Puigdemont va a investir a Sánchez a cambio de amnistiar a los vinculados al «procés», sin ceder nada a cambio.
Se alumbró finalmente un acuerdo de intenciones entre el PSOE y Junts para que Pedro Sánchez pueda ser investido presidente a cambio de los siete votos necesarios que Puigdemont le va a prestar después de largas y secretas negociaciones en Bruselas.
La letra y la música del acuerdo de intenciones y la inminente investidura de Pedro Sánchez ha sido compuesta por el independentismo que ha conseguido la amnistía de todos los delitos derivados del procés desde antes y después de la consulta del 2014 y del referéndum del 2017.
Es un documento político salpicado de generalidades entre dos fuerzas que parten de “posiciones divergentes” y que expresa las “profundas discrepancias sobre la forma final de la resolución del conflicto, además de las desconfianzas mutuas reconocidas por ambos”.
No es un acuerdo amistoso sino un pacto basado en hacer de la necesidad virtud. El poder por parte de Pedro Sánchez y una amplia amnistía que puede beneficiar a cuantos procesados quepan en una ley que tiene que pasar por el Congreso y salir ilesa de las más que probables impugnaciones de jueces y tribunales.
Este acuerdo da un gran protagonismo a Puigdemont, pero me parece exagerado pretender que vaya a resolver el conflicto histórico. Pienso que es mucho más complejo. Se dice, por ejemplo, que la nueva legislatura se desarrollará en términos diferentes a la anterior, una alusión directa a que Puigdemont y Junqueras no jugarán las mismas cartas y las discrepancias en el seno del independentismo se proyectarán también en la política española.
El PSOE y el PSC pueden salir perjudicados del acuerdo porque no han llevado la iniciativa desde que llamaron a la puerta de los independentistas con el principal objetivo de conseguir la investidura de Pedro Sánchez que ha cedido en muchos puntos, pero, sobre todo, no es el que ha escrito la partitura. Esta capitulación en el discurso condicionará la gobernabilidad de España en toda la legislatura. El debate sobre la amnistía y el referéndum seguirá abierto con la mitad del país en contra. Se ha acabado el pacto constitucional de 1978 y hemos entrado en otro paradigma en el que la centralidad la ocuparán los extremos que dificultarán los grandes y necesarios consensos.
Publicado en La Vanguardia el 10 de noviembre de 2023
La derecha y extrema derecha en España en el siglo XIX era foralista. Sin el foralismo se quedó en el nacional castellanismo, puerta de entrada del fascismo. La izquierda empezó con la proclamación de la nación española, «reunión de los españoles de los dos hemisferios», y aceptando la ESPAÑA UNA, de la derecha. Esta es la centralidad que defiende Felipe Gonzalez?
Ambas tendencias han aniquilado la única España moderna, la de la primera república i la abortada constitución federal. Lo valioso no es tanto lo de república, como lo de federal La derecha española confunde y equipara federal con separatismo y anarquia. De catetos, vaya