Las instituciones en la nueva era

Los cambios de Trump tendrán que pasar la prueba de los contrapesos de un paìs libre y democrático.

Lo que va a definir el próximo mandato de Donald Trump es si Estados Unidos quiere mantener la hegemonía económica, industrial, financiera y militar que ha ostentado en los últimos cien años o bien se deshacen o desvirtúan las alianzas creadas y lideradas por Washington al término de la Segunda Guerra Mundial.

A juzgar por las promesas hechas en campaña y por los nombramientos anunciados se puede deducir que el programa de Trump se encamina más a destruir las instituciones existentes y revolucionar la sociedad con nuevas ideas radicales y populistas.

El Partido Republicano de Trump no tiene nada que ver con el de Reagan y mucho menos con el de Lincoln. El mensaje que nos llega del mundo trumpista es de una profunda desconfianza hacia las instituciones. Muchos de sus activistas observaron con satisfacción el asalto al Capitolio del 6 de enero del 2021 con el argumento de que las instituciones existentes eran disfuncionales y no había otra alternativa que des­truirlas y construir otras más nuevas y ágiles partiendo de cero.

Si vamos a entrar en un orden nuevo, será en contra del viejo régimen institucional. La deriva autoritaria puede ser incluso aceptada por una masa crítica social independientemente de lo que haya votado en las últimas elecciones

Para que una democracia funcione, dice Yuval Noah Harari en Nexus, tiene que cumplir dos requisitos: ha de permitir un debate público libre sobre los grandes temas manteniendo un mínimo de orden social y de confianza institucional.

Estados Unidos ha sobrevivido dos siglos y medio de revoluciones, guerras y transformaciones sociales de todo tipo porque ha aplicado los mecanismos de auto­corrección que se han basado principalmente en que los tribunales ejercitaran sus facultades y que los medios de comunicación informaran libremente.

Predecir cómo va a terminar la guerra de Ucrania, cómo va a salir Netanyahu del embrollo bélico en el que se encuentra Israel o vaticinar cómo serán las relaciones con Rusia y con China entra dentro del terreno de los imponderables. Las alianzas tejidas con Europa a lo largo de los últimos ochenta años penetran en una dimensión desconocida.

Francia tiene un Gobierno tan frágil que un soplo de Marine Le Pen podría hacer caer al primer ministro Michel Barnier en una más que probable moción de confianza. Alemania está en campaña electoral para el 23 de febrero y todo indica que los socialdemócratas de Scholz serán castigados en las urnas y darán paso a los democristianos. La cuestión es hasta dónde subirá la extrema derecha de Alternativa para Alemania. Los dos motores de Europa están averiados política, económica y socialmente.

En Rumanía ha ganado la primera vuelta de las elecciones de este domingo el candidato prorruso, crítico con las instituciones de Bruselas y con la OTAN. Orbán tiene un nuevo aliado para minar la credibilidad de las instituciones europeas. La extrema derecha está al alza en todas partes. Son comprensivos con Putin y partidarios del fin de la guerra en Ucrania cediendo al Kremlin los territorios conquistados sin que Europa tenga ni fuerza ni ganas de detener las conquistas y los avances de los rusos.

En esta situación tan convulsa, Occidente carece de líder y no hay un F.D. Roosevelt comprometido a que Estados Unidos sean el “arsenal de la democracia” frente al pesimismo económico de la época y al auge de los populismos totalitaristas en la Unión Soviética de Stalin, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini.

Los cambios que pretende imponer Trump no serán rápidos ni fáciles. Tendrá que enfrentarse a los contrapesos de un país que siempre ha vivido en democracia y calibrar muy bien las consecuencias de guerras comerciales que van en contra de la misma esencia de la cultura política norteamericana. La cuestión es que hoy ninguna gran potencia puede vivir encerrada en sí misma.

Los avances tecnológicos están protagonizando una gran revolución cuyas consecuencias solo intuimos. El poeta Yeats­ lo describía así hace cien años: “Un mundo se está muriendo y otro nuevo está luchando para nacer”. Los dolores de parto serán inevitables. El futuro se inventa.

Publicado en La Vanguardia el 27 de noviembre de 2024

  2 comentarios por “Las instituciones en la nueva era

  1. La democràcia no ha demostrat els seus valors per el dia a dia del set humà i per lo tant està morta,un nou paradigma ha de sorgir per tots els països,politicas i religions amb una visió cósmica que trenqui las diferencias socials.

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