El después de la tregua olímpica

Emmanuel Macron

Europa vive instalada en una falsa y prolongada zona de confort sin advertir los cambios tecnológicos que han cambiado nuestra manera de trabajar, de comunicarnos y de vivir. Estos días, un olimpismo agudo observando el medallero nacionalista de los estados viene a ser una tregua veraniega que oculta la fragilidad de los gobiernos representativos en muchos países europeos. La belleza y la emoción de los atletas de todos los rincones del mundo compiten en un espectáculo que solo el deporte puede ofrecer de forma ­global.

He seguido los Juegos Olímpicos de París desde Grenoble, Lyon y Chamberí, transitando por los dos imponentes macizos prealpinos del Vercors y la Chartreuse. Francia ha quedado en lo más alto del podio y La marsellesa ha sonado repetidamente con fugaces visitas del presidente Macron desde su residencia veraniega mediterránea, en Fort Brégançon, para felicitar a sus compatriotas campeones.

Mientras los atletas llenaban los estadios con un comprensible orgullo patriótico, Francia tiene un gobierno en funciones porque, de las improvisadas elecciones de Macron convocadas la misma noche que se conocían los resultados de los comicios europeos, ha salido una Asamblea Nacional incapaz de obtener una mayoría pactadas para formar gobierno. Francia está tan fragmentada políticamente que un mes después de las elecciones no se sabe quién será primer ministro. Macron tiene un problema, al igual que los franceses y los europeos. Francia es vital para Europa.

La gobernabilidad es complicada cuando la centralidad de los grandes partidos depende de la voluntad de los extremos, a la derecha o a la izquierda.

Después de la tregua olímpica vendrán los problemas de un país en el que uno de los objetivos de una mayoría de franceses, hasta ahora, es impedir que la extrema derecha de Marine Le Pen esté en el gobierno y que en el 2027 consiga ser presidenta de Francia.

La política en la mayoría de las democracias liberales ha levantado muros internos que impiden llegar a acuerdos de Estado, amplios y durables, que garanticen la gobernabilidad en dos puntos clave: reducción de las desigualdades y ofrecer oportunidades para que cualquiera pueda subir por el ascensor social sin quedar atascado en la precariedad de su clase social marcada por un poder adquisitivo miserable y sin horizontes vitales estimulantes y dignos.

Los datos que ofrece Jérôme Fourquet en su libro La France d’après son indicativos de un país que no ha sabido administrar ni distribuir su inmensa riqueza económica y cultural, que está cada vez más en manos de unos pocos en detrimento de muchos. En definitiva, viene a decir, Francia no es París solamente, y con la mentalidad de los altos funcionarios de la capital no se puede gobernar un país con una diversidad humana que ha llegado para quedarse y que no está integrada. Dada la realidad demográfica en toda Europa, la inmigración tiene que ser una solución inteligente y práctica y no un problema.

Las barreras internas se han levantado en Francia y existen en Alemania, Italia, los países nórdicos, Bélgica, Países Bajos y también en España. Catalunya no es precisamente la sociedad pactista que un día fue, según estudió Vicens Vives. Votamos el 12 de mayo y no sabemos si habrá gobierno a final de agosto. ¡Ojalá!

Los muros son igualmente grandes en Estados Unidos y en buena parte de América Latina. Ante este panorama, los gobiernos fuertes, autoritarios, con líderes que no tienen complejos en mezclar lo verdadero con lo falso, en conservar el poder a cualquier precio, tienen una rara atracción en amplios segmentos de las sociedades modernas, también las democráticas.

En su libro sobre la crisis del capitalismo democrático, Martin Wolf afirma que las democracias están en peligro por el crecimiento dramático de las desigualdades, que han aumentado por la rápida desindustrialización dejando a muchas ciudades en una depresión permanente.

Las sacudidas de los mercados esta semana, de Tokio a Nueva York, es un indicio de la necesidad de revisar el funcionamiento del sistema. Las guerras en Ucrania y en Oriente Próximo alimentan el complejo militar industrial en contra de la productividad económica y el mantenimiento del Estado de bienestar y la justicia social. Los magnates tecnológicos tienen tanta o más fuerza que los políticos profesionales. Y la utilizan sin complejos.

Publicado en La Vanguardia el 7 de agosto de 2024

  5 comentarios por “El después de la tregua olímpica

  1. Naturalment es del tot necesari el comentari del Sr. Foix a la vista del nou Goven de la Generalitat de Catalunya, pero jo ara mateix el veig prou be. Equilibrat, Preparat i a per feina.
    El guaperas de la moncloa ja te el «tres en raya» : govern del estat, govern a Catalunya i govern al Cap i Casal.
    A ver a ver…

  2. A veure si comencem a tocar de peus a terra i a treballar.
    El Illa es veu pencaire i de poc jijijaja que de aixo ja anem servits.
    La Parlon de Consellera d´Interior i el Trapero, director general de la policia. A veure si els i treuen la son de les orelles a aquets 17.000 mansos (i mansas).
    Ah! i per cert, el CNI de las españas, tela marinera tambe.

    I el patetic del doble fons al Arc de Trionf on esta?
    Quin final el de cal pastisser!

  3. Lo de los mossos hoy ya es el colmo. Diecisiete mil no dan para detenet a un pollo que a la hora anunciada da un mitin en el Arc del Triomf.
    Luego la operacio gabia i no se ques mes. Dimisions en cacada ja!
    Hay que empezar ya a depurar, dejarse de tonterias, menos guayismo y a ponerse serios que ya esta bien de pitorreo.
    Y ahora el Puigdemont jugando al escondite desde las redes!
    Es que es colmo!!!
    El Sr. Foix debe estar que no se locree. Ja som dos!

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