A un amigo de Cambridge

Me escribe un amigo desde Cambridge, doctor y hombre racional, que tiene el privilegio de vivir en un país en el que los debates suelen discurrir desde el cerebro y desde la tranquilidad emocional.

Es catalán y de una generación posterior a la mía. Me dice que ahora más que nunca da gracias por no vivir en las Españas. Estáis bien entretenidos por ahí, me dice. Mientras la BBC se preocupa por la gripe del pollo y la posibilidad de que se repitan los efectos mortíferos gigantescos de la «gripe española» de comienzos del siglo pasado, España se enzarza en su propio apocalípsis particular.

Me dice el doctor de Cambridge que nunca ha entendido la COPE y que le parece que el juego de los obispos españoles desde que el Partido Popular perdió las elecciones es muy peligroso. Incluso tú, Lluís , que siempre eres tan moderado, leí que te metías con el Jiménez Losantos, don Federico para los amigos.

Sigue el correo electrónico del amigo doctor de Cambridge: aquí en Inglaterra el debate es más rico, más interesante y no tan partidista. Aquí no vale aquello del «dime con quien vas y te diré quien eres» porque se respeta que cada uno pueda ser libre independientemente de los amigos políticos, sociales o religiosos que tenga. Aquí te preguntan qué piensas tú, no a qué grupo perteneces. Y eso, acaba diciendo, da mucho oxígeno.

Qué razón tienes, estimado amigo, y cuánto coincido contigo. Pero yo no puedo replantar mis tiendas en Inglaterra donde pasé ocho preciosos años de mi vida que me influyeron de forma determinante.

Acampo en tierras mediterráneas que son cálidas y suaves. Materialemente se vive mejor que en Cambridge. La ciudad de Barcelona está abarrotada de turistas de todos los puntos cardinales. Cada día van y vienen a Barcelona siete mil ciudadanos británicos. Cosas de la globalización y del abaratamiento de costes aéreos.

Pero me duelen muchas cosas. La de la radio de los obispos es una. La de la intransigencia de muchos, de todas las escuderías, es otra. El griterío organizado en la Universidad de Madrid contra Santiago Carrillo, también, por muchas que fueran sus responsabilidades durante la Guerra Civil española.

Habíamos quedado en 1978 que para no repetir los desmanes de la guerra civil giraríamos página y nos dedicaríamos a organizar una convivencia civilizada, dentro de las normales discrepancias que pueden ser todo lo duras que se quieran. Parece que éste no es el espíritu que circula por estos lares. Lo que en otros países es normal, organizar y reorganizar el funcionamiento del Estado, aquí se convierte en una batalla campal sobre la sagrada unidad de la patria.

El problema, amigo, es la revisión de la historia desde posiciones partidistas y no desde el rigor intelectual que se le supone a la ciencia que inventó Herodoto.

Me ha dolido especialmente el trato vejatorio al que ha sido sometido mi amigo Shlomo Ben Ami que tuvo que ser protegido por la policía para no ser atacado físicamente al dar una conferencia en la Universidad de Valencia. En esa ocasión eran los que defendían la causa palestina que puede defenderse pero no a tortas.

Ben Ami fue embajador en España, vice primer ministro de Israel y un intelectual que ha estudiado la guerra civil española y que es miembro relevante del partido laborista israelí.

En su libro, «Israel, entre la guerra y la paz», dice que «una sociedad se condena a la perdición cuando empieza a confundir el rival político con el enemigo mortal».

Es lo que estamos practicando por aquí. Haremos lo que esté en nuestras manos, somos más que ellos, para no que se repitan episodios tan desgraciados del pasado. Me das envidia por vivir y ver los nubarrones que se ciernen sobre Catalunya y España desde los «colleges» y céspedes de Cambridge.

Pero ahora me toca estar aquí. Ya te haré alguna visita. Espero que no sea formando parte de una de las clásicas oleadas en la que muchos antepasados míos y tuyos tuvieron que cruzar la frontera camino del destierro. Cuídate de la lluvia y del frío invierno que se avecina.

  1 comentario por “A un amigo de Cambridge

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