
El conflicto en Oriente es una lucha descarnada entre dos cuturas, dos tradiciones y dos modos de vida contrapuestos. La guerra es inacabable.
Los aviones de Jimmy Carter se estrellaron en los desiertos de Arabia intentando rescatar a los 52 rehenes norteamericanos retenidos en la embajada de Estados Unidos en Teherán por el régimen del ayatolá Jomeini. Fue una expedición catastrófica militar y políticamente en la primavera de 1980 que contribuyó a la derrota de Carter en las elecciones de noviembre de aquel año.
La Revolución Islámica fue la gran convulsión geopolítica de la segunda mitad del siglo XX. Los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, la guerra de Afganistán, la de Irak, la de Siria y el nacimiento de los grupos armados terroristas como Hizbulah y Hamas son de alguna manera hijos de aquella revolución, que significó un desafío frontal y hostil a todo lo que representa Occidente.
Ha sido el presidente Trump el que, arrastrado por la impetuosidad y las prisas de Netanyahu, ha atacado directamente Irán en una operación largamente preparada que ha demostrado la superioridad militar de la primera potencia del mundo. Israel hacía tiempo que quería destruir el potencial nuclear de Irán. Decidió atacar al régimen coránico de Teherán, pero descubrió que la cúpula de hierro israelí no era impenetrable. Dos semanas de intercambios de drones y misiles en territorio iraní fueron replicados por ataques de Teherán que alcanzaron objetivos civiles israelíes.
Todas las guerras empiezan con euforia y con seguridad en la victoria, pero, una vez declaradas, quedan fuera del control de los contendientes. Cualquier imprevisto puede torcer los planes originales de los estados mayores. Trump sostenía que la amenaza de la fuerza podía forzar a los iraníes a negociar su neutralidad nuclear.
Al observar que la lluvia de misiles y bombas seguía cubriendo los espacios de Israel y de Irán decidió entrar directamente en la guerra. Incumplió una de sus muchas promesas electorales y hoy no solo ha proclamado la supuesta destrucción de los centros en los que se trata de obtener la bomba atómica sino que ha ido mucho más allá insinuando que se podría estar provocando la caída del régimen de Teherán.
Israel está en guerra desde que Hamas entró en su territorio el 7 de octubre del 2023 y mató a más de 1.200 judíos, la mayor masacre sufrida por Israel desde la fundación del Estado en 1948. La reacción ha sido desproporcionada y sin tener en cuenta las leyes no escritas pero humanitarias de todas las guerras.
Con la anuencia de Donald Trump ha matado a más de cincuenta mil gazatíes, los ha desplazado arriba y abajo, ha bombardeado Líbano y ha destrozado la infraestructura de Hizbulah y ahora se ha adueñado del espacio aéreo de Irán,, que no tiene capacidad logística para neutralizar los ataques israelíes, desde el domingo apoyados por la sofisticada y efectiva aviación norteamericana, flanqueada por bases en la zona y por una flota de barcos y submarinos, en algunos casos provistos de armas nucleares de largo alcance.
Israel es el único país de la zona con la bomba atómica e Irán está en el proceso de obtener una. La guerra no es solo nuclear sino que tiene un componente ideológico muy poderoso. Es una lucha entre dos culturas, dos tradiciones y dos modos de vida. Es una guerra total que, necesariamente, acabará en una mesa de negociaciones pasando previamente por escenarios muy inciertos. Puede ser muy larga.
Es una lucha por la tierra y por la identidad. El expresidente Joe Biden evocó en Tel Aviv en el 2023 una conversación que mantuvo con Golda Meir cuando él era senador: “No nos preocupamos, nosotros los israelíes tenemos un arma secreta: no tenemos adonde ir”. Tampoco los palestinos que no pueden ni siquiera salir de Gaza.
Alexander Herzen, fundador del sionismo moderno, dijo que los esclavos no tenían historia, solo disponían de geografía, lo contrario de los judíos, que han tenido demasiada historia y muy poca geografía. No es prudente hacer presagios, pero esta guerra cambiará otra vez el mapa político de la región. Y ni Israel ni Occidente obtendrán la paz solo con la fuerza. La demografía es el arma secreta del mundo islámico que es radicalmente antioccidental.
Publicado en La Vanguardia el 25 de junio de 2025
Sí según usted Occidente estaba representado por la dictadura del Sha, me parece lógico que los iraníes quisieran ir con él. En Iran existía democracia hasta que EEUU y GB la destruyeron en los años 50. La última frase de su articulo es claro racismo.
Dejo esto por si puede ser de interés:
Martillito de Medianoche. Una guerra insólita – por Francesc Sánchez
https://www.elinconformistadigital.com/2025/06/26/martillito-de-medianoche-una-guerra-insolita-por-francesc-sanchez/
Un saludo,
Francesc
Interesante incluir la demografía como elemento de los conflictos. Mucha gente junta genera agresividad… No sé. Mucha gente junta hambrienta se mueve. Los romanos lo experimentaron cuando las hordas orientales se movieron y acabaron por hacerse con el poder del imperio o, al menos, de sus fragmentos.
Pero tien que haber otros factores. En la India hay muchos millones de hambrientos y ni parece que se vuelvan agresivos, los pobres.
Me parece que la demografía, ella sola, no puede culpabilizarse. Otra cosa que se use a la gente como la conocida «carne de cañón».
Y esa idea ocupa las mentes de dirigentes desalmados.
Buenos días Sr. Foix,
Desde el máximo respeto. Concuerdo con usted en que la Revolución islámica fue la carta de presentación en sociedad del islam político. Pero discrepo profundamente en que todo lo que ha pasado en Oriente Medio y aledaños, en forma de atentados terroristas, incluidos el 11S o el 11M, sea hijo de esa revolución de los iraníes, más bien fue todo lo contrario. La alimentación por parte de occidente a través de sus amigos saudíes y pakistaníes de un contrapeso islámico suni, no revolucionario sino integrista, para contener esa misma revolución en toda la región. Un islamismo que una vez lanzado tomó vida propia y volvió hacia los que lo alimentaron de la peor de las maneras.
Le compro que sobre todo Hezbolá en el Líbano, y posteriormente en menor medida Hamás en Palestina, cuando murió Arafat y Al Fatah quedó desplazada, estas organizaciones dentro de su margen de acción han estado manejadas y alimentadas por Irán.
Por ser puñetero le diré más. Nuestros amigos americanos se han dedicado con ahínco durante la Guerra Fría, y muerta ya la URSS, ha cargarse todo régimen árabe no islamista porque no seguía sus designios. Se cargaron el Afganistán de los setenta, se cargaron Irak, se cargaron Libia, y se han cargado Siria, para situar a unos radicales, que en sus tiempos mozos se dedicaban a rebanar cuellos y ahora son bellas personas con las que firmar acuerdos comerciales.
Irán es una amenaza para Israel, como Israel lo es para los iraníes, los libaneses, sirios, iraquíes, palestinos, etc. La ojeriza que tienen los iraníes con los americanos viene de eso mismo que usted cuenta en el artículo, y del hecho que los Estados Unidos eran el soporte principal para el Sha, es decir el régimen que derribaron, haciéndole huir y -cosas de la vida- terminando en el país, que consideraron desde entonces el Gran Satán. Pero creo que, básicamente por los hechos de la historia y lo poco que sé de ideología islámica, en lo que tiene que ver con occidente, los islamistas sunis radicales son mucho más peligrosos, porque para ellos no hay espacio para quién piense de diferente modo, incluidos los chiítas, a los que se la tienen jurada por herejes, y el resto de los musulmanes contaminados por occidente por ser considerados malos musulmanes.
Saludos cordiales,
Francesc
¿Si aceptamos que la demografía es el arma secreta del mundo islámico, tendríamos que considerar un riesgo para la cultura europea la entrada continua de forma ilegal en nuestro continente de miles de migrantes árabes?