tripartito en Catalunya. Se ha visto superada por la habilidad de Mas y por la astucia de Zapatero vendiendo a los españoles que el Estatut no dependía solamente de Carod Rovira sino de gentes que habían participado en la gobernabilidad de España con socialistas y populares.

Esquerra tendrá que analizar detenidamente por qué siendo una pieza clave en Barcelona y Madrid, ¡qué importantes son los gestos!, puede encontrarse a la deriva en busca de algún trasatlántico que le acompañe en los procelosos mares que se avecinan. Joan Saura y su formación ecosocialista queda más o menos donde estaba pero con poca incidencia directa en el futuro si de lo que se trata es de cambiar de caballo tanto en el próximo gobierno catalán como en el español.

El Partido Popular no ha cambiado su discurso a la espera de que la España rota y muerta acabe en el tanatorio nacional y coseche millones de votos en los predios socialistas tradicionales. Mariano Rajoy volvería a poner orden y restablecería la idea unitaria de España que con tanto empeño había empezado a diseñar Aznar en su segundo mandato. O cambia el discurso o sustituye la cúpula del PP.

Sería saludable abandonar este debate interminable y que las gentes volvieran a contemplar la realidad con una mayor confianza en una clase política que ha desconcertado al personal a lo largo de dos años.

El Estatut que salió tan eufórico de Barcelona el 30 de septiembre puede regresar muy rebajado. El “peix al cove” de Pujol se ha impuesto a tenor de las fotos que Zapatero se deja hacer con todas las alineaciones recordándonos la célebre frase de Lampedusa:hay que cambiarlo todo para que todo siga igual.