
Donald Trump, con su politica de deportación quiere rompler el crisol de culturas que ha conformado la nistoria norteamericana. (Foto: Evelyn Hockstein / Reuters)
La política migratoria de Donald Trump va más allá de deportar a cuantos ilegales delincuentes residan en Estados Unidos. Pretende deportar a los doce millones de simpapeles que viven o trabajan en el país. La retórica contra los inmigrantes ha tropezado con la realidad y los intereses de muchos norteamericanos que necesitan la mano de obra para trabajos que los autóctonos no pueden o no quieren hacer.
El ímpetu inicial contra los forasteros se ha atenuado porque está en juego la economía del país. Si Trump entiende la política como un negocio y no como un servicio, es lógico que las medidas no tengan el carácter de deportación masiva sino selectiva.
Pero la idea de levantar muros, enviar a inmigrantes a cárceles inmundas como las de Bukele en El Salvador, perseguir en una cacería humana a cuantos deambulen por el país sin documentos, amenazar con la expulsión a estudiantes extranjeros de Harvard por manifestarse a favor de los palestinos, sigue formando parte del discurso de Trump.
Se puede defender una política migratoria estricta, pero no forma parte de la cultura americana el denigrar a las personas que han llegado a un país de inmigrantes procedentes de todo el planeta.
El abuelo de Trump era alemán, tal como le recordó el canciller Merz en su visita al despacho oval, regalándole un certificado de nacimiento de su antepasado.
Mientras 50 jefes de Estado y de gobierno se han reunido desde el lunes en Sevilla para tratar de la pobreza global, Trump se paseó por Florida visitando un centro de internamiento de inmigrantes construido en ocho días en un antiguo aeródromo rodeado de humedales repletos de caimanes. Durante el recorrido bromeó sobre cómo podrían huir los confinados driblando las mordidas de los caimanes. Elogió la idea de replicar el modelo en otros estados poniendo a caimanes para que ejerzan de policías. Más barato.
La superioridad moral de la izquierda ha causado desgracias en la historia, pero el supremacismo moral que representa la derecha de Donald Trump es un maléfico desprecio a los pobres, a los débiles y a los desarraigados. Ha roto el crisol de culturas, el melting pot, que ha caracterizado la breve pero rica historia de Estados Unidos.
Publicado en La Vanguardia el 3 de julio de 2025
El lunes pasado 30 de junio, como un reloj de la cuenta corriente de cada cual y cada uno nos succionaron la renta y el patrimonio (visca Catalunya!).
Me pongo de los nervios de ver como malgastan y trincan toda esta mesnada de politicos que nos asola y que en este fin de semana nos daran lecciones, unos y otros.
Que impotencia, que triste y que mal lo tenemos.
El van votar, no? Doncs tenen les conseqüències. El poble sempre té raó, diuen.
El poble va calent (i ho esta)