Cambio en el tablero europeo

Las convulsiones en Europa hacen imprescindible el reforzamiento del entendimiento entre Macron y Merkel, entre Francia y Alemania.

El día que cayó el muro de Berlín, en noviembre de 1989, había todavía un millón de soldados norteamericanos en lo que entonces era la República Federal de Alemania, capital en Bonn, con Helmut Kohl en la cancillería, François Mitterrand en la presidencia de Francia, Margaret Thatcher en Downing Street y Felipe González en la Moncloa.

Socialdemócratas y conservadores ganaban y perdían elecciones pero mantenían el equilibrio europeo y atlántico bajo una premisa muy sencilla que el canciller Helmut Schmidt expresó con la idea de que “Estados Unidos es el aliado más poderoso pero Francia es el amigo más próximo”. La Europa democrática que creció sobre los escombros de la guerra fue, de hecho, un protectorado político, militar y económico de Washington.

En un viaje de adolescente a Alemania en 1961, en autostop y con tres mil pesetas en el bolsillo, nos sorprendió a mi compañero y a mí el levantamiento del muro de Berlín el 13 de agosto de aquel año. La presencia de tropas norteamericanas, británicas y francesas producía embotellamientos de tráfico en las carreteras del país. Jruschov había decidido cerrar la libre circulación de personas y bienes entre el sector soviético y las otras tres partes de la antigua capital alemana.

Dos años después, en junio de 1963, rindió visita a Berlín el presidente John ­Kennedy, que pronunció su célebre dis­curso desde el balcón del Rathaus Schöneberg, que terminó con la categórica afirmación “Ich bin ein Berliner”, de la misma manera que hacía veinte siglos el orgullo mayor era poder afirmar “Civis romanus sum”, según recordó el propio Kennedy en aquella ocasión.

Es cierto que la diplomacia americana libraba en la Europa occidental su batalla abierta contra la Unión Soviética que dominaba la otra mitad del continente. La guerra fría dividía el mundo.Todos los presidentes norteamericanos entendieron que una Alemania fuerte, democrática y económicamente solvente era una garantía para la estabilidad internacional.

Es un hecho que las dos guerras mundiales del pasado siglo fueron responsabilidad directa de Alemania, probablemente el país más culto de Europa pero el que con mayor estupidez y barbarie administró sus talentos. El escarmiento de tantas desgracias fue tan grande que el éxito de convivencia, de prosperidad económica y del Estado de bienestar es también fruto de la ­política claramente europeísta de todos los gobiernos alemanes hasta el de Angela Merkel.

La ecuación ha cambiado radicalmente. El presidente Donald Trump no considera a Europa como un socio preferente, afea las políticas de prácticamente todos los líderes europeos, no es el dirigente indispensable para Occidente y ha abierto una guerra comercial que se proyecta como el germen de otras crisis de carácter global. Nunca las relaciones entre Alemania y Estados Unidos habían sido tan frías y distantes.

Las dificultades de la alianza trasatlántica se han visto reflejadas sin complejos en la cumbre del G-7 en Biarritz. Donald Trump corroboró su complicidad con Boris Johnson, repitió en la presencia de todos los reunidos que es la persona más indicada para ejecutar la salida de Europa con un Brexit que todavía no se sabe qué formas tendrá. Trump prometió que el acuerdo comercial con Londres será inmediato y generoso. Los dos personajes no pueden ocultar su aspecto bufonesco en lo que acostumbra a ser un foro de diplomacia profesional. El expresidente del Partido Conservador, Chris Patten, europeísta y último gobernador británico de Hong Kong, acaba de decir que Johnson ha llegado a la cima de su carrera mintiendo, primero en el periodismo y luego en la política.

Han cambiado, por tanto, las piezas en el tablero. La Unión Europea tendrá que prescindir de Gran Bretaña con las dificultades económicas y sociales de un divorcio a la brava que Boris Johnson intenta perpetrar para el 31 de octubre sin medir las consecuencias que tendrá para la estabilidad interna del Reino Unido ni calibrar las consecuencias sociales de una ruptura traumática. La falta de entusiasmo europeo en Hungría, Polonia, Italia, Eslovaquia y la República Checa no invita al optimismo.

Es hora, por tanto, de jugar la carta franco-germana como única salvación posible de una Europa que está siendo devorada por los populismos, la xenofobia y los nacionalismos de Estado que nada tienen que ver con el espíritu de los fundadores de una Europa que, después de siglos, había desterrado la posibilidad de la guerra y había apostado por las libertades.

La intocable alianza entre Estados Unidos y Europa ha dado un inquietante giro hacia el desconcierto. No será fácil pero si algo cabe deducir es que se ha girado página en una Europa que vive en el desconcierto.

Publicado en La Vanguardia el 28 de agosto de 2019

  8 comentarios por “Cambio en el tablero europeo

  1. Sr. Foix y compañeros/as del blog : Piesno que se están imponiendo el poder de las mentes bilaterales y la codicia de la ludopatia de la riqueza y el poder ejecutivo y dominante, sin humanidad ni sentimientos algunos.

    No tengo nada mas que decir, porque estoy totalmente de acuerdo con todas vuestras opiniones ( Lluis Foix, Alfredo, Xavier, Francesc, R, Bet, sumadas con la mia.

  2. Finalitat del Brexit: desestabilitzar la UE.
    EEUU té molta por a la Xina, a la UE.
    Com es logra el Brexit? Manipulant als britànics amb un titella, El Sr. Johnson.
    Em pregunto, els EEUU podran mantenir en un futur el domini del món?.

  3. Para mi la pregunta del millón es la siguiente….¿Si de los años 1940- 1970, las relaciones eran buenas, se vivio una epoca dorada, quien fue el causante de que ahora las relaciones se torcieran? una pista:recordemos los acuerdos de Nixxon, con el G2:Chinaamerica.

  4. Trump, veremos lo que dura. UK sabe que pasara unos años malditos, es el direccionamiento mentiroso que les lleva a ello, despues de estos años, quizas se recupere. Europa necesita pues «el espíritu de los fundadores de una Europa «….solo me fata en el analisis el crecimiento de poder de China y la India, que tendra consecuencias en europa, por el modelo parasitario que fomenta y que le da buenos resultados. El error de Occidente es no crear unas nuevas instituciones como las que salieron de BW, para pactar unas reglas de juego mundiales.

  5. Me atrevería a decir que la mayoría de la clase política en el Reino Unido nunca vio la Unión Europea más allá de un gran mercado. No creían ni querían una unión política. Por lo que su salida es una oportunidad para continuar estrechando lazos entre los demás. El problema es que muchos de los nuevos miembros lo constituyen regímenes nacionalistas descaradamente xenófobos y euroescépticos. Todo tiene su explicación.

    Ese protectorado que Washington ha tenido en Europa desde el fin de la 2GM les ha servido a los americanos hasta que ha dejado de cumplir su función en su enfrentamiento contra la Unión Soviética. Desde entonces, y claramente desde el 11S, se han dedicado a torpedear el proyecto europeo por considerarlo un competidor -a sus ojos- desagradecido.

    Por lo tanto, como mantienes, no queda otra que el eje franco-alemán, al que se pueden sumar otros, para mantener lo que tenemos, que irá en retroceso por lo que comento, o intentar avanzar más. Hay problemas dentro y fuera de la Unión Europea que se escapan a la capacidad que tenga cada estado, por eso se requieren grandes acuerdos dentro, y en el mundo una acción conjunta.

    • Digamos que un protectorado de la dictadura franquista de cuarenta años que aun tiene conseqüències.

  6. Triste porvenir a corto plazo con esos personajes, esperemos su mandato sea corto.

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