Steiner, un largo sábado

George Steiner, una conversación con Laure Adler, resumida en un «Largo sábado».

Cada vez que atravieso un libro de George Steiner repaso las líneas subrayadas para hacerme una cierta idea de lo que acabo de leer. Siempre surcan en sus páginas cuestiones que se remontan a la noche de los tiempos pero que, a la vez, son de una actualidad grandiosa.
Steiner es el judío escéptico que sabe que no se puede dimitir nunca de ser judío pero que hay muchas maneras de vivirlo. En su conversación con Laure Adler, editada bajo el título de “Un largo sábado”, Steiner muestra descarnadamente sus emociones, su racionalidad, su visión del mundo pasado y del presente. Cada día, a sus 87 años, nos confiesa que lee unos pasajes de Parménides, bien de mañana, para mantener viva su capacidad de encontrarse con la realidad.
Escribe que “dadme una mesa de trabajo y ya tengo una patria. No creo en el pasaporte, cosa ridícula, ni en la bandera. Creo profundamente en el privilegio del encuentro con lo nuevo”. Su desconfianza sobre el estado de Israel la ha expuesto de muchas maneras y en muchas ocasiones. En esta conversación la repite diciendo que “durante miles y miles de años, más o menos a partir de la destrucción del gran Templo de Jerusalén, los judíos no han tenido el poder necesario para maltratar, torturar o expropiar a nadie en el mundo. Para mí se trata de la más noble aristocracia que existe”.
Su respeto por los judíos que no piensan como él es extraordinario. Conoce muy bien el cristianismo y ha transitado miles de horas por el Libro de los libros, la Biblia, que trata con una familiaridad casi desafiante. Dice de San Pablo que es el mejor periodista judío de la historia de los judíos. Sabe dónde están los puntos que tanto influyeron en la extensión del cristianismo a partir del siglo primero.
Después de darle muchas vueltas, Steiner llega a la conclusión que “Israel no es la única solución posible. Si ocurriera algo que fuera literalmente inconcebible, si sucediera lo inimaginable, si Israel pereciera, el judaísmo sobreviviría; es mucho más grande que Israel”.
Sus reflexiones son discutidas y discutibles. Pero están muy bien razonadas. Son pensamientos universales que recorren la historia de la cultura en mayúscula, la curiosidad por lo que se desconoce, su valoración por las lenguas grandes o pequeñas, su resistencia a aceptar el angloamericano como solución mundial para comunicarse.
Steiner se ha definido siempre como judío, siempre, en todos sus ensayos, se ha presentado como alguien que está siempre de viaje, orgulloso de no tener casa. Leí en su día el extraordinario prólogo que escribió a la Biblia del Rey Jaime, la versión anglicana más extendida y solvente, en la que demuestra su conocimiento de un pueblo que se ha equivocado mucho pero que ha sabido rectificar y, sobre todo, que ha sabido pedir perdón. El odio entre las sectas islámicas, dice, es increíblemente enorme y cruel, un odio sin perdón.
Hace afirmaciones sorprendentes como la de que hay más niños esclavos en la actualidad que en ningún otro periodo de la humanidad. A sus 18 años escribió “El triste milagro” y decía que muchos alemanes “por la noche tocan Schubert, cantan Mozart, y por la mañana torturan en Aschwitz o en Bergen Belsen”. Decir que sólo es posible en Alemania es un gran error. La maldad puede llegar en cualquier parte del mundo y con las culturas más sofisticadas.
El sentido del humor y la ironía son constantes en el libro. Se refiere, por ejemplo, a la visita que un oficial alemán que visita el estudio de Picasso durante la ocupación y al ver el Guernica, le dice, “”eso lo ha hecho usted?”. No, lo hicieron ustedes. Pero se trata del mismo Picasso que defiende a Stalin en un momento en el que el horror del Gulag y de las masacres estalinistas era innegable.
Es crítico rotundamente con Hannah Arendt diciendo que “una mujer que escribe un libro voluminoso sobre los orígenes del totalitarismo sin decir ni una palabra sobre Stalin porque su marido o amante, Heidegger, era un verdadero comunista estalinista. No gracias”.
Steiner, me interesa porque se desprende de él un gran espíritu libre, una persona leída y viajada, un hombre que es criticado por la formulación extraordinaria de sus ideas aunque muchas veces no se pueda estar de acuerdo con ellas.

Articulo publicado en este blog el 2 de agosto de 2016. George Steiner murió hoy en Cambridge, Reino Unido, a la edad de 90 años.

 

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