Es una cuestión europea

Miles de refugiados sirios se encuentran expulsados por Turquía y sin tener acceso a Grecia. En tierra de nadie, abandonados por Europa.

Regresan las fronteras reales o imaginarias en función de la nacionalidad, el origen étnico o las creencias. Siempre que se levantan muros para impedir el tránsito de personas se activan movimientos sociales defensivos. Nadie se extraña de que circulen bienes, capi­tales, ideas e información. Incluso los virus saltan de un país a otro sin pedir permiso y repartiendo miedos por todo el planeta. Se aceptan turistas o acaudalados de cualquier procedencia con tal de que inviertan o puedan subsistir por su cuenta.

A quien se cierra el paso es a las personas que huyen de la miseria, de la persecución, de la guerra o de cualquier otro infortunio. La pesadilla nos llega en directo al sofá de casa, un día soleado en la frontera imprecisa de las islas del mar Egeo, con fuerzas de seguridad disparando pelotas de goma y gases lacrimógenos a los nómadas de la globalización.

Los refugiados que llegan a Grecia empujados por Turquía ponen a prueba la coherencia interna de la UE

El lunes murió un niño ahogado al hundirse una de las barcazas mientras las patrulleras marítimas griegas impedían el libre movimiento de personas alrededor de las costas. Las islas del Egeo se han reconvertido en cárceles de la Unión Europea al aire libre, en expresión del corresponsal de este diario desde ­Estambul.

Grecia está en alerta máxima, pero es la Unión Europea la que debe tomar la iniciativa para encontrar una salida huma­nitaria a cuantos son empujados por Turquía a cruzar la frontera griega y entrar en territorio europeo. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo, Charles Michel, se trasladaron ayer a la región del valle del Evros para solidarizarse con el primer ministro de centroderecha, Kyriakos Mitsotakis, que no quiere asumir la responsabilidad de construir nuevos campos de refugiados que piden asilo político en Europa.

Las fronteras exteriores de los 26 países que forman parte del tratado de Schengen, firmado en 1995, son fronteras europeas. Islandia y Suiza, sin ser miembros de la UE, también son territorios de libre circulación por haber firmado el acuerdo.

No hay que olvidar que el momento más dramático de la crisis migratoria en Europa se produce con la guerra de Siria, que obligó a unos cuatro millones de ­personas a abandonar el país. Muchos de ellos fueron a Alemania en el 2016 después de que Angela Merkel abriera la puerta a casi un millón de sirios. Para la canciller, el argumento principal no era humanitario sino práctico. Sostenía que Alemania necesitaba mano de obra para mantener el crecimiento económico y que la llegada de extranjeros ayudaría a corregir la curva demográfica estancada o decreciente de su país. Era, además, un gesto humanitario que la honra.

Muchos electores no lo entendieron así y a partir del 2016 la CDU empezó a perder apoyos coincidiendo con el ines­perado crecimiento de AfD, la extrema derecha alemana, que en las últimas elecciones en el land de Turingia consiguió el 24% de los votos.

La política inmigratoria en muchos países de la Unión se ha convertido en el tema central del debate político y en un semillero de votos para los partidos xenó­fobos y de extrema derecha. El caso de Vox en España cabe enmarcarlo en la misma corriente.

La crisis de esta semana hay que buscarla, por lo tanto, en las cada vez más deterioradas relaciones entre la Unión Europea y Turquía. En marzo del 2016 la UE ofreció seis mil millones de euros al Gobierno de Recep Tayyip Erdogan para que acogiera a varios millones de sirios que huyeron de la guerra civil en su país. El Gobierno turco ha abierto las puertas hacia Europa con una relajación de las fronteras con Grecia aduciendo que Bruselas no cumple con sus compromisos económicos para sostener a los 3,7 millones de refugiados que se encuentran hoy confinados en campos turcos.

Los que llaman a las puertas de Europa son también afganos, iraquíes, yemeníes y subsaharianos que huyen en muchos casos de las guerras que Occidente ha perdido en las zonas más conflictivas de Oriente Medio. El Gobierno griego ha acusado al turco de traficar con migrantes.

La situación es mucho más compleja. La principal causa son las guerras con participación y protagonismo occidentales que se han librado en los últimos treinta años en Oriente Medio. Las guerras no han construido sino destruido la vida, las esperanzas y la economía de toda la región, tan rica en recursos ­naturales y tan poco preparada para gestionarlos. El análisis sería incompleto si no se menciona la intervención militar y diplomática de Rusia para consolidar su influencia en la zona, así como los inte­reses de Turquía para dominar el este del país, siempre bajo la amenaza de la secesión de la población kurda.

En la Grecia que nace la civilización occidental hace treinta siglos se vuelve a librar una batalla para mantener el carácter abierto, democrático y humanista de una Europa que está siendo parcialmente devorada por sus viejos fantasmas de intolerancias y falta de respeto a los otros.

Publicado en La Vanguardia el 4 de marzo de 2020

  5 comentarios por “Es una cuestión europea

  1. Sr. Foix : Pienso que los que en realidad tienen la obligación de ayudar a los inmigrantes, que huyen de la muerte, … son los paises que les bombardean sin cesar, con la excusa de ir contra el terrorismo organizado, pero que en realidad les bombardean para apoderarse, unica y exclusivamente de sus yacimientos petroliferos ó de gas natural, ect, y de sus materias minerales, ect.

    Este poder invisible, real y multimillonario es el que tiene la responsabilidad y la obligación de ayudar a los inmigrantes que huyen de los bombardeos, la guerra y la muerte, que el poder invisible provoca, pero que todos sabemos quienes son los del poder invisible al que me refiero y que no quiero citar. Pero de haberlos ahilos.

  2. Los burocratas de la union felicitan a Grecia por actuar como el escudo de europa ante la inmigracion.
    Me quedo triste, estupefacto y avergonzado al leer esto.
    Veo imagenes que no pensaba ver nunca en este mi continente que creia compasivo, humano y acogedor. Creo que lo seguimos siendo, pero tenemos una clase politica que no responde ni corresponde a estos sentimientos.

    • Ya no creo (cuando era más iluso, sí lo creía) que seamos compasivos, humanos y acogedores. Si así fuéramos los ciudadanos europeos, la extrema derecha no lo tendría tan fácil para ir cosechando votos gracias al problema.

      • Hay que recuperar la fe Sinera. Y la ilusion (de iluso?). Ambos son el resorte que nos levantan por la mañana hacia un futuro que queremos mejor.

  3. Para los que viven en la zona de confort «contra Trump se vive mejor», parece ahora que su proyecto del muro para separar México y USA era humanitario comparado de lo que somos capaces los europeos. El gran drama de los refugiados políticos y económicos en todo el mundo requiere mirar a los ojos a una fiera desigualdad. En un planeta informativamente hiperconectado las viejas fronteras no resisten a la humanidad en busca de su futuro.

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