
La globalización ha fortalecido la historia, las identidades y las culturas de los pueblos. Trump pretende cambiar los mapas.
Una de las originalidades del segundo mandato de Donald Trump es el anuncio de alterar fronteras unilateralmente. No pretende cambiar los límites de pequeños países, unos kilómetros arriba o abajo, a causa de diferencias étnicas, culturales o políticas. Su ambición es grandiosa. Lanza la idea de anexionar Canadá, comprar Groenlandia y apropiarse del canal de Panamá. La desmesura es propia del personaje que no se detiene en detalles o cosas pequeñas.
Mover una frontera no es un acto inocuo y siempre conlleva consecuencias. La convivencia cívica y social que heredamos de la Roma clásica ha sido posible conservando los límites de la propiedad garantizados por el derecho.
No hay cambio de fronteras sin conflictos. Las guerras difícilmente suelen empezar por defender una idea, sino para tomar posesión de un territorio. La historia es geografía, decía Bismarck, artífice de la unidad alemana en 1870, después de haber ganado tres guerras consecutivas contra Austria, Dinamarca y Francia. La unidad alemana se declaró formalmente en el palacio de Versalles después de haber vencido y humillado a los franceses. Todos los parlamentarios prusianos llegaron en tren desde Berlín para celebrar la victoria en las calles de París.
La retórica de Trump de engrandecer territorialmente Estados Unidos por la fuerza de las armas o como una acción de compraventa, como ocurrió con Alaska, que fue adquirida por Estados Unidos a la Rusia de los zares en 1867, contiene un elemento desestabilizador global. China podría anexionar Taiwán saltándose el derecho internacional. La disputa de las islas Kuriles entre Japón y Rusia es un conflicto fronterizo. Y el de las dos Coreas, el de la isla de Chipre y el de Kaliningrado.
Mover fronteras unilateralmente comporta riesgos innecesarios y peligrosos. Si Trump altera los mapas para hacer más grande América, no será de forma amistosa. Las fronteras no son muros imaginarios, sino barreras de protección de culturas, identidades e intereses acumulados por la historia de los pueblos. La globalización no ha borrado, sino que ha fortalecido estos sentimientos compartidos.
Publicado en La Vanguardia el 16 de enero de 2025
Cualquier movimiento de fronteras es traumático, aunque estén todos de acuerdo, y esto tiene enjundia. Pero esto lo hemos visto muchas veces desde el final de la Segunda Guerra Mundial, no hace falta que retrocedamos más en el tiempo. Sobre todo en los territorios descolonizados que intentaban recomponerse, véase el caso de la separación de la India, y por tensiones en la Guerra Fría entre las superpotencias heredadas del colonialismo, como Corea o el Vietnam, pero también bajo la legalidad internacional, más o menos soterradamente o abiertamente, como es el caso de la fundación de un Estado en Oriente Medio muy significativo, que si hemos de ver el resultado, no parece haber sido una buena idea. Y el más significativo de todos fue la disolución de la Unión Soviética. De este caso habían ideas locas occidentales para dividir Rusia en cinco países. De ahí que no hay novedad en el frente.
Lo que es diferente es que un presidente americano lo diga abiertamente y a expensas de los que hasta hoy son sus aliados. No quiero escribir fuera de página pero me pregunto si nuestro país y el resto de Europa como parte de la Unión Europea defenderemos a Dinamarca y como miembros de la OTAN a Canadá. Es un tanto surrealista esto que digo, parece un chiste, pero lo son más los planes de Donald Trump y sus posibilidades de éxito.
Creo sinceramente que los Estados europeos han depositado demasiadas esperanzas en los Estados Unidos y que ya va siendo hora de hacernos mayores. Los Estados Unidos cumplieron un papel fundamental en la Segunda Guerra Mundial y en el definir como iba a ser el continente durante mucho tiempo, también el resto del mundo, pero el orden internacional que se ha instauró entonces ha desaparecido, y como europeos debemos ocupar el lugar que nos corresponde. Sin estridencias y sin Imperialismo pero sí con la defensa de nuestros intereses, tanto en Europa como en el resto del mundo. De lo contrario todo seremos arrinconamientos, hasta que no quede nada.
Los liberales y progresistas americanos tienen que ir al rincón de pensar para analizar en donde han fallado. Ni esa sociedad ni esa globalización que piensan tiene presente en amplias capas de la población en Estados Unidos y en el resto del mundo. No por cerrazón e ideología sino por el instinto de conservación que tiene cualquier ser vivo. Esta última globalización -porque antes hubo de otras- ha traído cosas fantásticas pero también terribles. Lo mismo tienen que hacer en Europa los grandes partidos porque hay posibilidades de que se repita la jugada con los partidos de extrema derecha, que mire usted por donde tienen como amigo geopolítico a Donald Trump, ahí queda su soberanismo e idea de Europa.
Tenga un saludo Sr. Foix
Francesc