Gobernar la complejidad

El libro de J.H. Elliott situa el conflicto entre Castilla y Catalunya, mucho antes de la Guerra de Sucesión. Interesantes reflexiones de un gran hispanista

Pienso leer próximamente el libro de John H. Elliott Scots & Catalans, cuya edición en inglés acabo de recibir. Las críticas publicadas hasta ahora indican que el tema, como señalaba Jordi Amat el domingo, será objeto de interpretaciones variadas que parten de planteamientos apriorísticos.

He acabado un libro de referencia, La rebelión de los catalanes, del mismo Elliott, reeditado en el 2016 con nuevos prólogo y epílogo sobre el estudio de la decadencia de España entre 1598 y 1640. Con todos los respetos y consideración a los historiadores españoles y catalanes, ¿por qué los hispanistas británicos tienen tanta importancia en la recomposición del relato histórico de las tierras peninsulares? Pienso que el distanciamiento emocional y una tendencia a ceñirse a los hechos son factores imprescindibles para apartarse de las visiones románticas de la historia. Es sintomático el respeto y admiración que John H. Elliott dedica a Jaume Vicens Vives, que murió prematuramente a los cincuenta años.

El conflicto entre Castilla y Catalunya lo sitúa Elliott en los tiempos de Felipe II, agravados en los reinados de sus dos sucesores Felipe III y Felipe IV, que intentaron de muchas maneras que la Corona de Aragón, y muy especialmente Catalunya, se integrara en la monarquía que pretendía la introducción de ­leyes uniformes sustituyendo la diversidad que era precisa- mente una de las características que la casa de Austria practicó hasta la caída del imperio en la Gran Guerra de 1914.

Elliott sitúa el conflicto en la incomparecencia de los reyes a jurar las constituciones antes de que pudieran ser aceptados como monarcas en Aragón, Valencia y Catalunya. Lo hi­cieron en 1599, 1626 y 1632 con escasos acuerdos. La monarquía quería recursos para librar las guerras en Europa y para ­paliar la crisis económica castellana mientras Catalunya pedía que previamente el rey jurara las constituciones cata­lanas.

Llegó 1640 con la guerra dels Segadors, la revuelta de los catalanes, que se enmarca en la guerra contra la monarquía francesa y con otro conflicto de mayores proporciones como la guerra de los Treinta Años que acabó en 1648 con el decisivo tratado de Westfalia que pondría los cimientos de los estados modernos europeos.

He repasado el último libro publicado en vida por Ernest Lluch, en el año 2000, con una dedicatoria entrañable: “Al amigo Lluís Foix, este libro que he escrito en homenaje a unos catalanes que defendieron nuestras constituciones, que nos habrían podido permitir una evolución a la inglesa o a la holandesa, y no a la francesa, a la prusiana o a la rusa, que les llevaron a la muerte o al exilio viviendo a fondo los problemas de un país no muy grande”.

Lluch había seguido la pista austriacista con La Catalunya vençuda del segle XVII y con L’alternativa catalana, una biografía de dos personajes tan importantes como poco conocidos, exiliados tras la derrota de la casa de Austria, que siguieron manteniendo las ideas por las que entendía que valía la pena seguir con las “libertades antiguas” de los viejos territorios que eran gobernados por la corona de los Habsburgo.

Es un repaso de dos perdedores. Vilana Perlas era de Oliana y Juan Amor de Soria, un aragonés de orígenes imprecisos. Lluch investigó en archivos desordenados y medio perdidos. Vilana Perlas tuvo mucho poder y fortuna, incluso después de haber perdido la guerra contra Felipe V, llegando a ser el ministro principal del emperador Carlos, que abandonó Catalunya de manera precipitada para reinar su imperio desde Viena. Los ingleses también abandonaron la causa catalana. Catalunya, desde los tiempos carolingios, no ha contado con aliados sólidos y fiables en Europa.

Si Vilana y Soria han pasado inadvertidos, comenta Lluch, es por una cierta mentalidad catalana, forjada históricamente, de cultivar con más deleite a los perdedores que a los vencedores. Esta misma semana el president Quim Torra ha visitado Talamanca, la última victoria austriacista hasta la caída de Barcelona en 1714. Los austriacistas no defendían una monarquía concreta sino la necesidad de que el rey gobernara con las Cortes.

Esta práctica se truncó después de la guerra de Sucesión cuando Felipe V dejó prácticamente de escuchar a las Cortes imponiendo el decreto de Nueva Planta. De esta guerra, escribió Vicens Vives, se ha hablado y se seguirá hablando porque se encuentra en la médula del Estado español moderno.

La historia “es el pasado que no pasa” y la alternativa cata­lana no es una imposición a las tesis centralistas que han di­bujado históricamente la po­lítica española, sino más bien otra forma de entender una realidad plural, compleja, siempre in­teractiva, que ha hecho po­sible una larga convivencia, siempre tensionada por las alternativas al Estado con visión centralizada.

Publicado en La Vanguardia el 15 de agosto de 2018

  10 comentarios por “Gobernar la complejidad

  1. Sr. Foix : Es curioso como una sola persona, hombre ó mujer y su equipo de colaboradores, con poder para gobernar a millones de personas, de una nación ó de un imperio, pueden con sus decisiones cambiar ó influir en el destino y comportamiento del resto de millones de personas, que están bajo su influencia,
    dominio ó dictadura.

    Tal ha sido siempre el comportamiento de aquellos que llegan a ejercer el poder máximo de gobernar una nación, extado ó imperio, ect.

    Por ejemplo : Vease a Felipe V y su decreto de nueva planta sin pasar por las Cortes y que no respetó el sistema de gobierno de toda la corona de Aragón, ect.

    Modernamente vease a Adolf Hitler y todo lo que provocó y alteró en toda la sociedad humana. Un solo hombre y todo su equipo.

    Actualmente vease a Donald Trump y todo su equipo…No comment…

    Al buen entendedor ó entendedora…

    • Despues de analizar la historia economica, los grandes destrozos han sido realizados por los estados, por los gobernantes que son quienes compran a las industrias belicas,son quienes regulan y hacen las leyes. En los pasajes de la historia queda bien claro, en que periodos existe una democracia, donde hay unas instituciones nacionales y supranacionales, que ponen orden estando claras las reglas de juego, y las epocas en las cuales no hay control porque asi les interesa. No creo que sea una cuestión de complejidad, es cuestion de saber quien tiene el poder para mostrar al mundo a los responsables, segun interese.

    • P.D. Punto y aparte. Merece especial atención… el no control por parte del estado,… del precio actual de los alquileres y de la compra venta de de la vivienda… en comparación …de los no controlados por el Estado, de los salarios minimos de esclavitud moderna.

      Nos quejabamos de la dictadura franquista, pero olvidamos que dentro de la dictadura hubo personas de buena voluntad, que ocuparon cargos importantes en el tema de la vivienda y que contribuyeron con su talento a crear las condiciones y las normas para controlar el precio de los alquileres y de las viviendas de renta limitada. Que por cierto, eran muy asequibles y al alcance de los más desfavorecidos en los ingresos salariales.

      Ahora además el propio Estado y sus satelites los Ayuntamientos y sus ecceteras no paran de crear impuestos a diestro y siniestro a todos los de abajo, currantes cotizantes.

      Y todo para tratar de pagar la quiebra del estado y su deuda multimillonaria, que ha hipotecado nuestro presente y el futuro de nuestros descendientes.

      La democracia en este sentido, de la falta de control del dinero depositado en la caja recaudatoria fiscal del propio Estado, nos ha frustrado en la confianza y esperanza que le teniamos.

      Pues la Democracia no ha controlado a los propios controladores ó sea que la gobernanza del propio Estado no se ha controlado asi misma.

      Eh ahi el verdadero problema de España entera,con Cataluña incluida y no la pseudo-independencia y la pseudo-republica catalana. Las 2 inexsistentes en la realidad virtual y real, de la aplicación del art. 155 de la Consti. Española,.

      Solo para el buen entendedor ó buena entendedora. Medianias y fanáticos/as abstenerse.

      • P.D. Cambiando otra vez de tema.

        La política show se habla mucho del Valle de los caidos y de la exumación de los restos de Franco, pero olvidamos hablar de los miles de personas que lo construyeron, con su trabajo forzado y con su esfuerzo.

        Quisiera saber ¿ porque y si era un trabajo normal remunerado ó por cumplir una pena ó castigo por algo ?

  2. «¿Y cómo seguimos en el atolladero entonces? ¿Sacando jugo al victimismo? “Entiendo las razones que les han podido llevar hasta ahí. Sobre todo después de los años del franquismo. Pero no valorar el increíble cambio que se ha producido tanto en España como en Cataluña en los últimos 40 años, es un tremendo error”. Si a eso añadimos otros ingredientes, llegamos al callejón sin salida. “Por ejemplo, la educación. A lo largo de los años ochenta, con las competencias en las escuelas en los años de Jordi Pujol, se ha trasladado a esas generaciones una falsificación de la Historia y una manipulación con tintes nacionalistas. Han escondido deliberadamente esas partes en las que es de justicia hablar del progreso”.https://elpais.com/cultura/2017/10/25/actualidad/1508937769_136581.html

      • Gobernar la complejidad
        by Lluís Foix • 15/08/2018

        El libro de J.H. Elliott situa el conflicto entre Castilla y Catalunya, mucho antes de la Guerra de Sucesión. Interesantes reflexiones de un gran hispanista

        Pienso leer próximamente el libro de John H. Elliott Scots & Catalans, cuya edición en inglés acabo de recibir. Las críticas publicadas hasta ahora indican que el tema, como señalaba Jordi Amat el domingo, será objeto de interpretaciones variadas que parten de planteamientos apriorísticos.

        He acabado un libro de referencia, La rebelión de los catalanes, del mismo Elliott, reeditado en el 2016 con nuevos prólogo y epílogo sobre el estudio de la decadencia de España entre 1598 y 1640. Con todos los respetos y consideración a los historiadores españoles y catalanes, ¿por qué los hispanistas británicos tienen tanta importancia en la recomposición del relato histórico de las tierras peninsulares? Pienso que el distanciamiento emocional y una tendencia a ceñirse a los hechos son factores imprescindibles para apartarse de las visiones románticas de la historia. Es sintomático el respeto y admiración que John H. Elliott dedica a Jaume Vicens Vives, que murió prematuramente a los cincuenta años.

        El conflicto entre Castilla y Catalunya lo sitúa Elliott en los tiempos de Felipe II, agravados en los reinados de sus dos sucesores Felipe III y Felipe IV, que intentaron de muchas maneras que la Corona de Aragón, y muy especialmente Catalunya, se integrara en la monarquía que pretendía la introducción de ­leyes uniformes sustituyendo la diversidad que era precisa- mente una de las características que la casa de Austria practicó hasta la caída del imperio en la Gran Guerra de 1914.

        Elliott sitúa el conflicto en la incomparecencia de los reyes a jurar las constituciones antes de que pudieran ser aceptados como monarcas en Aragón, Valencia y Catalunya. Lo hi­cieron en 1599, 1626 y 1632 con escasos acuerdos. La monarquía quería recursos para librar las guerras en Europa y para ­paliar la crisis económica castellana mientras Catalunya pedía que previamente el rey jurara las constituciones cata­lanas.

        Llegó 1640 con la guerra dels Segadors, la revuelta de los catalanes, que se enmarca en la guerra contra la monarquía francesa y con otro conflicto de mayores proporciones como la guerra de los Treinta Años que acabó en 1648 con el decisivo tratado de Westfalia que pondría los cimientos de los estados modernos europeos.

        He repasado el último libro publicado en vida por Ernest Lluch, en el año 2000, con una dedicatoria entrañable: “Al amigo Lluís Foix, este libro que he escrito en homenaje a unos catalanes que defendieron nuestras constituciones, que nos habrían podido permitir una evolución a la inglesa o a la holandesa, y no a la francesa, a la prusiana o a la rusa, que les llevaron a la muerte o al exilio viviendo a fondo los problemas de un país no muy grande”.

        Lluch había seguido la pista austriacista con La Catalunya vençuda del segle XVII y con L’alternativa catalana, una biografía de dos personajes tan importantes como poco conocidos, exiliados tras la derrota de la casa de Austria, que siguieron manteniendo las ideas por las que entendía que valía la pena seguir con las “libertades antiguas” de los viejos territorios que eran gobernados por la corona de los Habsburgo.

        Es un repaso de dos perdedores. Vilana Perlas era de Oliana y Juan Amor de Soria, un aragonés de orígenes imprecisos. Lluch investigó en archivos desordenados y medio perdidos. Vilana Perlas tuvo mucho poder y fortuna, incluso después de haber perdido la guerra contra Felipe V, llegando a ser el ministro principal del emperador Carlos, que abandonó Catalunya de manera precipitada para reinar su imperio desde Viena. Los ingleses también abandonaron la causa catalana. Catalunya, desde los tiempos carolingios, no ha contado con aliados sólidos y fiables en Europa.

        Si Vilana y Soria han pasado inadvertidos, comenta Lluch, es por una cierta mentalidad catalana, forjada históricamente, de cultivar con más deleite a los perdedores que a los vencedores. Esta misma semana el president Quim Torra ha visitado Talamanca, la última victoria austriacista hasta la caída de Barcelona en 1714. Los austriacistas no defendían una monarquía concreta sino la necesidad de que el rey gobernara con las Cortes.

        Esta práctica se truncó después de la guerra de Sucesión cuando Felipe V dejó prácticamente de escuchar a las Cortes imponiendo el decreto de Nueva Planta. De esta guerra, escribió Vicens Vives, se ha hablado y se seguirá hablando porque se encuentra en la médula del Estado español moderno.

        La historia “es el pasado que no pasa” y la alternativa cata­lana no es una imposición a las tesis centralistas que han di­bujado históricamente la po­lítica española, sino más bien otra forma de entender una realidad plural, compleja, siempre in­teractiva, que ha hecho po­sible una larga convivencia, siempre tensionada por las alternativas al Estado con visión centralizada.

        Publicado en La Vanguardia el 15 de agosto de 2018

        https://www.foixblog.com/2018/08/15/gobernar-la-complejidad/


        John H. Elliott: “Desde los años de Pujol se falsea la historia en la escuela”
        El profesor emérito de Oxford inaugura la Tribuna del Hispanismo, que impulsa el Instituto Cervantes

        Llegó a la Historia de España, curiosamente, por Cataluña. Antes había hecho un viaje por la península Ibérica con unos amigos, montados en un camión del ejército británico, durmiendo en pensiones de tercera o bajo el abrigo de unos olivos. Campeaba la plena miseria de los años cincuenta, durante la cual, lo que verdaderamente asombró de los españoles a John H. Elliott, que consiguió el Premio Príncipe de Asturias en 1996, fue su dignidad. Ante la pobreza, ante el hambre, ante el oprobio… “Una enorme dignidad”, recuerda, “junto a la majestuosidad de lugares como el Museo del Prado”.

        MÁS INFORMACIÓN

        GRAF525. MADRID, 26102017.- La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, durante su intervención hoy ante la comisión del Senado que tramita las medidas aprobadas por el Ejecutivo en aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. EFEFernando Villar
        Puigdemont y la independencia de Cataluña, últimas noticias en directo
        John H. Elliott: “Desde los años de Pujol se falsea la historia en la escuela”
        Un manifiesto de intelectuales pide la retirada de la DUI y convocar elecciones

        Lo dice en este siglo XXI, al que España, como país, pareciera que hubiese aterrizado desde el XIX en muchos casos, saltándose el XX. Del atraso secular hacia la modernidad, a la velocidad de la luz: “Todos los historiadores dedicados a este país cometimos el mismo error. No fuimos capaces de predecir el enorme cambio que se ha vivido desde 1978 hasta ahora. No analizamos nuestra sorpresa, ni el impacto en el deseo de reconciliación que marca haber sufrido una guerra civil”.

        Dice historiador porque no le gusta la palabra hispanista. Aun así, a sus 87 años, ha aceptado abrir la tribuna que el Instituto Cervantes ha inaugurado esta semana con él, en la que se irán sucediendo colegas expertos en dicha disciplina provenientes de todo el mundo. “Creo que la historia de España ha sufrido un tutelaje desde el ámbito exterior. Una especie de sentimiento de superioridad del que puede deducirse que los extranjeros la conocemos mejor que vosotros mismos. Y no es verdad”.

        De ahí que rechace el término hispanismo: “Tampoco le gustaba a Raymond Carr o a Hugh Thomas”, afirma Elliott. A este último precisamente, muerto el pasado mes de mayo, se le rinde homenaje este jueves en la Casa de América, con presencia de su amigo, entre otros colegas.

        GRAN MAESTRO DE LA HISTORIA MODERNA

        Este profesor de Oxford, formado en Cambridge, nos ha legado una ingente sabiduría de cruces, rutas y brújulas a lo largo del periodo de tensión colonial. De La España imperial a El viejo Mundo y el Nuevo o la fundamental biografía del Conde Duque de Olivares, John H. Elliott es un referente en la Historia Moderna de una España que él se niega a dejar dentro del oscurantismo, que reivindica como precursora de la construcción de los Estados modernos y que ha analizado en sus mecanismos de poder a fondo. Imperios del mundo atlántico, España y su mundo, El mundo de los validos, Un palacio para el Rey (coescrito con el profesor Jonathan Brown), su autobiografía Haciendo Historia o un estudio concienzudo sobre los paralelismos entre Escocia y Cataluña, a punto de concluir, son otras de sus obras de referencia.

        Thomas exploró el mundo contemporáneo. Elliott eligió la Edad Moderna. Desde el siglo XV hasta el XVIII, pocas claves se le escapan. Cataluña es una, desde luego. Con el estudio de su nobleza y la revuelta que sufrió Felipe IV tanto allí como en Portugal en 1640, se pueden trazar demasiados paralelismos. A ese episodio dedicó Elliott el primer estudio que hizo en los años cincuenta sobre España. “Fue uno de los hechos más graves de su reinado. El descontento actual viene en parte de ahí, sigue con los decretos de Nueva Planta, ya con los Borbones, a principios del siglo XVIII, y se perpetúa hasta hoy”.

        Durante ese año trágico, bajo las riendas del Conde Duque de Olivares, tenemos una república proclamada que dura una semana, el apoyo inicial de Francia que frena de repente y los agentes económicos en armas. Si cambiamos esos tres elementos por declaración unilateral de independencia, una Europa que no apoya el cisma y fuga de empresas, apenas nada ha cambiado en cuatro siglos. “Así es…”, asegura Elliott.

        ¿Y cómo seguimos en el atolladero entonces? ¿Sacando jugo al victimismo? “Entiendo las razones que les han podido llevar hasta ahí. Sobre todo después de los años del franquismo. Pero no valorar el increíble cambio que se ha producido tanto en España como en Cataluña en los últimos 40 años, es un tremendo error”. Si a eso añadimos otros ingredientes, llegamos al callejón sin salida. “Por ejemplo, la educación. A lo largo de los años ochenta, con las competencias en las escuelas en los años de Jordi Pujol, se ha trasladado a esas generaciones una falsificación de la Historia y una manipulación con tintes nacionalistas. Han escondido deliberadamente esas partes en las que es de justicia hablar del progreso”.

        El contrapunto del nacionalismo español, tampoco ha ayudado mucho a equilibrar la balanza del sentido común, opina Elliott. “Se impone reconocer la diversidad como factor de enriquecimiento para valorar la unidad. Quizás fue hacer de menos implantar el término nacionalidades y no el de naciones. Hay que reconocer ese carácter sin duda para Cataluña y el País Vasco, sobre todo. También es cierto que en el famoso debate del café para todos sobre las autonomías había que ofrecer algo más a estas comunidades tanto en términos económicos, como refuerzo cultural por el hecho de tener lengua propia y demás. Pero creo que al final, se les ha dado demasiado café a algunos”. Tampoco el federalismo es una vía para el profesor Elliott: “En España sería artificial en exceso, no vale”.

        Lo que sí conviene explorar es otro paralelismo: Escocia. De hecho, Elliott acaba de entregar a su editor británico un libro que une dicho territorio con Cataluña. Aparecerá en otoño de 2018, también en castellano, espera. “Una diferencia entre ambas partes es que contrariamente a lo que se cree, el centralismo político y económico no coinciden en España. En el Reino Unido, sí. Londres es la capital en ambos espectros, mientras que aquí, Madrid se impone como centro político en la toma de decisiones pero Barcelona lo ha representado en la órbita económica durante siglos”.

        Otro aspecto diferencial ha sido durante siglos en el pasado, la marginación en las rutas económicas. “Los escoceses pudieron aprovecharse de todo el comercio con el imperio desde la anexión en el siglo XVI. Los catalanes, en ese sentido, hasta entrado en siglo XIX, ya al final de las colonias, pudieron comerciar algo en Cuba y Filipinas, sobre todo. Sin embargo, durante todo el periodo de auge, fueron marginados”.

        La entrega del manuscrito no está completa. “Me falta la mitad del último capítulo…”, afirma Elliott. “Nos encontramos en pleno suspense. Estos días se está escribiendo el final”. ¿Y es optimista? “Lo soy por naturaleza. Pero hay que tener en cuenta que no todo en este mundo es racional”.

        https://elpais.com/cultura/2017/10/25/actualidad/1508937769_136581.html

        otros anteriores

        http://articulosclaves.blogspot.com/2018/07/john-elliott-el-independentismo-catalan.html

        John Elliott: “El independentismo catalán y el escocés se basan en disparates”
        El gran historiador e hispanista británico se aplica en su último libro al análisis comparado de los procesos nacionalistas, con sus similitudes y diferencias, en ambas regiones
        https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-07-23/cataluna-escocia-john-elliott-independencia_1596204/?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_campaign=BotoneraWeb

        La carta son 16 folios cuidadosamente dictados por Tarradellas a su secretaria, Montserrat Catalán. Está fechada en Barcelona el 4 de abril de 1981 y es una brillante impugnación del proyecto nacionalista de Pujol. Elliott la lee en el coche de regreso a Barcelona. «¡Es fascinante! Habría que difundirla. ¿Te parece que La Vanguardia estaría dispuesta a volver a publicarla entera?

        http://www.elmundo.es/espana/2017/04/03/58e14b4146163f191c8b463b.html

    • Gobernar la complejidad
      by Lluís Foix • 15/08/2018

      El libro de J.H. Elliott situa el conflicto entre Castilla y Catalunya, mucho antes de la Guerra de Sucesión. Interesantes reflexiones de un gran hispanista

      Pienso leer próximamente el libro de John H. Elliott Scots & Catalans, cuya edición en inglés acabo de recibir. Las críticas publicadas hasta ahora indican que el tema, como señalaba Jordi Amat el domingo, será objeto de interpretaciones variadas que parten de planteamientos apriorísticos.

      He acabado un libro de referencia, La rebelión de los catalanes, del mismo Elliott, reeditado en el 2016 con nuevos prólogo y epílogo sobre el estudio de la decadencia de España entre 1598 y 1640. Con todos los respetos y consideración a los historiadores españoles y catalanes, ¿por qué los hispanistas británicos tienen tanta importancia en la recomposición del relato histórico de las tierras peninsulares? Pienso que el distanciamiento emocional y una tendencia a ceñirse a los hechos son factores imprescindibles para apartarse de las visiones románticas de la historia. Es sintomático el respeto y admiración que John H. Elliott dedica a Jaume Vicens Vives, que murió prematuramente a los cincuenta años.

      El conflicto entre Castilla y Catalunya lo sitúa Elliott en los tiempos de Felipe II, agravados en los reinados de sus dos sucesores Felipe III y Felipe IV, que intentaron de muchas maneras que la Corona de Aragón, y muy especialmente Catalunya, se integrara en la monarquía que pretendía la introducción de ­leyes uniformes sustituyendo la diversidad que era precisa- mente una de las características que la casa de Austria practicó hasta la caída del imperio en la Gran Guerra de 1914.

      Elliott sitúa el conflicto en la incomparecencia de los reyes a jurar las constituciones antes de que pudieran ser aceptados como monarcas en Aragón, Valencia y Catalunya. Lo hi­cieron en 1599, 1626 y 1632 con escasos acuerdos. La monarquía quería recursos para librar las guerras en Europa y para ­paliar la crisis económica castellana mientras Catalunya pedía que previamente el rey jurara las constituciones cata­lanas.

      Llegó 1640 con la guerra dels Segadors, la revuelta de los catalanes, que se enmarca en la guerra contra la monarquía francesa y con otro conflicto de mayores proporciones como la guerra de los Treinta Años que acabó en 1648 con el decisivo tratado de Westfalia que pondría los cimientos de los estados modernos europeos.

      He repasado el último libro publicado en vida por Ernest Lluch, en el año 2000, con una dedicatoria entrañable: “Al amigo Lluís Foix, este libro que he escrito en homenaje a unos catalanes que defendieron nuestras constituciones, que nos habrían podido permitir una evolución a la inglesa o a la holandesa, y no a la francesa, a la prusiana o a la rusa, que les llevaron a la muerte o al exilio viviendo a fondo los problemas de un país no muy grande”.

      Lluch había seguido la pista austriacista con La Catalunya vençuda del segle XVII y con L’alternativa catalana, una biografía de dos personajes tan importantes como poco conocidos, exiliados tras la derrota de la casa de Austria, que siguieron manteniendo las ideas por las que entendía que valía la pena seguir con las “libertades antiguas” de los viejos territorios que eran gobernados por la corona de los Habsburgo.

      Es un repaso de dos perdedores. Vilana Perlas era de Oliana y Juan Amor de Soria, un aragonés de orígenes imprecisos. Lluch investigó en archivos desordenados y medio perdidos. Vilana Perlas tuvo mucho poder y fortuna, incluso después de haber perdido la guerra contra Felipe V, llegando a ser el ministro principal del emperador Carlos, que abandonó Catalunya de manera precipitada para reinar su imperio desde Viena. Los ingleses también abandonaron la causa catalana. Catalunya, desde los tiempos carolingios, no ha contado con aliados sólidos y fiables en Europa.

      Si Vilana y Soria han pasado inadvertidos, comenta Lluch, es por una cierta mentalidad catalana, forjada históricamente, de cultivar con más deleite a los perdedores que a los vencedores. Esta misma semana el president Quim Torra ha visitado Talamanca, la última victoria austriacista hasta la caída de Barcelona en 1714. Los austriacistas no defendían una monarquía concreta sino la necesidad de que el rey gobernara con las Cortes.

      Esta práctica se truncó después de la guerra de Sucesión cuando Felipe V dejó prácticamente de escuchar a las Cortes imponiendo el decreto de Nueva Planta. De esta guerra, escribió Vicens Vives, se ha hablado y se seguirá hablando porque se encuentra en la médula del Estado español moderno.

      La historia “es el pasado que no pasa” y la alternativa cata­lana no es una imposición a las tesis centralistas que han di­bujado históricamente la po­lítica española, sino más bien otra forma de entender una realidad plural, compleja, siempre in­teractiva, que ha hecho po­sible una larga convivencia, siempre tensionada por las alternativas al Estado con visión centralizada.

      Publicado en La Vanguardia el 15 de agosto de 2018

      https://www.foixblog.com/2018/08/15/gobernar-la-complejidad/


      John H. Elliott: “Desde los años de Pujol se falsea la historia en la escuela”
      El profesor emérito de Oxford inaugura la Tribuna del Hispanismo, que impulsa el Instituto Cervantes

      Llegó a la Historia de España, curiosamente, por Cataluña. Antes había hecho un viaje por la península Ibérica con unos amigos, montados en un camión del ejército británico, durmiendo en pensiones de tercera o bajo el abrigo de unos olivos. Campeaba la plena miseria de los años cincuenta, durante la cual, lo que verdaderamente asombró de los españoles a John H. Elliott, que consiguió el Premio Príncipe de Asturias en 1996, fue su dignidad. Ante la pobreza, ante el hambre, ante el oprobio… “Una enorme dignidad”, recuerda, “junto a la majestuosidad de lugares como el Museo del Prado”.

      MÁS INFORMACIÓN

      GRAF525. MADRID, 26102017.- La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, durante su intervención hoy ante la comisión del Senado que tramita las medidas aprobadas por el Ejecutivo en aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. EFEFernando Villar
      Puigdemont y la independencia de Cataluña, últimas noticias en directo
      John H. Elliott: “Desde los años de Pujol se falsea la historia en la escuela”
      Un manifiesto de intelectuales pide la retirada de la DUI y convocar elecciones

      Lo dice en este siglo XXI, al que España, como país, pareciera que hubiese aterrizado desde el XIX en muchos casos, saltándose el XX. Del atraso secular hacia la modernidad, a la velocidad de la luz: “Todos los historiadores dedicados a este país cometimos el mismo error. No fuimos capaces de predecir el enorme cambio que se ha vivido desde 1978 hasta ahora. No analizamos nuestra sorpresa, ni el impacto en el deseo de reconciliación que marca haber sufrido una guerra civil”.

      Dice historiador porque no le gusta la palabra hispanista. Aun así, a sus 87 años, ha aceptado abrir la tribuna que el Instituto Cervantes ha inaugurado esta semana con él, en la que se irán sucediendo colegas expertos en dicha disciplina provenientes de todo el mundo. “Creo que la historia de España ha sufrido un tutelaje desde el ámbito exterior. Una especie de sentimiento de superioridad del que puede deducirse que los extranjeros la conocemos mejor que vosotros mismos. Y no es verdad”.

      De ahí que rechace el término hispanismo: “Tampoco le gustaba a Raymond Carr o a Hugh Thomas”, afirma Elliott. A este último precisamente, muerto el pasado mes de mayo, se le rinde homenaje este jueves en la Casa de América, con presencia de su amigo, entre otros colegas.

      GRAN MAESTRO DE LA HISTORIA MODERNA

      Este profesor de Oxford, formado en Cambridge, nos ha legado una ingente sabiduría de cruces, rutas y brújulas a lo largo del periodo de tensión colonial. De La España imperial a El viejo Mundo y el Nuevo o la fundamental biografía del Conde Duque de Olivares, John H. Elliott es un referente en la Historia Moderna de una España que él se niega a dejar dentro del oscurantismo, que reivindica como precursora de la construcción de los Estados modernos y que ha analizado en sus mecanismos de poder a fondo. Imperios del mundo atlántico, España y su mundo, El mundo de los validos, Un palacio para el Rey (coescrito con el profesor Jonathan Brown), su autobiografía Haciendo Historia o un estudio concienzudo sobre los paralelismos entre Escocia y Cataluña, a punto de concluir, son otras de sus obras de referencia.

      Thomas exploró el mundo contemporáneo. Elliott eligió la Edad Moderna. Desde el siglo XV hasta el XVIII, pocas claves se le escapan. Cataluña es una, desde luego. Con el estudio de su nobleza y la revuelta que sufrió Felipe IV tanto allí como en Portugal en 1640, se pueden trazar demasiados paralelismos. A ese episodio dedicó Elliott el primer estudio que hizo en los años cincuenta sobre España. “Fue uno de los hechos más graves de su reinado. El descontento actual viene en parte de ahí, sigue con los decretos de Nueva Planta, ya con los Borbones, a principios del siglo XVIII, y se perpetúa hasta hoy”.

      Durante ese año trágico, bajo las riendas del Conde Duque de Olivares, tenemos una república proclamada que dura una semana, el apoyo inicial de Francia que frena de repente y los agentes económicos en armas. Si cambiamos esos tres elementos por declaración unilateral de independencia, una Europa que no apoya el cisma y fuga de empresas, apenas nada ha cambiado en cuatro siglos. “Así es…”, asegura Elliott.

      ¿Y cómo seguimos en el atolladero entonces? ¿Sacando jugo al victimismo? “Entiendo las razones que les han podido llevar hasta ahí. Sobre todo después de los años del franquismo. Pero no valorar el increíble cambio que se ha producido tanto en España como en Cataluña en los últimos 40 años, es un tremendo error”. Si a eso añadimos otros ingredientes, llegamos al callejón sin salida. “Por ejemplo, la educación. A lo largo de los años ochenta, con las competencias en las escuelas en los años de Jordi Pujol, se ha trasladado a esas generaciones una falsificación de la Historia y una manipulación con tintes nacionalistas. Han escondido deliberadamente esas partes en las que es de justicia hablar del progreso”.

      El contrapunto del nacionalismo español, tampoco ha ayudado mucho a equilibrar la balanza del sentido común, opina Elliott. “Se impone reconocer la diversidad como factor de enriquecimiento para valorar la unidad. Quizás fue hacer de menos implantar el término nacionalidades y no el de naciones. Hay que reconocer ese carácter sin duda para Cataluña y el País Vasco, sobre todo. También es cierto que en el famoso debate del café para todos sobre las autonomías había que ofrecer algo más a estas comunidades tanto en términos económicos, como refuerzo cultural por el hecho de tener lengua propia y demás. Pero creo que al final, se les ha dado demasiado café a algunos”. Tampoco el federalismo es una vía para el profesor Elliott: “En España sería artificial en exceso, no vale”.

      Lo que sí conviene explorar es otro paralelismo: Escocia. De hecho, Elliott acaba de entregar a su editor británico un libro que une dicho territorio con Cataluña. Aparecerá en otoño de 2018, también en castellano, espera. “Una diferencia entre ambas partes es que contrariamente a lo que se cree, el centralismo político y económico no coinciden en España. En el Reino Unido, sí. Londres es la capital en ambos espectros, mientras que aquí, Madrid se impone como centro político en la toma de decisiones pero Barcelona lo ha representado en la órbita económica durante siglos”.

      Otro aspecto diferencial ha sido durante siglos en el pasado, la marginación en las rutas económicas. “Los escoceses pudieron aprovecharse de todo el comercio con el imperio desde la anexión en el siglo XVI. Los catalanes, en ese sentido, hasta entrado en siglo XIX, ya al final de las colonias, pudieron comerciar algo en Cuba y Filipinas, sobre todo. Sin embargo, durante todo el periodo de auge, fueron marginados”.

      La entrega del manuscrito no está completa. “Me falta la mitad del último capítulo…”, afirma Elliott. “Nos encontramos en pleno suspense. Estos días se está escribiendo el final”. ¿Y es optimista? “Lo soy por naturaleza. Pero hay que tener en cuenta que no todo en este mundo es racional”.

      https://elpais.com/cultura/2017/10/25/actualidad/1508937769_136581.html

      otros anteriores

      http://articulosclaves.blogspot.com/2018/07/john-elliott-el-independentismo-catalan.html

      John Elliott: “El independentismo catalán y el escocés se basan en disparates”
      El gran historiador e hispanista británico se aplica en su último libro al análisis comparado de los procesos nacionalistas, con sus similitudes y diferencias, en ambas regiones
      https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-07-23/cataluna-escocia-john-elliott-independencia_1596204/?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_campaign=BotoneraWeb

      La carta son 16 folios cuidadosamente dictados por Tarradellas a su secretaria, Montserrat Catalán. Está fechada en Barcelona el 4 de abril de 1981 y es una brillante impugnación del proyecto nacionalista de Pujol. Elliott la lee en el coche de regreso a Barcelona. «¡Es fascinante! Habría que difundirla. ¿Te parece que La Vanguardia estaría dispuesta a volver a publicarla entera?

      http://www.elmundo.es/espana/2017/04/03/58e14b4146163f191c8b463b.html

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