Benedicto XVI y Zapatero

Parece como si la ausencia del presidente Zapatero en la Misa del Papa en Valencia fuera el gran tema de la primera visita de Benedicto XVI a España. No le doy mayor importancia ni creo que se la haya dado el Papa. Al fin y al cabo era un acto litúrgico al que no se invitaba a nadie, ni siquiera a Rodríguez Zapatero. Un acto, en el más puro estilo evangélico, en el que el jefe de la Iglesia universal dijo lo que consideraba oportuno sobre la familia.

La Constitución, además, establece la separación entre Iglesia y Estado que se declara aconfesional en estos términos: “ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”.

Pienso que si Zapatero hubiera asistido a la Misa no habría perdido nada y ausentándose ha trazado una línea divisoria innecesaria entre creyentes y no creyentes, todos ellos objeto de las acciones del gobierno. El Estado y la Iglesia se mueven en ámbitos paralelos que pueden coincidir en muchos puntos pero que es arriesgado separar de forma radical.

El Conde de Cavour, artífice de la unidad italiana junto con Garibaldi y Mazzini, no era precisamente un católico identificado con el Papa al que acabó arrebatándole los Estados Pontificios con el movimiento y los ejércitos que se formaron en el Piamonte y se adueñaron de Roma confinando al Papa Pio IX en el castillo de Sant Angelo.

Cavour es autor de la frase “la libertad de la Iglesia dentro de un Estado libre” en el que no habría sumisión de la Iglesia al Estado ni al revés. Me atrevería a decir que la Iglesia tiene hoy más influencia en la sociedad italiana que cuando la Democracia Cristiana gobernaba el país en crisis política permanente para evitar que los comunistas entraran en el gobierno.

Es cierto que España se ha descristianizado de forma evidente en los últimos treinta años. Pero no debe ser tan generalizado el fenómeno a juzgar por las concentraciones masivas de católicos cada vez que viene el Papa en visita de Estado o pastoral a nuestro país.

El conflicto, en mi opinión, se reaviva cuando desde el gobierno se quiere imponer a la Iglesia sus reglas o cuando la jerarquía católica no tiene en cuenta la esfera de competencias del gobierno que democráticamente legisla según sus criterios.

La visita del Papa no consistía en señalar el conflicto entre el gobierno Zapatero y la jerarquía católica española. Ha sido una visita como cabeza de la Iglesia que es universal y que no tiene el objetivo de imponer sino de proponer. Joseph Ratzinger expuso lo que puede considerarse una regla general en todo el mundo, es decir, que la familia es la unión entre un hombre y una mujer con vocación de permanencia.

No veo que este criterio pueda cambiarse ya que forma parte de aquellas “leyes no escritas de los dioses”, como señaló Antígona a Creonte mucho antes de que naciera el cristianismo.Se puede arrinconar a la Iglesia pero no se conseguirá silenciarla por muchas que sean las miserias de los cristianos.

La influencia de las iglesias, tanto la católica como la reformada o la ortodoxa, fue determinante para que los pueblos de la Europa del Este recuperaran su libertad. La autoridad espiritual de Juan Pablo II en su nativa Polonia contribuyó con sus obispos y el brazo político de Solidaridad a liquidar el régimen. El cardenal Tomasek, a sus ochenta años y desde el castillo de Praga era una referencia para la resistencia checoslovaca. La iglesia luterana alemana asumió el mismo papel y el pastor Tökes hizo lo propio en la Rumania transilvana. Stalin derribó la catedral de Cristo Salvador en el centro de Moscú y construyó una piscina al aire libre. Hoy se vuelve a levantar el templo en el mismo lugar.

Que nadie corra demasiado, que no empuje nadie, la realidad es tozuda y no tolera las prisas. Las cosas no se cambian de un día para otro. Y las que son importantes no cambian nunca aunque adquieran nuevas formas.