Facturas de una guerra equivocada

El presidente Bush ha conseguido que el Senado aprobara sus propuestas para interrogar y juzgar a los extranjeros sospechosos de ser terroristas o colaborar con ellos. Es una respuesta a la sentencia del Tribunal Supremo que en el mes de junio estableció que las prácticas de los tribunales militares introducidas por la administración Bush violaban la ley norteamericana y la legislación internacional.

La nueva ley otorga a los detenidos más derechos legales pero les niega la posibilidad de que puedan defenderse en los tribunales federales. La ley prohibe el uso de la tortura, la violación y los experiomentos biológicos con los sospechosos pero faculta al presidente a decidir otras técnicas de interrogación que no se han dado a conocer.

Más de la mitad de los senadores demócratas votaron en contra. Una circunstancia que no se habría producido hace dos años cuando la guerra contra el terrorismo la lideraba indiscutiblemente el presidente Bush.

No voy a repetir mi posición respecto a una guerra contra el terrorismo que ha sido equivocada en su estrategia y en su ejecución. Lo dice un documento de la propia CIA filtrado en la prensa de Estados Unidos. Dicen los servicios de inteligencia de que el terrorismo ha crecido en el mundo desde que Bush le declaró la guerra.

En Afganistán se están rearmando los talibanes´y las fuerzas de pacificación han pasado al mando de la OTAN convirtiéndose en ejércitos ofensivos. El número de muertos en Iraq sólo son noticia si pasan de cien o si ha sido asesinado un alto representante del régimen de Bagdad.

Saddam Hussein sigue sometido a un juicio interminable. Osama Bin Laden anda perdido en las montañas afganas y paquistaníes lanzando mensajes que desafían la estabilidad occidental. El número de terroristas ha aumentado.

En el caso de Palestina han ganado las elecciones y están en el gobierno. En Líbano, Hizbulá dispone de representación en el parlamento de Beirut a la vez que ha plantado cara militarmente a Israel hasta el punto de tener que desplegar una fuerza multinacional para pacificar el sur del país.

La guerra contra el terrorismo ha sido un fiasco. Es cierto que el territorio norteamericano no ha vuelto a ser atacado desde el 11 de septiembre de 2001. Pero los terroristas de procedencia islámica han efectuado matanzas en Madrid, Londres, Bombay, Bali y muchos otros lugares del mundo.

Estas medidas legislativas son una estrategia de última hora para evitar una debacle en las elecciones legislativas del mes de noviembre. Es normal que en todas las democracias los partidos que están en el gobierno utilicen todos los resortes a su alcance para ganarse el voto de los ciudadanos.

Pero la guerra contra el terrorismo no puede juzgarse sólo en clave americana sino global. Y respecto a Estados Unidos, esstas medidas se apartan peligrosamente de los principios de los padres fundadores de la democracia americana.

El miedo se ha apoderado de las sociedades democráticas occidentales. Un miedo cósmico del que nadie se libra. Lo hemos visto en Berlín esta semana y lo estamos comprobando en muchas partes del mundo donde la seguridad está pasando por encima de la libertad, en muchos casos pisoteándola.

Vuelvo a insistir en una idea ya expuesta: la guerra de Iraq fue construida sobre una mentira y sobre una mentira no se puede edificar una verdad. Lo diga Agamenón o su porquero. Aznar ya pagó el precio, Blair lo está pagando y a los republicanos también les pasarán factura.

Las democracias tienen que defenderse. Sólo cuando tienen razón lo pueden hacer hasta llegar a vencer a quienes amenazan nuestras libertades. Por desgracia para todos, el terrorismo es más fuerte hoy que hace cinco años.