
El Papa Francisco fue el referente moral en tiempos de profundos cambios en la historia de la Humanidad.
Son tantos los ángulos desde los que se puede analizar la trayectoria del Papa Francisco que podríamos olvidar una característica principal que abarca el conjunto de su legado. Francisco fue fiel al Evangelio como lo han sido la mayoría de sus antecesores en circunstancias distintas y en crisis mundiales de muy diversa naturaleza.
Era un hombre profundo que se expresaba con llaneza y proximidad. Me impresionó aquella aparición en solitario en la plaza San Pedro en marzo de 2020 cuando la pandemia atemorizaba a la Humanidad. Era un acto de fe y esperanza. En aquellos largos días de reclusión aparecía cada día, muy de mañana, celebrando la Misa que pude seguir en la pantalla del ordenador. Hablaba de la vida de Jesucristo y adaptaba el texto de las Escrituras a la dramática situación del momento. Escogía el texto la noche anterior, lo dejaba “descansar” y al día siguiente hablaba unos dos minutos en un lenguaje espiritual y coloquial.
Me impresionó un primer texto que leí al poco de ser elegido Papa en 2013 en el que hablaba de la corrupción. Decía que la corrupción no es un acto, sino un estado, estado personal y social, en el que uno se acostumbra a vivir. El corrupto no conoce la fraternidad o la amistad, sino la complicidad.
En el texto programático de su pontificado, Evangelii gaudium, recogió los cuatro principios que guiarían sus ideas básicas y que explican el hecho de no confundir las “contraposiciones” con las “contradicciones”.
El primero lo refiere a que “el tiempo es superior al espacio”. Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Francisco no tenía prisa pero actuaba con tenacidad y con convicciones que nacían de una fe profunda.
El segundo principio es que “la unidad prevalece sobre el conflicto”. Hablaba de la diversidad reconciliada entre los componentes de la sociedad en la que las diferencias suman y no restan.
El tercero es que “la realidad es más importante que la idea”, o sea, “evitar que la idea termine separándose de la realidad.” Era una persona con ideas pero no se dejaba dominar por las ideologías. El Papa advertía de que hay políticos y también dirigentes religiosos que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica”.
El último principio es que “El todo es superior a la parte”. Se trata de “prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana”, y al mismo tiempo, “caminar con los pies sobre la tierra”. De los conflictos no se puede salir sin hablar, dialogar y discrepar con el que piensa distinto. Sus largos viajes a la periferia territorial e ideológica, el nombramiento de cardenales de lugares remotos y con minoría de católicos indica este intento de reconciliación con todos, también con los que viven en sociedades en las que los cristianos son muy minoritarios.
Francisco no ha negado los problemas del mundo ni de la misma Iglesia. Los ha abordado con una visión inclusiva reconociendo los errores cometidos y apartando a quienes habían cometido abusos con menores.
Tenía sentido del humor. En una visita del patronato de la Fundació Blanquerna hace ahora un año nos pidió a que rezáramos por él, pero a favor. Nos regaló un rosario y nos dijo que nos despediría a la salida por dos razones: para que nadie se llevara nada y para asegurarse de que nos habíamos ido. La ironía la llevaba puesta en su temperamento. Francisco era un referente moral de la globalización. La más fuerte oposición a las tesis del ultra liberalismo que representa Donald Trump no eran los demócratas ni la izquierda sino el Papa Francisco en su defensa de los pobres. Cuantas heridas, decía, sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye.
Su pontificado dejará una profunda huella en tiempos de cambios espectaculares en la sociedad y en el mundo.
Papa Francisco tan necesarias sus palabras, deseo que se hagan eco en todo el mundo, que no queden solo escritas que sean actos.
Sinceramente es un papá que no me caía bien, no es que me cayera mal, pero estaba acostumbrado a la atracción que Juan Pablo II ejercía sobre las personas.Sin embargo he de reconocer que Francisco era el filósofo de la fe en Cristo, buscaba la unión de afuera hacia dentro, primero los pobres y después los pobres.Pero hoy en este mundo no es más que de ricos en sus distintos niveles y choca ese pensamiento.Q.d.e.p.
Memorable articulo del Sr. Foix. Gracias.
En un mundo falto de autenticos lideres, echaremos en falta al Papa Francisco.
Descanse en paz.
El seu text ens ajuda a entendre aquest Papa que ha volgut ser proper a la gent.