
Las memorias de Ángela Merkel son benévolas y autocríticas. El balance sobre su gestión como canciler de Alemania lo tiene que hacer la historia de su país y de Europa.
Sumergirse en las extensas memorias de Ángela Merkel es adentrarse en el corazón de las heridas de Europa, causadas por los dramas en los que Alemania ha sido principal protagonista. Vivió y se educó en la RDA, en blanco y negro, más prusiana que renana o bávara, hija de un pastor protestante, trabajadora, responsable y con un sentido ético que chocaba con un régimen intolerante con las libertades.
Si la política es el destino, según pensaba Napoleón, la vida de una muchacha que se inclinó por estudiar física como una salida neutral a su vida profesional, no estaba escrito que viviría el levantamiento del muro de Berlín por Kruschev en 1961 y su caída en 1989, la desaparición del régimen comunista, la unificación alemana y, finalmente, convertirse en la primera mujer canciller de una Alemania unida, libre y motor de la política europea.
En sus dieciséis años como canciller, desde 2005 a 2021, le tocaron todas las crisis que ha vivido Europa y el mundo en este siglo. Es innecesario relatar la trayectoria de una mujer que desde la democracia cristiana, la CDU fundada por Konrad Adenauer, condujo la política europea tras la penúltima ampliación de 2004 en la que ingresaron la mayoría de los países que habían sido terminales ideológicas, militares y económicas del Kremlin desde los tiempos de Stalin.
Su logro más difícil fue el conseguir ser aceptada por las elites políticas de la Alemania Occidental Federal que no se fiaban de una señora formada en los ámbitos del régimen de la Alemania comunista. En su último discurso público como canciller se sinceró sobre el significado político y social de su procedencia de la Alemania del Este.
Se formuló la siguiente pregunta: de alguna manera, tras tres décadas de reunificación alemana, todos los que forman parte de mi generación y que provienen de la RDA, ¿ no tenemos que demostrar una y otra vez que pertenecemos a nuestro país ya reunificado, como si nuestra historia anterior, es decir, la vida en la RDA, fuera en cierto modo algo de lo que deberíamos avergonzarnos?.
Las memorias de Merkel son naturalmente benévolas y a su vez autocríticas. No tanto por su gestión, tan discutible como la de cualquier político, sino por la carga ética que comporta. Es hija de un pastor protestante y confiesa que “pese a que a menudo no pueda asirlo ni sentirlo directamente, creo en la existencia de Dios”. La mayor sorpresa que me ha proporcionado la vida ha sido la libertad, dice cuando ya llevaba dos mandatos como canciller federal sucesora de Helmut Kohl.
Es apresurado trazar el legado de Merkel, una mujer que vivió en dos mundos, que conocía bien a Rusia y sabía que la historia de Alemania en el siglo XX estaba marcada por el sentido de la culpa, especialmente por el régimen nazi que causó tantas desgracias, muertes y exterminios. El Holocausto fue la mayor barbaridad de la que todavía no se ha repuesto del todo.
La crítica más severa que se puede hacer a Merkel es no haber calculado las consecuencias del trato amistoso y dependiente energéticamente con la Rusia de Putin. Conocía al personaje pero no supo valorar el precio que podía pagar al depender del gas y el petróleo que el Kremlin le garantizaba. La mayor potencia económica alemana dependía de un Putin que tenía el grifo energético de buena parte de Europa. No supo ver las intenciones anexionistas de las tierras perdidas por la Unión Soviética a partir de 1991 y que convertirían a Putin en un peligroso adversario para Europa a cambio del suministro de energía.
La inmigración fue uno de los temas que más perjudicarían su popularidad. En 2015 autorizó la entrada de un millón de asilados. Su argumentación no convenció a la opinión alemana. Merkel insistió que gobernaba un país de inmigrantes que no eran un estorbo sino una necesidad. Para el desarrollo y crecimiento económico y para corregir la curva demográfica que convierte a Europa en un país que no podrá subsistir en las circunstancias actuales si no cuenta con mano de obra inmigrante.
Nació la extrema derecha de Alternativa para Alemania que puede ser la segunda fuerza política en las elecciones del próximo 23 de febrero. Su política inmigratoria, humanista y racional, fue el comienzo de su declive. Confiesa que ante la entrada masiva de inmigrantes, principalmente de Siria y de Oriente, fue sencillo llegar al extremo de decir que no se podía confiar el timón de la Alemania unificada a una mujer que procedía del Estado efectivamente sin derecho que fue la RDA.
Experimentó que la política de asilo como punto de inflexión en su cargo de canciller, no solo por la enormidad de la misión sino también por a la polarización asociada a la llegada masiva de extranjeros.
Es prematuro hacer un balance de Ángela Merkel. Estas memorias pueden ayudar a entender al personaje y su tiempo. Pero la historia juzgará con más datos y más matices la que ha gobernado Alemania durante 16 años y ha sido una pieza clave en la política europea.
La Sra Merkel creia amb la paraula però.consecuenment amb el moviment i la accio.
Hojala la Europa trobara una dona com ella,en un moment de falta de credibilitat política.
Vde.no ha inclòs el parraf:»hola la Europa se avui trobes una dona com ella per recupera la falta de orientació política.
Me parece muy bien su artículo. Sin embargo, mi valoración sobre Ángela Merkel es inversamente proporcional a la que hace Sr. Foix.
El que Rusia haya invadido Ucrania no quiere decir que la política energética de Europa con respecto a Rusia fuera desacertada, era la más lógica, porque en su momento no había invadido nada, y sigue siéndolo, porque esta guerra se ha de terminar cuanto antes, y los otros proveedores son igual de problemáticos y más onerosos.
En cuanto a la política migratoria, está en mente de todos, y sus consecuencias problemáticas, en el puesto número 1 o 2, alternándose con los problemas económicos, y todo aquello de lo que no se habla como el trabajo por ejemplo. Y en ella tuvo margen de acción, bastante amplio.
Tanto un tema como otro son parte de la explicación de la subida en votos de Alternativa por Alemania. Mañana Donald Trump será investido como presidente debido a unas percepciones muy parecidas a las que muchos europeos tienen de sus políticos actuales.
A Ángela Merkel como españoles le debemos una política de austeridad que se aplicó durante la crisis financiera que en circunstancias peores, durante la pandemia, se optó por no aplicar, y que debemos remarcar como uno de sus hitos, que en Grecia por ejemplo se recuerda amargamente.
Está clara la ausencia de una política europea interior para todos los Estados miembros de la Unión Europa, y una política exterior conjunta. Tanto lo uno como lo otro explican la situación actual. La Unión Europea ha restado soberanía a los Estados que la componen pero esa soberanía no ha ido a parar a la Unión Europea, simple y llanamente ha desaparecido, y por eso los demás se han aprovechado.
Debemos ir a las causas de los problemas y no sólo a sus consecuencias intentando cambiar las percepciones de los demás, no sea que voten equivocadamente, hasta que se convenzan que su calidad de vida, con todo lo que conlleva, es perfecta y no deben preocuparse de nada.
En cualquier caso me parece injusto, como se ha hecho, atribuir exclusivamente los problemas que tiene Alemania y Europa a su política. Tal vez sea porque no existe en la actualidad ningún político que desde su autonomía tenga un peso semejante.
Nos queda el asunto de la ética. Pero normalmente se confunde con el de moral, de la que cada uno tiene la suya. La ética debería ser aquello que sale de nosotros hacia los demás, nuestro comportamiento. Hacer aquello que querríamos que nos hicieran a nosotros y no hacer aquello que no querríamos que nos hicieran a nosotros. Así es como lo establecía Inmanuel Kant: haz el bien y no mires a quién. De ahí que no podemos hacer de la ética algo discrecional sólo en función de lo que nos interesa o lo que creemos que nos interesa en función de nuestra idea del mundo.
Saludos
Francesc
Buenas tardes Se. Foix
Europa no es un país, según mi opinión aún lo percibimos más como un espacio geográfico. Alemania posee un poder económico para decidir por toda Europa, ahora un poco menos. Recordemos que la austeridad fue impulsada por la política económica alemana. Otro tema es valorar las consecuencias de aquella política, pero el sur no tuvo casi opciones. Ojalá Europa tome un nuevo impulso y vuelva a intentar ser un estado federal o confederal.
Saludos