Mirar al horizonte o mirar al cielo

Ha llovido con abundancia y generosidad en todo el país. Los ríos bajan revueltos con aguas terrosas y los pantanos suben gradualmente de nivel. La sequía se aleja temporalmente después de los fuertes vientos de levante que suelen transportar nubes que se abren en canal con lluvias intensas pero no tormentosas.

No esperes grandes aguaceros de los vientos que soplan desde el Pirineo o vienen de Aragón, fíate más bien de las ventiscas que arrancan en el Mediterráneo y cruzan los cielos creando figuras multiformes, algodonadas unas, negras otras, siempre en constante cambio de formas y dimensiones.

Me lo decía un viejo amigo mientras paseábamos bajo la lluvia y comentábamos el gigantesco drama de la transitoriedad de las crisis que resuelve la naturaleza de un plumazo.

Me señalaba tres enormes pinos al otro lado del valle. Se oía él ruído de sus ramas zarandeadas por los vientos levantiscos. Siempre que escuches los gemidos de esos pinos, la lluvia es inevitable y no serán cuatro gotas sino que el agua sazonará los campos hambrientos, desaparecerá la sequía y los sembrados que parecían perdidos resucitarán en cuatro días.

Seguimos conversando mientras íbamos depositando puñados de abono alrededor de los frutales que sonreían abiertos y esperanzados a la lluvia persistente que les resucitaba de su seca existencia.

Una primavera lluviosa es un espectáculo único. Los pájaros han encontrado, por fin, humedad y trasladan gramos de fango para construir sus nidos. Los conejos, hay tantos y hacen tanto daño a las cosechas, saltan despistados porque deben saber que los cazadores no salen con la escopeta y el paraguas.

El agua sigue cayendo y los campos, incluso los que han sido revueltos por el arado recientemente, no admiten más aguas y forman charcos que luego irán penetrando en el subsuelo. Los canales de las casas, viejos tubos que recogen el agua de los tejados, saltan repicando en el centro de la calle. Las cisternas de las cabañas rebosan por desagues superiores.

Hay alegría en el campo aunque la lluvia haya llegado tardíamente. Los viñedos y olivares señalan diminutos racimos o flores que se convertirán en olivas. Los que han gestionado la sequía que se presentaba apocalíptica pueden aplazar su angustia unas semanas o unos meses.

Se han ocupado excesivamente de trasvases, de tuberías, de racionamientos ejemplares y se han olvidado que la solución la suministra inexorablemente la naturaleza. Han mirado al horizonte y se han olvidado de mirar al cielo.

  4 comentarios por “Mirar al horizonte o mirar al cielo

  1. ///ENRIC///

    Foix escribe tan rápido y tan profundo que no te da tiempo ni a respirar, estaba pensando una respuesta al tema de la lluvia y cuando la tengo en mente me encuentro con este tema de Birmania, así que ni uno ni otro tema, hoy hablo de Foix y su capacidad que no es poco.

  2. Estas lluvias no van a resolver el problema principal, la falta de previsión de los gobernantes.

    Un saludo, J.Vilá.

  3. Sr.Foix: La utopía siempre está dos pasos más allá del horizonte. Estos meses muchos hemos hecho un doctorado en sequías, pero la sequía siempre es una situación temporal, a diferencia de la aridez, que es la escasez de lluvias como característica permanente del clima de una zona. Una precipitación que para una zona puede considerarse aceptable y no de sequía, para otra región esa misma precipitación puede ser insuficiente y provocar una situación de sequía, son las sequías agrícolas o las hidrológicas las que nos han de preocupar de forma preferente, pero para las tribus urbanas todo lo que sucede fuera de las aceras de la ciudad no existe.

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