Trump y el liderazgo de Occidente

Los ataques preventivos es un antiguo concepto en el arte de la guerra. Pero fue en 1981 cuando Israel atacó el programa nuclear del Iraq de Saddam Hussein destruyendo el reactor nuclear Osirak, cerca de Bagdad, construido con la ayuda de Francia. Fue un precedente en la era moderna utilizado por George Bush para atacar precisamente Iraq aduciendo falsamente que el régimen tenía armas de destrucción masiva.

En la Operación Babilonia de 1981 los israelíes enviaron 8 cazas F-16 que volaron a baja altitud a lo largo de más de mil kilómetros para evitar ser detectados por los radares saudíes y jordanos. Bombardearon y destruyeron completamente el reactor antes de que estuviera cargado de combustible nuclear. La incursión fue un éxito que se enmarcaba dentro de la política del primer ministro Menachem Begin que consideraba que Israel no permitiría jamás que un enemigo hostil en la zona adquiriera armamento nuclear.

Irán, la antigua Persia, es una de las potencias históricas de Oriente. Como lo son Egipto y Turquía. La Revolución Islámica de 1979 con la llegada del ayatollah Jomeiny de París fue uno de los acontecimientos más remarcables del final del siglo XX. El nuevo régimen coránico ha influido en todos los movimientos anti occidentales y anti israelíes de los últimos cuarenta años.

El Irán jomeinista plantó cara a Estados Unidos con el secuestro durante 444 días de todo el personal de la embajada norteamericana en Teherán. El enemigo más próximo del régimen de los ayatolas ha sido Israel. Los apoyos a Hamás y a Hizbullah han venido de Irán.

Hay nueve países que disponen de armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte. Irán dispone de infraestructuras nucleares avanzadas aunque oficialmente no posee el arma atómica.

A principios de junio de 2025, Israel llevó a cabo ataques preventivos selectivos contra instalaciones militares y nucleares dentro de Irán, incluidos los complejos de Isfahán y Natanz. La respuesta iraní llegó el 13 de junio con un ataque masivo con 150 misiles y 100 drones contra territorio israelí. Empezaba una guerra abierta que lleva seis días con ataques respectivos en los dos países. El conflicto ha desembocado en una guerra abierta alcanzando objetivos militares y civiles mutuos.

Israel tiene el soporte político y militar de Estados Unidos. Irán cuenta con el apoyo de Rusia y eventualmente de China. Las guerras a trozos que se han venido desarrollando desde que Putin invadió Crimea en 2014 y Ucrania en 2022 y desde que Israel respondió al ataque de Hamás en suelo hebreo asesinando a 1.200 judíos están derivando hacia una guerra regional con perspectivas de convertirse en un conflicto mundial.

Lo que es una lucha entre judíos y persas puede ser la mecha de una guerra entre las potencias. La bomba nuclear solo se utilizó por primera y última vez en agosto de 1945 en Japón siguiendo las instrucciones del presidente Truman que causarían tantas muertes y mostraron la devastación que podía causar el invento del proyecto Manhattan liderado por el científico Oppenheimer.

La teoría de la destrucción mutua asegurada impidió que ninguna de las potencias utilizara la bomba atómica porque no garantizaba la supervivencia humana. Es un peligro que Irán disponga de la bomba atómica pero es igualmente alarmante que Israel pueda utilizarla para defenderse y atacar a sus enemigos más poderosos. Jamenei y Netanyahu tienen el propósito de destruirse mutuamente. Pero el que tiene la bomba atómica en condiciones de utilizarla es Israel.

La posición de los Estados Unidos de Trump es ambigua y titubeante. Discursea cada día sobre su capacidad de frenar a Putin en Ucrania y de templar a Netanyahu en Gaza, en Líbano y ahora en Irán, pero sus advertencias y proclamas no se cumplen. Occidente no tiene ahora un líder sino un desconcertante presidente en Washington con una retórica cambiante. Abandonó la cumbre del G-7 en Canadá un día antes de su clausura.