Fieles y traidores

Partidarios de Ada Colau y de Ernest Maragall sse enzararon a gritos e insultos en la Plaça Sant Jaume

Se han oído insultos en varios plenos de constitución de ayuntamientos. También los rifirrafes han continuado en la calle con griteríos y con acusaciones mutuas. En muchos mu­nicipios un partido pactó la alcaldía a última hora del viernes y el sábado era otro el que se la llevaba por cambios inesperados de votos. La democracia tiene estas imprevisiones a la hora de repartirse las cuotas de poder o de pasar a la oposición. Desde la televisión estos incidentes tienen un punto de comedia, viendo a lo que muchos están dispuestos con tal de mantener un sillón o arrebatárselo a otro.

No es tan divertido para los protagonistas de estas peleas, legítimas pero lastimosas, y menos gracia tiene para los votantes que se sienten instrumentalizados en función de los intereses personales de quienes eligieron. Cruzar políticamente la plaza Sant Jaume, en un sentido o en otro, es siempre un camino espinoso. El espectáculo mientras el nuevo Ayuntamiento atravesaba la plaza para cumplir la visita ritual al presidente de la Generalitat fue lamentable e impropio de una sociedad tranquila, democrática, que sabe ganar y también sabe perder.

Lo que más me inquieta de cuantos insultos se lanzan al adversario es el cada vez más frecuente uso de la palabra traidor. Es un concepto que se cultiva en sistemas dictatoriales y rígidos en los que no se acepta la discrepancia, se practican las purgas y se establecen rangos de buenos y malos. Los traidores florecen en dictaduras aunque sólo sean discrepantes.

No se asume que el reconocimiento de las diferencias puede convertirse también en la marca de una identidad común, según ha escrito el filósofo Jürgen Habermas. Es importante ganar, pero es tan importante saber perder con dignidad y con estilo, como lo ha hecho Manuela Carmena a pesar de haber ganado las municipales en Madrid.

Conseguir la alcaldía de Barcelona era el gran trofeo que quería exhibir Ernest Maragall, que se presentaba por ERC después de un largo periplo por el socialismo. Ganó por unos cinco mil votos, pero no convenció a Ada Colau para hacer de Barcelona la capital de la no nata república catalana. Los que votaron a Manuel Valls para echar a Colau son los mismos que han visto cómo sus votos han sido imprescindibles para que la alcaldesa revalidara su segundo mandato.

Son las reglas de juego, que se han aplicado con gran fanfarria en muchos municipios españoles. Ciutadans ganó las elecciones autonómicas catalanas, pero Inés Arrimadas no ha podido gobernar. El gesto de Valls ha comportado, de entrada, que el grupo de Ciutadans en el Ayuntamiento de Barcelona se haya roto en dos.

La política catalana se ha cuarteado en todos sus ámbitos desde que Artur Mas decidió seguir adelante con la independencia después de haber perdido 12 escaños en las elecciones del 2012. Ese fue un gran error que ha contribuido a dividir al país, a la trituración de partidos, a la emergencia de traidores por todas partes y a la ruptura de la precaria unidad del independentismo.

Pienso que es pertinente preguntarse si un Govern de coalición presidido por Quim Torra puede continuar muchos meses si los dos socios que lo sostienen discrepan en la táctica y en la estrategia para alcanzar la independencia. Oriol Junqueras manda desde la cárcel en espera de la sentencia y Carles Puigdemont dirige el Ejecutivo en tiempo real desde Waterloo. No consta que entre ellos tengan una re­lación y una comunicación fluidas. Las elecciones catalanas serán inevitables en unos meses.

La batalla de Barcelona ha demostrado que el eje principal de la política catalana no es el de derecha e izquierda, ricos o pobres, barrios acomodados o zonas empobrecidas. El eje principal es el independentismo, que es la vara de medir todas las cosas que ocurren en el país. La extraña pinza contra Maragall no fue por ser de Esquerra sino por haber pregonado que Barcelona sería la capital de una Catalunya independiente. Y para ello sólo contaba con 15 de los 41 concejales de la ciudad.

El independentismo está aquí para quedarse, pero no puede ser el único parámetro para gobernar un país con millones de personas que también tienen otras preocupaciones e intereses, como obtener o mantener el trabajo, cultivar la cultura, disponer de un sistema sanitario bueno, una educación de nivel y asequible… La media de la matrícula de universidad es de 1.063 euros en España. Madrid llega a los 1.441 y Catalunya a los 2.011, la más cara de todas. ¿No hay que hacer política en todas estas cuestiones mientras llegue la independencia?

La política no puede moverse en el ámbito de cobardes y traidores, buenos o malos catalanes, independentistas o no, rurales o urbanos. Si se descuidan por más tiempo los derechos sociales centrándose en los derechos nacionales la política democrática saldrá muy perju­dicada.

Publicado en La Vanguardia el 19 de junio de 2019

  15 comentarios por “Fieles y traidores

  1. Sr Foix: sigue indignándome esta falsa moral que gastan los políticos.Este indignarse cuando los pactos no se ajustan a sus intereses y estos retorcidos argumentos para convencernos de la conveniencia de los mismos.
    Que nos traten como imbéciles y se queden tan panchos!!!
    Este país no tiene arreglo, por más discusiones que tengamos….

    PD. Excelente post!

  2. Si la independencia se consigue con argumentos solidos, bien planificado, nada que decir, pero si se consigue con engaños, mal planificada, nadie se puede considerar un traidor, por bajarse de un barco sin rumbo claro.
    «La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde». (Miguel de Cervantes)

    • Es imposible planificar las consecuencias de la independencia, como tampoco se puede planificar la vida. La aleatoriedad es una de las leyes de la naturaleza, no podemos predecir el futuro, solo estimar, y no siempre, el riesgo de nuestros actos. Así, tanto los independentistas como los que no lo son se enfretaran a un escenario desconocido, tanto si se consigue como si no. Nada será ya igual, no lo es porque nada perdura solo vemos la apariencia de lo estable porque no tenemos en cuenta el efecto tiempo y el cambio asociado. La naturaleza es cambio, es lo que muestra la teoría de la evolución que se basa en lo aleatorio, el azar y la opcionalidad.

      • En parte discrepo, consecuencias a largo plazo nadie las sabe, pero a corto plazo saltan a la vista, falta de un banco central, falta de grandes inversores extranjeros (se buscaba la ayuda de China.Israel,Rusia) expulsión temporal de Europa, dificultad en recaudar impuestos, huida de empresas…Estamos hablando de romper una parte de relaciones centenarias, con nuestro principal «socio» España.

        • Me he expresado mal en mi comentario, de hecho era una crítica a la imprudencia de los independentistas. Estoy de acuerdo con su visión de los efectos a corto plazo que comparto en el sentido que ústed expone.

  3. La democracia se ha convertido en un ritual que no sirve de mucho; demostración práctica: después de numerosas votaciones el bienestar de las personas no mejora, retrocede lentamente y la riqeuza se concentra en una minoría exígua. La independencia de Catalunya tiene un coste tanto para Catalunya como para España, e implica un conflicto que durará muchos años, ocurra lo que ocurra. La tensión ideológica entre el capitalismo y el socialismo no ha acabado, los intereses de los ricos y las grandes corporaciones no tienen nada que ver con los de los trabajadores de diferentes niveles económicos, ni de los autónomos. Esto no está resuelto, el liberalismo persigue la reducción del estado a la seguridad pública, el sistema judicial y el control de la finanzas, es contrario al estado del bienestar porque implica el pago de impuestos elevados y privatizaría todo los servicios. Por contra, el socialismo no puede aceptar la propiedad privada y nacionalizaría todos los medios de producción y las finanzas del estado. El equlibrio entre la dos pulsaciones se sostuvo por la guerra fría y la existencia de la URSS, ahora no existe para que Europa viva adormecida.

    La independencia no soluciona estos temas, solo el estatus de la nación catalana que tendría un estado propio y más libertad (no completa, no somos los EEUU), pero no implica nada más, los problemas sociales son independientes ya que su solución es función de la ideología de los partidos/poderes (no solo internos, sino externos también) que controlan el poder de un estado. Podemos tener un estado con una política igual que la del estado del que dependíamos, todo dependerá si el poder lo tiene la CUP o Junts per Catalunya (ex CiU, recordemos que aprobó la ley laboral junto con el PP). La pregunta es ¿Qué beneficios reales podemos esperar? Desconocidos, el riesgo de obtener un «beneficio» negativo no es cero; si lo aceptamos muy bien, pero mejor que no nos vendan relatos donde se suele acabar comieron perdices y fueron felices.

  4. Me sumo a las felicitaciones, ya casi rutinarias por repetidas, porque repetida es la calidad y sensatez de los textos del Sr. Foix.
    Pero me tomo un poco de tiempo para intentar responder a una pregunta del texto: ¿No hay que hacer política en todas estas cuestiones mientras llegue la independencia?

    Me alegro que se de por más que posible que la independencia de Cataluña llegará pronto o tarde. Pero es que hacer política, hacer gestión política es inseparable de hacer gestión económica. La ley de presupuestos anual suele ser el punto de inflexión de las legislaturas. Y su falta puede provocar la caída de gobiernos y la convocatoria de elecciones.
    Mientras no cambie la situación económica de Cataluña la respuesta a la pregunta podría ser: «Ya nos gustaría». Y digo yo: las dos cosas, que se hiciese política y se declarase la independencia.
    Pero, y con todo, parece que seguimos dándole vueltas a la así llamada «cuestión catalana», vulgo «prucés», cuando ya hace mucho que estoy convencido que Cataluña no es el problema, el gran problema.
    El PROBLEMA, con mayúsculas es el estado español (no digo ya España) y sus enormes disfunciones, sus flagrantes corrupciones, sus inaceptable constitución (no la escrita, sino como está constituido), su patética monarquía, su justicia venal, sus fuerzas armadas apolilladas, su «core state» de funcionarios, políticos y empresas del IBEX y, cómo no, la Iglesia católica española.

    Perdón por la extensión, pero me parece que los menudencias que le ocurran a la candidatura al ayuntamiento de Barcelona a los contendientes desideologizados, el desastre cósmico de C’s (cero alcaldes en Cat !!!) y las lágrimas de Inmaculada Colau, han dejado de interesarme.
    Salud.

    • Aplaudo tu comentario.
      Estoy totalmente de acuerdo con la fotografia del Estado español. Y mi pregunta es: algun dia los ciudadanos podremos elegir entre Monarquia o Republica, votar una nueva Constitución, organizar un Referendum legal y vinculante sobre la Independencia de Catalunya?.
      Podremos votar una Constitución De la Unión Europea, elegir un Presidente, participar en la aprobacion de las Leyes que afecten a nuestras vidas…?. Mientras tanto y para que no molestemos demasiado, nos entretienen con las peleas, menudencias y lagrimitas de nuestros politicos.

  5. El principal error de todos los políticos es que no escuchan a los ciudadanos. Están muy atareados compitiendo entre ellos para conservar o alcanzar el poder.

  6. Traidores son todos aquellos que no cumplen con el programa y las ideas con las que se presentaron a la contienda electoral.

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