El espejo portugués

Cuando la política se quiere tensar desde los extremos, los electores se inclinan por la gobernabilidad. Las discrepancias en el seno de la coalición española hay que administrarlas con mucha prudencia.

La función de la política es evitar que el odio sea eterno. Es una afirmación de Tucídides, el historiador ateniense que hace unos veinticinco siglos escribió sobre la guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas. Platón decía unos años más tarde que la república ideal, de la cual había hablado con sus amigos y discípulos filósofos, no estaba destinada a existir en ningún lugar, sino que solo era verdadera en “nuestros discursos”.

La palabra ha dominado la política a lo largo de los siglos y hoy sigue marcando el paso de las controversias, las enemistades y los odios en los parlamentos, en los gobiernos y en los partidos. No recordaba una sesión tan tensa y abrupta en la Cámara de los Comunes como la del lunes, en que era acorralado el primer ministro Boris Johnson por la publicación de un informe independiente que revela las fiestas en Downing Street mientras el país estaba confinado por la covid. Incluso Theresa May, su antecesora conservadora, le recriminó que en su residencia no se observaran las leyes que había dictado el mismo Gobierno. No sé lo que durará Boris Johnson, pero su reputación como primer ministro ha sufrido un revés que parece irreparable.

 

Lo que ocurría en la antigua Grecia se ha repetido a lo largo de la historia con el distanciamiento entre gobernantes y gobernados. En las dictaduras o autocracias como Rusia y China, el choque entre la sociedad y el gobierno no se atempera por la discusión y el debate. Putin usa la fuerza y los servicios de inteligencia, y los chinos, liderados por Xi Jinping, muestran los éxitos económicos del sistema inventando la democracia socialista controlada por unos ochenta millones de afiliados al Partido Comunista. Los procedimientos y las formas no importan, lo que cuentan son los resultados.

Mientras en las democracias occidentales no se prescinda de las reglas de juego, de la legalidad y del respeto que merecen las minorías de cualquier tipo, del ­gobier­no representativo a través de elecciones libres, de la división de poderes, de la libertad de prensa… se podrán salvaguardar las libertades de todos, a pesar de todas las controversias.

El peligro para las democracias europeas es que los gobiernos hagan discursos que la sociedad no entiende o discrepa de ellos porque les perjudica seriamente. Los resultados de las elecciones en Portugal han sorprendido a las encuestas y a los analistas. Desde España se miraba al espejo portugués con un gobierno de coalición roto, un primer ministro que adelantó las elecciones y los partidos a la izquierda del socialista de António Costa pensando que volverían a condicionar a un político que lleva seis años gobernando y ha capeado la covid y las derivadas de la crisis económica con bastante acierto y sentido común.

Cuando la política se tensa demasiado se produce el inevitable fenómeno que vuelve las aguas a la centralidad. La extrema derecha ha salido fortalecida y la extrema izquierda ha sido castigada. Pero son extremos. La confrontación, desde dentro o desde fuera de los gobiernos, suele dar paso a quienes optan por la gobernabilidad y por resolver los problemas que afectan a las mayorías sociales de la centralidad. La victoria de Costa en Portugal por mayoría absoluta es una respuesta tranquila al ruido mediático y ambiental que crean los preceptores de los medios y los políticos que no debaten con el adversario, sino que solo buscan destruirlo.

En Portugal empezó con la negación de la izquierda radical a aprobar los presupuestos del 2022 y ha acabado en que ahora António Costa puede gobernar solo.

Trasladando el escenario a la política española es aconsejable escuchar la voz y el sentir de las mayorías sociales a las que no les divierte el espectáculo tabernario de muchos debates públicos y piden concentrar los esfuerzos en resolver los graves problemas individuales y colectivos.

Pedro Sánchez no está en condiciones de adelantar las elecciones si las encuestas no le vaticinan un aumento sustancial de escaños que le permita una mayor independencia de aliados tan heterogéneos como contradictorios. Unidas Podemos sabrá leer los resultados portugueses y no forzar una ruptura de la coalición en la hipótesis de que Putin decidiera cruzar militarmente la frontera con Ucrania. Una discrepancia abierta en este frente heriría de muerte la coalición. Seguramente, no por Pedro Sánchez, sino por Europa y la OTAN.

Publicado en La Vanguardia el 2 de febrero de 2022

  4 comentarios por “El espejo portugués

  1. Portugal mola cantidad. Paro contenido, precios controlados, buen paisaje, buen yantar y buena gente. Y estabilidad.

    Aqui tenemos al guaperas total en la moncloa, al homenet a un canto de la plaça de Sant Jaume y a la colau al otro lado. Estem ben arreclats!

    Y ahora el gran tema es el representante al festival de Eurovision, si el emerito viene o va, si el 2030 nevara en Baqueira… ufff

    Tot plegat es molt fort.

    • Y lo de la aprobacion de la reforma laboral por el error al votar de uno del PP, por un solo voto, ya es de traca.
      Los sociolistos desde lo de Simancas han aprendido monton.
      Y la ley de la Vivienda tambien tiene tela.
      Aixo fot aigues per tit arreu Sr. Foix

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