La casa común europea

Las elecciones francesas son decisivas para mantener la idea de Europa que ha evitado las guerras durante más de 70 años. Macron garantiza la estabilidad europea y Le Pen la confusión en la UE

Desde que en la primavera de 1996 salí de casa a media mañana y al mediodía llegué al hotel de Munich sin que nadie me pidiera ninguna documentación, entendí que podía transitar por Europa como en mi propia casa. El tratado de Schengen y el euro han sido los dos instrumentos que mejor han cohesionado la realidad europea.

Recordé la primera vez que, muy joven, atravesé la frontera de Port-Bou con la guardia civil y los gendarmes inspeccionando mi pasaporte y comprobando que la fotografía coincidía con mi cara. Así ocurrió en todas las fronteras que cruzamos en aquel verano de 1961 en que se levantó el muro de Berlín. Los pasaportes españoles eran sospechosos y aunque íbamos en auto-stop y solo con una mochila nos inspeccionaban en todas las fronteras hasta que llegamos a Alemania.

La guerra fría vivía su máxima intensidad. Todavía no se había asomado el presidente John Kennedy en el ayuntamiento de Berlín proclamando el “Ich bin ein Berliner”. Soy un berlinés, fue la frase que mejor sintetizaba el compromiso de Estados Unidos con la libertad de Europa frente a la presión soviética que controlaba la parte oriental de la vieja capital de Prusia y los países que formaban parte del Pacto de Varsovia.

La tensiones se detectaban en el ambiente. Alemania estaba protegida políticamente por las democracias occidentales que ganaron la guerra y se rehacía de la devastación de la derrota. Años más tarde, en 1989, tuve ocasión de vivir en directo la caída de aquel muro que Jruschov levantó 28 años antes.

Europa fue recuperándose de una terrible guerra que causó millones de muertos. A partir de la caída del muro berlinés se fortaleció la Unión Europea, se amplió en varias ocasiones hasta incorporar a los países que habían formado parte del bloque dominado por el Kremlin como consecuencia de la reunión de Yalta (Crimea) en 1945 entre Roosevelt, Churchill y Stalin.

La Unión Europea se ha abierto paso a pesar de las crisis y de los intereses a veces contrapuestos de los estados miembros. La socialdemocracia y la democracia cristiana se han turnado en la gobernabilidad europea y han protagonizado un periodo largo de prosperidad, libertades y paz entre las naciones. El paraguas militar e institucional de Estados Unidos permitía a Europa avanzar en todos los frentes.

La presencia de partidos contrarios a la misma idea de Europa ha erosionado la estabilidad continental. El Brexit fue una señal de alarma porque Gran Bretaña era un socio con gran peso político, económico y cultural. La extrema derecha condiciona gobiernos y hace mucho ruido en el parlamento europeo. Pero la estrategia de esos partidos euroescépticos no ha conseguido hacer tambalear los pilares fundamentales de la Unión.

Los ataques externos, Donald Trump en su presidencia y Vladimir Putin con su política de debilitar Europa, no han conseguido destruir una realidad que, precisamente con la guerra de Ucrania, se ha hecho más fuerte.

Lo que pretenden los euroescépticos como Marine Le Pen no es destruir Europa sino adueñarse de las instituciones, cambiar el rumbo de la política, echar a todos los extranjeros indocumentados y convertir la Unión en un conjunto de naciones en las que las fronteras mentales, ideológicas y económicas vuelvan a levantarse y debilitar así una experiencia que ha detenido durante más de setenta años las guerras en el continente.

La Unión Europea es el espacio político y social más atractivo para millones y millones de personas en todo el mundo. Los valores de Europa no son los ejércitos ni la fuerza. Las decisiones se toman por consenso. Se respetan las peculiaridades de todos los países miembros. Es el mercado más importante del mundo. El intercambio de estudiantes, desde Portugal a Finlandia, ha conseguido que cualquiera pueda sentirse en casa viniere de donde viniere. Las becas Erasmus, en este sentido, es la mejor inversión que se ha hecho para que nadie se sienta extranjero en ninguna parte.

Los partidos de extrema derecha pretenden deshacer el camino andado y volver a los populismos nacionalistas. Aunque los franceses no le quieran, Macron, y no Le Pen, es el mejor candidato para defender la idea de Europa.

 

 

  3 comentarios por “La casa común europea

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  2. Europa solo sobrevivirá si explica con claridad la situación económica y nuestras hipotecas. Las soluciones que propone la extrema derecha no están muy lejos del fascismo y el nazismo del siglo XX, Del mismo modo que la izquierda extrema no puede dejar de proponer la dictadura del proletariado si quiere ser coherente. Ambas posiciones conducen al conflicto y a la guerra.

    La globalización por avaricia es un desastre. Todos los kits para la covid19 se fabrican en China, esto no es bueno, es un ejemplo, pero, la debilidad del sistema económico mundial es patente. El neoliberalismo es el padre o la madre de esos extremismos populistas. Las ideas de Thatcher y de Reagan son la semilla. Eso inició la destrucción del estado de bienestar europeo que se ha resentido de modo notable. La igualdad de oportunidades está en peligro. Somos más pobres y debemos saber que objetivos son fundamentales: o un mejor estado de bienestar, o vivir en días de placer hedónico. O el futuro o la decadencia.

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