El gran éxodo de una guerra

Muchos de los ucranianos que marchan hacia el exilio lo hacen en tren.

No se recuerda una huida tan rápida, tan numerosa y tan espontánea como la que ha desplazado a diez millones de ucranianos de sus residencias habituales. Seis millones se han trasladado a otras partes de su país y otros cuatro millones han cruzado las fronteras de Polonia, Hungría, Eslovaquia, Moldavia y Rumanía. Una cuarta parte de la población ha emprendido un exilio involuntario, causado por los bombardeos y la artillería de Vladimir Putin.

Ha sido un éxodo improvisado, abrupto, que dejará sentimientos antirrusos en Ucrania, que difícilmente aceptará un hermanamiento fáctico o afectivo con la Rusia que nació hace mil años, precisamente en el Rus de Kyiv.

El trasiego humano ha sido una constante en la historia. Cientos de miles de armenios, alemanes, franceses, rusos, españoles, griegos, turcos, balcánicos y otros pueblos han sido desplazados por guerras, revoluciones y persecuciones. El historiador Henry Kamen cifra en tres millones de personas los que cruzaron forzosamente los Pirineos en un sentido u otro desde la guerra de Sucesión de 1714. Goya murió en Burdeos y el general Cabrera está enterrado en un cementerio de Inglaterra, por poner dos casos antagónicos. No sabemos valorar los más de ochenta años de convivencia cívica y política en Europa desde que terminó la última guerra mundial.

El desplazamiento masivo de personas en Europa han marcado grandes cambios sociales y políticos. La gran tragedia del Holocausto fue precedida por la huida de muchos miles de judíos centroeuropeos a Palestina o a Norteamérica. Unos seis millones que no escaparon fueron víctimas del exterminio perpetrado por el nazismo. Al terminar la guerra se creó el Estado de Israel con la aprobación de las Naciones Unidas, también por la Rusia de Stalin.

Era impensable hace dos meses que Polonia y Hungría, que en el 2015 cerraron sus fronteras a los refugiados sirios, abrirían las puertas a cientos de miles de ucranianos otorgándoles una hospitalidad que los dignifica. La diáspora de ucranianos no tiene por qué ser permanente, pero muchos cientos de miles no volverán a su casa. En las cumbres de Bruselas de la semana pasada se acordó una directiva de protección temporal a los refugiados, a los que se les otorga los beneficios del derecho a vivir, trabajar y recibir las prestaciones sociales de los países en los que finalmente se instalen.

Joe Biden se comprometió a acoger a cien mil ucranianos en Estados Unidos, Justin Trudeau abrió las puertas de Canadá a cuantos quieran acomodarse en su país, que es el que cuenta con la comunidad ucraniana más numerosa del mundo.

La generosidad de los países de acogida en este primer mes de guerra se pondrá a prueba más pronto que tarde. La población ucraniana sobrevenida en Varsovia es de trescientos mil, un 17% de la población de la capital polaca. Viktor Orbán ha acogido trescientos cincuenta mil en Hungría y cientos de miles se encuentran en Rumanía, Eslovaquia y Moldavia. En Barcelona los recién llegados se quejan de no ser atendidos con prontitud y en Madrid la señora Díaz Ayuso quiere diferenciarse del Gobierno Sánchez sin prestarse a la necesaria coordinación. Tonterías.

Los exiliados querrán regresar a su tierra y rehacer su vida cuando termine la guerra. Pero no todos. Muchos se quedarán y formarán parte del paisaje humano del país de acogida. Somos fruto de cruces generacionales anteriores. No hay razas puras ni individuos perfectos.

El filósofo Jürgen Habermas ha dejado escrito que el siglo XXI será el siglo del otro, a pesar de que los nacionalismos supremacistas se empeñen en lo contrario. Euro­pa no puede dar lecciones a nadie si contempla las atrocidades cometidas en sus naciones y en el mundo.

Pero al menos en los últimos años se había reconciliado en la práctica con la civilización que había puesto en marcha y que tiene sus fundamentos en la religión de Israel, la filosofía griega y el derecho romano, según apuntaba Paul Valéry. En los últimos decenios, al menos, se había reencontrado con sus principios civilizadores, que, según el filósofo Todorov, significa ser capaz de reconocer plenamente la humanidad de los demás aunque sus rostros y sus costumbres sean diferentes de las nuestras y saber también ponerse en su lugar para vernos a nosotros mismos desde fuera. El reto para defender la libertad y el humanismo es muy grande porque se trata de escoger entre vivir en democracia o en autocracia.

Publicado en La Vanguardia el 30 de marzo de 2022

  2 comentarios por “El gran éxodo de una guerra

  1. Putin i Juan Carlos I, ai ai ai

    1.- Les borbònica / juancarlista Zarzuela i Moncloa no han informat que Juan Carlos I hagi retornat a Vladimir Putin la condecoració que el dictador rus va concedir al rei espanyol el 19 de juliol del 2012, malgrat el temps transcorregut de la guerra endegada per Rússia contra Ucraïna, la seva població i la seva sobirania nacional. Sobre Putin recau la principal responsabilitat de les morts d’ambdós bàndols i de l’exili massiu d’ucraïnesos, experiència viscuda i soferta per molta gent dels pobles espanyol i català.

    2.- “Ai, ai, ai: expressió usada per a manifestar especialment el dolor i freqüentment el fet d’adonar-se d’un oblit” (Diccionari de la llengua catalana)

    3.- Juan Carlos I, imposat com a rei pel dictador Francisco Franco a qui va jurar fidelitat, està ocupat en altres qüestions. Una és la seva estada a Abu Dhabi degut a foscos motius financers i de faldilles on viu com un rei. L’altra qüestió és el fet que la justícia britànica li nega una suposada immunitat. El Tribunal Superior de Justícia britànic seguirà el procés contra el pare de Felipe VI per un presumpte delicte d’assetjament contra una de les seves mes famoses amants, Corinna Larsen. Ai, ai, ai

  2. Pienso que, las MASAS HUMANAS putinerizadas, emiten una honda de magnetismo mental psicológico sobre Putin, que le influye psicologicamente en su comportamiento criminal actual.

    Es como una religión, mentalmente y espiritualmente oyen lo que ya quieren oir.

    Esa es la cuestion y el peligro más grande de una 3a Guerra mundial.

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