
La narrativa nacionalista de Donald Trump ha creado una posible alternativa global liderada por China, Rusia, Corea del Norte y otros países de corte autoritario.
La indiferencia hacia los aliados con los que Estados Unidos ha compartido un liderazgo indiscutible a lo largo del siglo pasado no está rota pero sí muy estropeada. La confianza se ha esfumado. Donald Trump entiende que los amigos de siempre no son un activo sino una rémora de la que hay que distanciarse y desprenderse. En el país del libre comercio está impulsando el nacionalismo económico.
Nadie discutía la hegemonía de Washington hasta hace bien poco. La narrativa de la pax americana se había impuesto por la doble estrategia del palo y la zanahoria, del poder blando y del poder duro, de las flotas dominando los océanos y la ciencia liderando la revolución tecnológica.
El poder blando norteamericano penetra por todos los poros de la Tierra. La teoría del declive de Estados Unidos puede ser cierta si se contempla desde la distancia histórica. Pero también es una evidencia que las grandes civilizaciones han mostrado su gran esplendor cuando han entrado por la pendiente de la decadencia.
Los casos de Grecia y de Roma serían muy emblemáticos. El Siglo de Oro español es el más atractivo desde el punto de vista cultural y creativo. Los británicos empezaron a ser envidiados por el mundo entero cuando resultaron ser los derrotados de las guerras que ganaron en el siglo pasado.
América ha penetrado a través del cine, de sus premios Nobel, de la literatura, de la ingeniería financiera, de los más de 600.000 marines que navegan por todos los mares y océanos del planeta. La cultura americana no es sólo Hollywood y Silicon Valley. Es también el país donde hay más de 1.700 orquestas sinfónicas, se venden más de ocho millones de entradas para la Ópera y 1.500 millones americanos visitan los museos, en muchos casos gratuitamente.
Han exportado el lenguaje, han liderado la tecnología, han decidido que el mundo dejara de fumar- y casi lo han conseguido-, y han exportado formas de vida y costumbres.
Stalin decía que lo que más envidiaba de Estados Unidos era Hollywood que divulgó por el mundo el modo de vida americana. La fuerza nacía de sus universidades.
No sorprende la ignorancia sobre la historia que exhibe Trump con sus decisiones contradictorias. Lo más extraño es que en su equipo no haya mentes preparadas que adviertan sobre las consecuencias a medio y a largo plazo de las decisiones que se están tomando estos días. En términos económicos, políticos y culturales.
La chulería y el supremacismo que se desprende de las acciones y discursos de Trump han fomentado un relato y una realidad alternativos que ha aprovechado China para reunir en Pekín en un aparatoso desfile militar presenciado por Xi Jinping, Vladimir Putin y Kim Jong-Un, tres dictadores que han mostrado al mundo que tienen capacidad armamentística, económica y tecnológica para hacer frente a la hegemonía americana.



