
Mientras Putin intenta provocar a Europa, la Unión pierde fuerza y unidad. El séptimo cambio de gobierno en la Francia de Macron es una muestra de inestabilidad politica en Francia. En la foto, el primer ministro saliente, François Bayrou, y el entrante, Sebastién Lecornu.
Las guerras en Ucrania y Gaza no contemplan un alto el fuego y mucho menos un acuerdo de paz. Trump se pierde en sus contradicciones en la Casa Blanca, afirmando, sin pruebas, que ha puesto fin a siete guerras y ha cambiado el nombre del Departamento de Defensa por el Departamento de la Guerra. Las palabras no son neutras ni inocentes.
Las matanzas diarias en Gaza siguen su macabro curso sin que Netanyahu detenga la espiral de fuerza para destruir y ocupar toda o parte de la franja, sin ofrecer una salida humana a los palestinos que no pueden escapar de una ratonera infernal. No todos los palestinos son de Hamas ni todos los israelíes están de acuerdo en la forma de conducir dos años de conflicto por parte del Gobierno Netanyahu.
Putin ha sido rehabilitado por el propio Trump en la cumbre de Alaska y de vuelta al Kremlin se encarniza con bombardeos que destruyen edificios gubernamentales en Kyiv y dirige sus drones y misiles a la población civil ucraniana, que resiste los golpes de una invasión que tenía que durar una semana y va a cumplir más de tres años y medio. La citada frase de Paul Valéry cuadra cuando ya se han registrado varios centenares de miles de muertes en los dos bandos: “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran”.
Xi Jinping ha mostrado su músculo militar organizando un aparatoso desfile en Pekín, intercambiando puntos de vista sobre el transhumanismo y barajando las opciones de prolongar la vida hasta los 150 años. China ejercita la filosofía confuciana desde tiempos inmemoriales, con las dinastías y las revoluciones, consciente de que es el Imperio del Centro, y que está desafiando la narrativa occidental que ha dominado la modernidad. En el cementerio donde reposan los restos de Confucio, en Qufu, hay esparcidos por el suelo algunos de sus pensamientos. Tomé nota de uno de ellos: “El hombre que mueve montañas comienza apartando pequeñas piedras”. De ser un país hambriento y atrasado se ha convertido en la potencia que puede desafiar la hegemonía de Estados Unidos. Se ha occidentalizado sin democratizarse, entregando todo el poder al líder Xi, que tiene el apoyo incuestionable de 90 millones de comunistas afiliados.
¿Dónde está Europa en esta hora de cambios políticos, militares y económicos de dimensiones tectónicas? Está sesteando mientras oye los gritos desestabilizadores de la extrema derecha y las reflexiones moralizantes de una izquierda que se mueve en los parámetros de la era analógica y no desciende a escuchar el pálpito de la calle.
A pesar de los revolucionarios avances tecnológicos, Europa está inmersa en la nueva era de inseguridad económica, física y política. La inseguridad engendra miedo al cambio, a la decadencia, a los extraños y a un mundo desconocido, minando la confianza y la interdependencia en que se basan las sociedades civiles prósperas y libres.
Nadie predijo las guerras del siglo pasado así como las elites pensantes no advirtieron del auge de la derecha en los tiempos presentes. El mapa europeo está teñido de azul y quedan dos manchas de una socialdemocracia en crisis, situadas en España y en el Reino Unido; Trump ha dominado el Partido Republicano en la última década; el Reform UK de Nigel Farage puede dar un salto inesperado y destruir el bipartidismo británico en las próximas generales; Francia ha echado al sexto primer ministro de la era Macron y Alemania está más preocupada por la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), segunda fuerza en las elecciones pasadas, que por el modelo social impulsado por Europa, uno de los logros más notables de los dos últimos siglos.
Publicado en La Vanguardia el 10 de septiembre de 2025




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