Los hechos, la memoria y el relato

El odio al que es o piensa distinto no conduce ni a la libertad ni al progreso; es ignorancia e intolerancia.(Foto Vicenç Llurba)

La ley de la Memoria Democrática se aprobó hace menos de un mes en el Congreso tras un tempestuoso debate. El texto recibió 173 votos favorables, 159 en contra (PP, Vox, Ciudadanos y Junts) y 14 abstenciones, entre las que se contaban las de ERC. La ley sustituye la de Memoria Histórica del gobierno Zapatero aprobada en el 2007. La tragedia colectiva de la Guerra Civil no se va a cicatrizar del todo con leyes de memoria, sino con un reconocimiento de los hechos, por muy crueles y bárbaros que sean, y a partir de ellos poder construir un relato compartido.

La historia es lo que fue y no lo que se quiere que hubiera sido. Es un veredicto en permanente revisión que está en manos de los historiadores que manejan fuentes y datos hasta ahora desconocidos. En todo caso, sería más adecuado hablar de la verdad histórica como ocurrió en Sudáfrica bajo la iniciativa del presidente Nelson Mandela.

El odio al que es o piensa distinto no conduce ni a la libertad ni al progreso; es ignorancia e intolerancia
Albert Manent, activista cultural y prolijo investigador de historias y de personajes locales, escribió un libro sobre La guerra civil i la repressió del 1939 a 62 pobles del Camp de Tarragona. Es un inventario detallado y exhaustivo de cuanto recogió en sus visitas a los pueblos en los que los recuerdos de la guerra quedaban en la intimidad de las familias. Escribe que “tanto los republicanos como los franquistas plantearon la lucha fratricida como un combate a muerte entre buenos y malos. En las dos zonas hubo actos de terror y los vencedores impusieron su ley implacablemente a través de tribunales militares”.

En Catalunya y en el País Valenciano, dice Manent, los anarquistas sin control mataron a personas por el hecho de ser de derechas, carlistas, de la Lliga, de la CEDA, curas o simples católicos. Hubo pocos templos catalanes que escaparan a los incendios y a la destrucción de su patrimonio artístico. Franco ordenaba la aniquilación de los enemigos que encontraba en las tierras conquistadas. Los episodios de la plaza de toros de Badajoz dan cuenta de la barbarie.

La reconciliación fue imposible antes, durante y después de aquella guerra incivil. Cuando el presidente de la República, Manuel Azaña, pronunció el discurso conocido como el de “paz, piedad y perdón” desde el Ayuntamiento de Barcelona el 18 de julio de 1938 no era compartido ni por el presidente del gobierno, Juan Negrín. En el mensaje de Azaña apenas se habla de la guerra y sí de la obtención de una mediación internacional para no prolongar un conflicto que consideraba perdido para la causa republicana.

Van quedando cada vez menos personas que vivieran cuando empezó la guerra en 1936. Es muy positivo que se esclarezcan los hechos, que se contrasten, que se publiquen y que estén al alcance de todos. Y quienes desconozcan el destino final de sus familiares muertos en la guerra es de justicia que puedan recuperar sus restos si se encuentran. Yo me llamo Lluís porque un hermano de mi madre se llamaba así y murió en el frente republicano del Ebro, al parecer por una bala perdida disparada por los “nacionales” en la retirada.

Soy un aficionado a la historia y me ha interesado conocer aquel periodo tan tenebroso de nuestro pasado. Recuerdo la lectura de la visión de Hugh Thomas, desde la distancia y el apartidismo del que presumen los ingleses al tratar sobre España. Me impresionó Tres días de julio de Luis Romero. La lista sería interminable, pero merecen especial atención la excelente biografía del general Batet de Hilari Raguer, las obras de Pierre Vilar, Paul Preston, Solé Sabaté, Borja de Riquer, Josep Fontana, Josep Termes, Santos Juliá, las memorias de Azaña, el Cambó de Jesús Pabón y el último de Antony Beevor.

Me acuerdo también de la influencia que ejercieron en mí las lecturas de tres ensayos históricos sobre España de Salvador de Madariaga, Américo Castro y Sánchez Albornoz, los tres en el bando perdedor, los dos últimos enfrentados dialéctica­mente hasta que dejaron el mundo de los vivos.

En su residencia de Buenos Aires, el anciano Albornoz me repitió en 1982 que “la flor de la guerra civil es infecunda”. El pasado está ahí y es bueno conocerlo, no para echárnoslo en cara, sino para evitar que ocurra de nuevo aunque sea de manera distinta. El odio al que es o piensa distinto no conduce ni a la libertad ni al progreso. Lo que ocurre en muchas democracias tiene mucho de intolerancia.

Publicado en La Vanguardia el 10 de agosto de 2022

  5 comentarios por “Los hechos, la memoria y el relato

  1. El futuro nos alcanzara sin haber conciliado la memoria.
    Se nos estan yendo los ultimos que vivieron la guerra civil y no se yo si los historiadores al uso reflejaran la verdad.
    En toda guerra hay ganadores y perdedores. Creo que en Catalunya especialmente, perdimos todos.
    En medio del gris (lo pillan?) circundante y de adolescente, con nocturnidad y alevosia adquiri clandestinamente la Historia de Catalunya de Norbert Font i Sague y me entere un pòquito de tot plegat y regularmente cruzaba frontera para conseguir entre otras materias prohibidas, ejemplares de Ruedo Iberico.

    Esta semana el guaperas total de la moncloa nos ha recomendado ir sin corbata para combatir la coda climatica.
    Hemos visionado el tradicional piscinazo de la Rahola en su casa de Cadaques, incluido un señor suizo llamado Jordi Cuixart.
    Hoy en La Vanguardia el Sr. Batet nos habla de la tradicion vallenca de tener una casa pegadita al centro de la urbe y una masia para hacer calçotadas i veranear.

    La revolucio dels somriures… si si…

    Viene un post festum tremendo.

  2. » Los hechos, la memoria y el relato » ( Lluis FOix )

    Pienso en Cain y Abel.

    Lo llevamos en nuestro DNI.

  3. Pienso, y es una visión subjetiva, que una guerra civil no se acaba nunca, se olvida, pero permanece de alguna manera en el subconsciente social e individual. Quedan temas pendientes, en parte porque una guerra civil es una especie de ajuste de cuentas. Como yo oía de pequeño una guerra de hermanos contra hermanos. Los conflictos de familia son los peores, el rencor dura mucho tiempo.

    Una sociedad sana se sabe perdonar, pero, para que se pueda perdonar aquellos que cometieron crímenes deben reconocerlos y entonces todo es diferente.

    Para más complejidad la guerra civil fue también una guerra de clases en el momento histórico en el que el fascismo y el comunismo eran las opciones sociales determinantes. Y también era una guerra con visiones de España contrapuestas en la descentralización y el reconocimiento de las culturas y nacionalidades españolas. Las pocas democracias europeas tenían miedo tanto a un bando como a otro y optaron por la no intervención, dejando el camino libre a la de Alemania, Italia y la URSS.

    Muchos usan aún el conflicto para obtener réditos políticos y eso enturbia la solución y el acuerdo generoso, la superación del dolor y el odio.

  4. Estoy absolutamente de acuerdo en que primero y principal es la recuperación de familiares si es posible y el conocimiento histórico de los hechos.

    He dedicado mi vida a la enseñanza de la historia, lo mas honrada y profesional que he podido. En la medida de lo posible he intentado basarme en las fuentes primarias. De jubilado he llenado algunas lagunas y me he llevado mas de una sorpresa de las burdas falsificaciones que me habían colado y he explicado.

    En su escrito hay una «los anarquistas sin control …» es un presupuesto que es falso en el caso catalán. Los «incontrolados» están teledirigidos desde Barcelona y sistemáticamente organizados, hay suficientes estudios y pruebas parciales, pero falta una estudio riguroso del conjunto….

Comentarios cerrados.