Vacunas de curación masiva

Una gran inversión para la paz y la seguridad planetaria sería facilitar dosis para todo el mundo.

Al término de la Gran Guerra (1914-1918) unos 20 millones de nombres fueron esculpidos en las columnas y cenotafios levantados en las plazas de miles de pueblos y ciudades de Europa. Eran los caídos en los campos de batalla y las víctimas civiles de una guerra “que iba a terminar todas las guerras”. En la conferencia de París de 1919 se trazaron las nuevas fronteras sobre los despojos de los imperios vencidos.

Fue tal la carnicería humana en las guerras del siglo pasado, incubadas y perpetradas desde Europa, que hay dificultad con las estadísticas. Cálculos aproximados sitúan en 110 millones los muertos en las dos guerras mundiales, in­cluyendo los campos de exterminio nazis, los gulags estalinistas, el genocidio armenio de 1915, la guerra civil española, las hambrunas de Ucrania y el atroz genocidio de Camboya en los años setenta.

En esta destrucción de vidas humanas no se incluye la llamada gripe española, que desde 1918 hasta 1920 causó tantos millones de muertos que no se conoce ni siquiera una cifra aproximada. Hay quien habla de 40 millones de víctimas, pero si se amplía el ámbito geográfico global, se establece la horquilla entre 40 y 100 millones de muertos. Se desconoce todavía el inicio de la gripe española, cuyo virus se habría incubado en 1916 en Francia, en China en 1917 o en Estados Unidos en 1918. No se sabe a ciencia cierta de dónde vino aquella terrible pandemia.

La gripe pasó a España en plena Gran Guerra. Al ser un país neutral se permitió la publicación de los informes sobre la gripe mortífera, a diferencia de los estados que estaban en guerra que prohibieron la divulgación de las noticias sobre las muertes paralelas al conflicto armado. El nombre de gripe española vino precisamente por las informaciones que se publicaban en la prensa hispánica. Las estimaciones de contagios en nuestro país se elevan a ocho millones y el número de fallecidos, a 300.000. Una auténtica catástrofe a la que hay que añadir la guerra del Rif y el desastre de Annual de 1921, al que mi abuelo paterno fue enviado como soldado de reemplazo y regresó sano y salvo, según me contaba junto a la chimenea en las largas noches de invierno en Rocafort.

No se trata de establecer paralelismos entre las desgracias del siglo pasado con la pandemia que ha causado hasta ahora tres millones de muertos en todo el mundo con alarmantes síntomas de descontrol en India, Brasil y otros países sudamericanos, que por falta de vacunas o por no haber prevenido los efectos maléficos del coronavirus atraviesan ahora altos riesgos de vulnerabilidad.

No es casualidad que la covid haya golpeado con más crueldad a aquellos países con gobiernos muy nacionalistas o supremacistas como son Estados Unidos, India, Brasil, Gran Bretaña o Filipinas. La diferencia está en que tanto Joe Biden como Boris Johnson han desafiado la mortaldad creando y aplicando vacunas masivas como parte principal de la gestión de sus gobiernos, como ocurre en la mayoría de los países europeos. La forma como han gestionado la pandemia China y Rusia es un misterio al no disponer de información contrastada.

Israel ha vacunado a buena parte de la población, pero la gran mayoría de los palestinos no la han recibido. Una pena. La mitad de la población americana ha sido vacunada por solo un 2% de ciudadanos de Ghana. Hay muchos países que no han administrado ninguna dosis porque no disponen de ellas y no tienen solvencia económica para poder pagarlas.

Hacen muy bien aquellos gobiernos que vacunan a todos los que residen en el país. Pero hay que ir más allá y fabricar dosis para toda la humanidad. Por razón de justicia y porque o nos salvamos todos o todos seguiremos expuestos a las nuevas variantes del virus. En las guerras del siglo pasado se fabricaban armas y bombas nucleares para destruir al enemigo. Ahora toca producir vacunas de curación masiva.

Publicado en La Vanguardia el 5 de mayo de 2021

  1 comentario por “Vacunas de curación masiva

  1. …y aprovechar la onda de «vacunismo» para extender las prácticas vacunales de las otras enfermedades prevenibles, desde las virasis antes comunes pero aún presentes como el sarampión, la rubéola y demás que forman parte del calendario vacunas de Occidente. La polio se considera extinguida en las Américas y en la Europa occidental, pero aún produce en Africa y el Sudeste asiático. Aún andamos cojos con la malaria y el SIDA. Y las hepatitis. Y sin vacunas para la Clamydia y varias otras más.
    El objetivo es encontrar vacunas multiples que faciliten los programas de vacunación.
    Pero necesitaremos alguna forma de vacuna social que nos proteja de los antivacunas, esos que no vacunan a sus hijos pero instalan antivirus en sus ordenadores personales…

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