Llegarán mejores tiempos

Habrá que sustituir la retórica de las mentiras y apariencias innecesarias por el buen gobierno. Ni Donald Trump ni Boris Johnson han gobernado con estos criterios.

Nadie de mi generación celebraría la vuelta al estilo de vida de nuestra infancia. Fueron años duros en una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial y en una España autárquica, dictatorial, mísera y con las heridas abiertas de la contienda civil. Se pasaba hambre o, por lo menos, se mezclaban los conceptos de pobreza y austeridad porque faltaban los bienes más elementales.

No había calefacción, el agua corriente no alcanzaba a toda la población urbana. En el mundo rural no había duchas ni productos de higiene personal. La leña era la gran aliada para aliviar las temperaturas gélidas. Te ponías frente al fuego, delante de la chimenea, mientras ardía una gran olla de patatas y verduras, y al cabo de un rato cambiabas de posición para que la espalda recibiera también el calor de los troncos que ardían lentamente. Al acostarte, los padres nos entregaban la famosa bolsa con agua caliente que suavizaba el choque térmico al entrar en contacto con la frialdad de las sábanas. Los sabañones brotaban en los dedos de las manos y de los pies.

Los fríos siberianos de 1956 y las sequías posteriores echaron de la tierra a cientos de miles de agricultores y jornaleros que buscaron mejor suerte en las contaminadas industrias urbanas. Vinieron las aglomeraciones a través de aquellos trenes que transportaban familias enteras, las chabolas de Montjuïc, el amontonamiento inhumano en pisos sin condiciones, la miseria que comportaba la precariedad estructural en que vivíamos.

Aquello no volverá. Pero tampoco veremos el regreso de la implantación barroca del dinero, en palabras de Raimon Obiols, que se vivió casi masivamente en los años de vacas gordas de un capitalismo que creaba mucha riqueza pero que empezaba a notarse que la distribuía mal. No es ninguna novedad afirmar que la globalización ha conducido a que cada vez haya menos personas que tienen más y multitudes de nuevos proletarios que cada vez tienen menos.

Una distribución más equitativa de la riqueza es uno de los retos de las llamadas democracias liberales si no quieren verse arrastradas hacia tensiones sociales que son transversales porque las fronteras no detienen las crisis que transitan de un país a otro como los virus maléficos que han sembrado el pánico en el mundo entero desde hace casi dos años.

Esta situación adversa es propia del devenir de la historia y saldremos de ella aunque no sepamos cómo ni cuándo. Por ello me parece interesante la reflexión que hacía Tony Judt en El refugio de la memoria cuando decía que nadie desearía el regreso a las penurias de nuestra infancia. Pero la austeridad, afirmaba, no era solo una circunstancia económica, sino que aspiraba a fomentar una ética pública.

En el ámbito político han existido siempre personajes que han hecho pedagogía con su comportamiento en cosas pequeñas o no tan pequeñas. Harry Truman dejó la presidencia y no quiso ninguna recompensa, por muy respetable que fuera, que pudiera perjudicar el prestigio de un expresidente y vivió mucho tiempo con la pensión de 112,56 dólares mensuales hasta que la publicación de sus memorias le permitió vivir con la dignidad que merecía haber ostentado tan alto cargo.

Clement Attlee, el fundador del Estado de bienestar e inesperado sucesor de Churchill en 1945, vivió y murió austeramente con un escaso patrimonio tras una vida dedicada al servicio público.

Las biografías de De Gaulle cuentan que cuando recibía a sus nietos en el Elíseo pagaba de su bolsillo la merienda. De las semblanzas de Angela Merkel sabemos que hacía cola en la peluquería y que no vivía en la cancillería, sino en un piso de alquiler a dos kilómetros de su despacho oficial en Berlín. Ella y su marido hacían la compra, preparaban la comida y se encargaban de la limpieza de su casa.

Son rasgos de biografías públicas que no hace falta copiar porque cada tiempo viene envuelto de sus circunstancias personales y sociales. Pero sí cabe exigir una cierta coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Estos valores serían inasequibles para personajes como Donald Trump o el mismo Boris Johnson, cuyos comportamientos han sido acompañados por mentiras contrastadas y por cambios de criterios incomprensibles en la seriedad exigible de la vida pública. No por mucho hablar se hacen más y mejores cosas. Algo podrían aplicarse los que en nuestro país han confundido la retórica con el buen gobierno construyendo discursos basados en mentiras o medias verdades.

Publicado en La Vanguardia el 22 de diciembre de 2021

  3 comentarios por “Llegarán mejores tiempos

  1. Estoy de acuerdo con lo que dice el artículo. Uno de los problemas que tenemos es la ausencia de reconocimiento a periodistas como el Sr. Foix. Una sociedad que solo reconoce a los que piensan según las ideas imperantes es muy pobre.

    En la vida privada las mentiras en asuntos serios no son aceptadas, y tienen consecuencias. En la política, no ocurre lo mismo. Es triste.

    Saludos y paz

    • Molt d’ acord!! Tingueu un Bon Nadal malgrat les circumstàncies!!! Salut i Pau.

  2. REFLEXIÓ NADALENCA… SOBRE ABU DHABI

    1.- El concepte “austeritat” surt tres vegades a l’article “Arribaran temps millors” com un element clau i alternatiu a la implantació barroca del diner. Recuperar una vida austera propicia una reflexió nadalenca.

    2.- El marginal Betlem i la poderosa Abu Dhabi son dos símbols antagònics del Nadal 2021 que es viu avui en aquest racó de la Terra on hi ha Espanya i Catalunya. Biblistes expliquen que els relats de la infància de Jesús són història escrita en forma de llegenda teològica d’on flueix un real missatge teològic que incideix en la condició humana. També Abu Dhabi, la ciutat més rica del món que acull a Juan Carlos I, és un símbol, en aquest cas un símbol del descrèdit i la profunda crisi del règim espanyol i de la seva monarquia imposada pel dictador Francisco Franco.

    3.- Els relats evangèlics mostren que Jesús neix a la intempèrie, fora de la ciutat, sense sostre, acompanyat d’humils pastors, amenaçat pel poder despòtic d’un rei, Herodes el Gran. Jesús no neix a Abu Dhabi, ni al Palau de la Zarzuela, ni a cap palau. Jesús i els seus pares han d’exiliar-se, ai l’exili!, perquè són considerats perillosos i perseguits pel sistema legal establert.

    4.- Gent d’arreu i de tot els temps, creients o no, poden experimentar d’alguna forma que l’Evangeli i l’esperit de Jesús tenen sentit, humanitza, allibera. La fe cristiana és un estil d’existir, d’estimar als altres i de confiar en Déu vivint-t’ho a la intempèrie com Betlem. Nadal sense Jesús no és Nadal. Nadal és Jesús i son tots aquells que intenten viure segons l’esperit de Jesús. Ah! Jesús naixerà a Abu Dhabi si Abu Dhabi és converteix en Betlem.

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